Foto por John Divola (Los Ángeles, 1949)
“Mi Vallejo”. Susana Cella y Lucas Peralta (Comps.). Buenos Aires : Ediciones del CC Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.
“Mi Vallejo” constituye el testimonio de treintaiocho (38) poetas; una tercera parte argentinos y, los otros, entre uruguayos, peruanos, cubanos, chilenos, españoles, etc. En el corte sincrónico que constituye toda opinión, aquí hallamos de todo; aunque, en lo básico, aquello previsible. Es decir, destaca el Vallejo experimentador con el lenguaje y, en proporción semejante, el Vallejo comprometido. Pirotecnia, entonces, ciertamente motivada, jamás por caprichosa; y, por otro lado, el par: utopía/ distopía. Susana Cella habla de Trilce en tanto “manifiesto” (nosotros también, aunque con adicionales sentidos, en un libro muy reciente: Trilce manifiesto). Marcelo Díaz, destaca ciertos versos de Vallejo: “Hasta el día en que vuelva de esta piedra”, “Del borde de un sepulcro removido/ se alejan dos marías cantando./ Lunes”; los cuales, añadimos por nuestra cuenta, podrían ilustrar muy bien, a través del énfasis en la “piedra”, una perspectiva de lectura simétrica o multinaturalista. Asimismo, simpatizamos con aquello del “descartonamiento” al que nos sometería Trilce, según Daniel Freidemberg, previo a cualquier marco teórico del que estuviéramos premunidos. De Antonio Gamoneda, sin coincidir con su recepción post Guerra Española de César Vallejo, nos gusta su poema; aunque el final mismo de su texto suene más nerudiano que vallejiano: “Dame la mano para entrar en la nieve”. Sin embargo, acaso sea el testimonio de Víctor Rodríguez Núñez, previa pasteurización de su cubanismo, aquel con el que más coincidimos: ”Creo que César Vallejo nunca quiso ser, ni lo fue en realidad, un poeta vanguardista. Sus objeciones al futurismo y el surrealismo están claramente expresadas en Contra el secreto profesional. La ruptura con el modernismo que representa Trilce va más allá del posmodernismo y orienta nuestra poesía por un camino independiente, que no es el de los sujetos coloniales y neocoloniales, y por tanto resulta radicalmente descolonizadora”. “Ruptura”, sin embargo, a la que convendría añadir para que no cojee o no traicione el ubicuo oxímoron vallejiano, su opuesto (unión, reconciliación, hospitalidad, cuidado), dado precisamente por el mito (Inkarrí). En fin, nos agradan también algunas otras respuestas, venidas de personas sensatas y agradecidas (antes incluso que supuestos poetas); como, por ejemplo, aquella de José Antonio Mazzotti que retrocede tres siglos para percibir la novedad que constituye Trilce: “Nada tan trascendente ni original había sido escrito hasta entonces, salvando quizá los impresionantes poemas culteranos Fábula de Polifemo y Galatea y Soledades, de Luis de Góngora y Argote a principios del siglo XVII”. Sin embargo, la desubicación de algún muchacho (perdonable, por cierto), la mezquindad de alguno del canon (imperdonable), lo mismo que la lobotomía de algún personajillo recurrente en este tipo de publicaciones, no dejan de habitar también este tan humanísimo “Mi Vallejo”. P.G.
https://www.academia.edu/93328458/Mi_Vallejo
Relacionado:
César Vallejo y su pensamiento cuantitativo