Alberto Hidalgo Lobato (Arequipa, 23 de mayo de 1897-Buenos Aires, 12 de noviembre de 1967). Estudió medicina en la Facultad de Ciencias Naturales de la UNMSM, pero abandonó la carrera debido a su interés por la poesía; tal como Rodolfo Hinostroza o el propio César Vallejo. Falleció en Buenos Aires el 12 de noviembre de 1967, pocos meses después de recibir el Gran Premio de Honor otorgado por la Fundación Argentina para la Poesía, único reconocimiento recibido en vida.
Cartas al Perú (Lima: Mono Milenario/ Mesa Redonda, 2024), edición de Raúl A. Pérez Zúñiga (“atendiendo a la situación política actual”), incluye el propiamente Carta al Perú (1953), además de otros títulos asimismo inhallables: Historia peruana verdadera (1961) y Árbol genealógico (1963).
El socialismo de Inkarrí atraviesa transversalmente toda esta época de producción de Alberto Hidalgo, no menos que la búsqueda-constatación de la propia identidad literaria de este fino poeta y, hasta ahora más bien, gozador y certero libelista:
“Arequipa ciudad de claro rostro/ Ciudad a la que nadie se ha atrevido a meterle la mano/ en las polleras/ …/ Arequipa y mi vida”
Considera que el Perú, tal como también Lezama Lima: “da fisonomía a América”. De manera análoga a la prosodia de Neruda, nos quiere hablar: “de la carne mineral de la papa”. Y no es menos telúrico y magnético que Vallejo cuando nos dice: “Jaguar eléctrico radioactivo pánico/ Peruano por el quiero y la substancia”.
Sobre la producción literaria de Hidalgo queda pendiente, por justicia y placer, frecuentarla mucho más. Nos atraería estudiar su “voluntad de aura” (Silvia Molloy respecto a J. L. Borges) frente a la capacidad de “encarnación”, para semejantes motivos, de la obra de César Vallejo.