Bruno Melo Martins y su acogedora Livraria Ponta de Lança (SP)
La pregunta por la poesía peruana, si no la de toda nuestra región, coincide con la pregunta por Pedro Granados. De qué otra manera podríamos explicarnos el fervor por la vida –entiéndase poesía– que suscita cuando lee sus poemas o cuando explica, por ejemplo, la obra de su compatriota César Vallejo. Ningún otro poeta que conozcamos plantea el asunto como lo hace Pedro Granados. La mayoría, desde un empaque de seguridades (entre esto la prensa solícita en captar y comunicar novedades) termina en incertidumbres, soliloquios o descrédito (y desafuero) incluso del pensamiento en sus poemas. En cambio, en la poesía del peruano, ocurre exactamente lo opuesto, desde un empaque de fragilidad o murrmullo, su texto echa mano de las múltiples dimensiones que somos y entre las cuales nos movemos y poco a poco (segundo a segundo) termina reconstruyéndonos. Levanta la piedra que somos, la lengua de agua ávida que somos. Vivimos para que nos beban, existimos para la compañía, de antemano somos una orquesta (los estudiosos hablan de una red) de seres que circulan del día a la sombra; aunque de cara inequívocamente al sol. Todo esto nos lo hace recordar, mejor dicho, lo sabe encarnar la poesía de Pedro Granados. Agua volcada de la noria, rueda escapada de la carreta de la poesía actual de nuestro continente. Bruno Melo Martins (Brasil)
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