¿Música ósea? O sea

León Félix Batista es, hoy por hoy, más que nunca Armando Almánzar Botello, pero sin, en términos de Roberto Bolaño (Los detectives salvajes), el enorme “maricón” que es este último; es decir, sus textos han devenido en una voz sin curiosidad, zozobra ni alegría alguna.  Una voz sin bumerang.  Puro soliloquio colgado al cuello, sobre una fuente de fría bakelita, y ofrecido a los turistas de la poesía.  Un lenguaje sin aura ninguna; y, más bien, tan sólo mareante acumulación de desechos tecnológicos.  Chatarra.  León Félix Batista o se perdió en Vallejo o este último, reparando en su snobismo u oporrtunismo, lo mandó al desvío de los epígonos más cargosos y pesados: una puerta y un camino que no reparan en el hervor ni la dicha que es leer la poesía del Cholo.

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La poesía de León Félix Batista (Santo Domingo, 1964)

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