Mi corazón es ese muro: ruina/ que no contenta con ser ruina se hace añicos (Vals criollo)
Quiso pensar pero tenía la mente plagada/ de espejismos (El rabino de staraya ushitza)
Recojo de ti mi forma de fantasma,/ El tiempo que huye de mis estaciones,/ Mi existencia alejada del cuchillo de tu sombra (Madre)
¿Qué se escribe cuando se escribe:/ La muerte con sol encima del paisaje/ O la vida sin sombra debajo de la tierra? (Inventario)
HOMBRE DE PASO
Aquí me empieza la vida
hombro con hombro
contra la suerte
y los días que van llenos de susto
Todo es por accidente:
se le pierde el miedo a la muerte
porque hay días del hombre
que se le escapan
Mas cómo no renunciar
si a cada instante se nos tuerce el pie
caemos lejos
con el tobillo abierto
de par en par
y luego nos acuestan sobre un nicho
para decirnos:
Duerman tranquilos
aquí no sube la marea
Es en vano: estoy por decirme
pero me tengo en la punta de la lengua
Es en vano: aquí me empieza la vida
y voy de paso
INVENTARIO
Nací en los clavos de Jesús.
En su corazón de fina estampa.
En la estrella de seis puntas.
En el vientre de los huacos.
En el padre y su palabra inaudita.
En la madre y su sombra contraria.
En la lengua muerta de su ausencia grave.
CRÓNICAS
Madre:
Tu mirada de espaldas
La quietud de tu sordera
La mentira de tu imagen,
Tu milagro ajeno a los milagros
La bondad de tu palabra
Como niña abandonada.
Hoy como nunca es menos húmeda
La absurda sequedad de tu ausencia.
Padre:
Más allá de mi ojo de profeta
—Tribu sentenciada a vagar en el desierto—
Más allá de mi lengua jeroglífica
Te busco y me acerco a tus garras amenazantes
Me nutro de tu aire que flota a la deriva
Y para serme fiel me pongo tu máscara.
Nos animamos a decir que estamos ante el mejor poemario del autor; es más, incluida su famosa novela La vida a plazos de don Jacobo Lerner, su obra literaria más lograda. De golpe ha madurado completamente o, en un arrebato de gracia (judía, cristiana o paganamente solar), donde Goldemberg apoya ahora el escalpelo de su lengua, invariable, incluso en medio del desierto, aflora abundante el agua. La constante en Goldemberg es insistir en que no enarbola una identidad monolítica, aunque esto es para esconderse o camuflarse mejor. A modo, por ejemplo, de un narrador como Benito Pérez Galdós en Fortunata y Jacinta, como parte fundamental de su destreza y capacidad de seducción literaria. Sin embargo, aunque al principio inhallable, al fin y al cabo, a Galdós se le pilla en un monólogo celebrando la devoción de la amistad –no del amor– por parte de Jacinta hacia Mauricia “La Dura”. Algo semejante podríamos decir del autor Goldemberg, aunque en principio no tendría por qué constituir ninguna novedad, sobre todo tratándose de un Libro de las Raíces: “Mi existencia alejada del cuchillo de tu sombra”, interrumpe nuestra lectura esta intensa elegía a la madre. El padre podría constituir muy bien la máscara; es decir, aquello connatural al teatro o a la ironía. La madre es el hueso. P.G.