Pero no de Pedro Ganados, la cual es una novela breve que publicáramos el año 2000 (New Jersey: ENE)[1]; aunque ésta y el título de la muestra del cajamarquino Francisco Vílchez, Profundo Carmesí (2021), honran también una película homónima del director mexicano Arturo Ripstein (1996). Es decir, aquel praeputium es la brújula o la rosa de los vientos tanto en novela como en plástica; aunque ambas, de modo simultáneo, de tan sexuadas, finalmente propongan lecturas que podríamos denominar asexuadas. A una pregunta de Diana Mery Quiroz Galván:
Mi pintura es como una jauría de personajes que emergen del subconsciente. Que tiene mucho de las experiencias vividas. Todos hemos pasado por situaciones donde hemos desbordado de imaginación en diferentes aspectos. Mis personajes son seres antropomorfos, asexuados, pueden ser hombres o mujeres, tienen algo de bestia. Hay otros más juguetones que son los arlequines. Está presente el bien y el mal, lo profano y lo sagrado (Vílchez 2021).
Ergo, no me queda sino asentir y, asimismo, suscribir esta respuesta.
Pero hoy, luego de muy pocos años, nos topamos con el catálogo de ADUMBRATIO (2023). Aquí Francisco Vílchez continúa tan amerindio como en Profundo carmesí; aunque sus pinturas rindan ahora un mayor o más claro homenaje al cubano Wilfredo Lam, al mexicano José Luis Cuevas y, sobre todo, a los esbozos o borradores de Leonardo; de algún modo este gesto de estilo –formato sin formato o carácter de obra in progress del borrador– decide y encamina la actual propuesta de Vílchez. Del patio local, se rinde homenaje, entre otros, a la Escuela Cuzqueña, a Carlos Revilla y comparte lo feérico con la obra tanto de su “discípulo” Ronald Companoca y, no menos, análogo tanteo multinaturalista (Eduardo Viveiros de Castro) o simétrico con los grabados de otro “discípulo”, Israel Tolentino. En realidad, este tanteo simétrico y conceptual (post folklórico), el del multinaturalismo, sería lo más destacado y revelador de su propuesta: ni utopía ni distopía, y sí, posantopocentrismo. Con esto dialogarían los actuales “borradores” (dibujo, tinta y pintura) de Vílchez; lo cual, al menos sesgadamente o en algún grado, constituye un acierto crítico del curador del catálogo, Juan Peralta Berríos. Sin embargo, no estaríamos de acuerdo con este último, en tanto y en cuanto esta pintura aluda ante todo a una crisis, deterioro o carencia que, de modo dialéctico, eventualmente recobraría signos más promisorios:
Gracias a “Adumbratio” reconocemos que, la historia del desarrollo humano es dialéctica. Momentos donde se muestra el lado en penumbra. El punto crítico de la condición irracional de la humanidad. Instantes de fusión del mundo onírico con el real. La revelación de la belleza. Imperfecta y brutal (Peralta Berríos 2021)
Para nosotros esto no es suficiente y, tampoco, creemos sea –el asunto de esta cita– la perspectiva a puntualizar. Más bien, consideramos que los elementos, formatos e imaginería de Vílchez, constituyen o dan lugar ya a un arca sin retorno. Es decir, se ha empoderado en el arte del cajamarquino, palpita más focalizada en su núcleo, aquella reflexión del antropólogo brasileño, Eduardo Viveiros de Castro: Compartimos un alma o cultura común tanto humanos como animales (César Vallejo, añadiría, incluso a los objetos[2]), y lo que nos diferencia son los cuerpos. Aquí radica la mirada atónita y, al mismo tiempo, tan persuasiva de esta propuesta.
© Pedro Granados, 2023
[1] Primera novela del siglo XXI –escrita por un migrante peruano– trasandina, archipiélica o multinaturalista. Sin melancolías ni con el espíritu –típico o, peor todavía, profesional– de un sujeto andino damnificado. Post-exótica y post-indigenista (Indigenismos 1 y 2); la cual, apuesta más bien por la complejidad desde el origen, por la opacidad.
[2]) «Cada cosa contiene en potencia a todas las energías y direcciones del universo. No solo el hombre es un microcosmos. Cada cosa, cada fenómeno de la naturaleza, es también un microcosmos en marcha».