Un García Montero puesto a filosofar, sin que se lo solicitemos, porque íbamos en busca de poesía. Uno de los signos de la decrepitud, con la cual no tiene que coincidir necesariamente la vejez, son estas sopas que nos ponemos a cocinar porque hemos perdido los dientes, al parecer Riechmann los ha perdido todos, y consideramos que es apetecible al lector nuestro bebedizo, puesto a cocinar por horas como a la antigua. Una lástima por el tiempo dedicado a esta escritura, acaso se hubiera cuidado mejor el jardín; una lástima por los folios que Tusquest dedicó a esto, la cual, en los últimos años, de dudosa a pasado a dudosísima editorial; una lástima por el ex-antipoeta, que aquí confirma que nunca fue, el decidor de estos versos de autoayuda. P.G.
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