Foto: Pedro Granados. Faical, San Ignacio, Cajamarca
El bolero la bolero
El gato la gato
El lenguaje da lástima
Por eso existe la poesía
Para que el gato no sea gato
Ni la gata su contrario
Ni el bolero tal como el lenguaje
Esto u otro equivalente
El lenguaje es sólo un subproducto del hechizo
Un eco de la dicha que no tiene palabras
Sino más bien dibujitos mascarones de proa
Hilos ciegos al sentido
Vibrantes alimañas que no son lo que parecen
Colgadas sobre aquel muro descomunal
Momentos estelares y dichosos
De aquello que nos pasó que nos pasará alguna vez
Agallas para los que no somos del mar
Pulmones para los que no somos de la tierra
© Pedro Granados, 2024
Este es un gran poema de Pedro Granados, hecho de casi-letras: “hechizos” de “Hilos ciegos al sentido”. La Dicha precolombina sólo puede estar en esa imantación de formas significantes que nos buscan todavía ahora en las relaciones entre la garganta y el paisaje. Por ello, en los sueños de Colón, el Augusto Roa Bastos de la “Vigília del Almirante” incluye algunos garabatos de Vallejo, “Agallas para los que no somos del mar” etc. La vida como una respiración rítmica.
Así es, cumpa Amálio; es decir, lo que al final discierne dentro de nosotros es el paisaje. Voraz, este último, no excluyente de otros. El paisaje aprendiendo y ensayando sus propios anacronismos; modulando su propio íntimo mosaico. Es por eso que me puedo sentir brasileño, escuchando a Jorge Aragão; ser español leyendo a Lorca; o participar del drama de Vallejo el cual, en sus Poemas póstumos, y aunque sólo por un momento, dudó de su paisaje nativo.