Percibimos que nos han visitado tres tipos de lectores. Aquellos llegados aquí por casualidad o destino. Otros, los que de modo más o menos frecuente acuden o por específica información o por puesta al día sobre ciertos asuntos; entre estos últimos, el estado de nuestros “debates” con el canon overseas. Y, por último, aquellos –por ahora no muchos– que asimismo nos frecuentan y consideran que una de las tareas más importantes, sino la más importante, de la literatura peruana y de la región constituye la urgente atención a nuestra obra. Entre otros motivos, porque esta última conjura varios lugares comunes o de inercia respecto a la poesía y crítica que se ha venido practicando, por lo menos, desde mediados del siglo pasado; en particular en el área andina. Que, desde la academia, sólo se lee, estudia y traduce lo políticamente correcto y lo que está de moda; en cambio, Granados y su heterodoxia se han colado por la puerta lateral de aquella tan cómoda agenda. Por ejemplo, tienen allí su Prepucio carmesí (2000); primera novela del siglo XXI –escrita por un migrante peruano– trasandina, archipiélica o multinaturalista (Eduardo Viveiros de Castro). Sin melancolías ni con el espíritu –típico o, peor todavía, profesional– de un sujeto andino damnificado. Post-exótica y post-indigenista (Indigenismos 1 y 2); y que apuesta, más bien, por la complejidad desde el origen, por la opacidad. Para no referirnos a su poesía, un tanto más conocida, a pesar de los orquestados y ya para nada solapados cabes a su camino; o a las tachaduras a su nombre en casi todas las antologías e, incluso, recientemente en cierto directorio académico. Para no hablar de su vallejismo crítico –de nuevos temas y renovada metodología– el cual, poco a poco aunque de manera inexorable, se expande también como “mantillo líquido” (Trilce I) por el mundo.
Muchas gracias, por vez enésima, al aglutinado de nuestros variopintos visitantes. A cada uno un abrazo en el talante de sus buenas o malas intenciones y de su cercanía. Tempus breve est!
Y porque una sola golondrina sí hace un verano.
Comentario de Amálio Pinheiro:
Otro gran problema, respecto a la crítica basada en interpretaciones fáciles “politicamente correctas” de la moda actual y de siempre, es que queda muy lejos de darse cuenta de que lo que importa es lo que Néstor Perlongher llamó, en su Prólogo al “Mar Paraguayo” (Wilson Bueno, 1992), escrito en “portunhol selvagem malhado de guarani” (o sea, escrito en taracea plurilingue), de “médula palpitante del lenguaje”, ese lugar donde las voces de los desafortunados y perseguidos actúan en enjambres lúdicos, eróticos y rítmicos los cuales los poderes establecidos no pueden alcanzar. Ese es el multilugar de este blog, de Trilce/Vallejo y de Granados con su “Prepucio Carmesí”.
Respuesta nuestra:
Muchas gracias, Amálio, por tu participación. Efectivamente, el que se atiene a los temas, el que comienza por aquí, está perdido en la literatura. Como los que van a buscar mitos amerindios, en novelas o poemas, con su catálogo y su catalejo; ciertamente, o no los encontraran tal cuales o les pasarán por las narices sin percatarse de ello. Y perdido, no menos, para las Humanidades: “Quien empieza por instalarse en las pretendidas evidencias del yo ya no sale de allí, decía Lévi-Strauss; yo individual o psicológico (Descartes) o yo sociológico (Sartre). Se echa en falta traer aquí la simetría o lo posantropocéntrico; tal como el autor de El Pensamiento salvaje (1962), asimismo nos lo resume: “creemos que el fin último de las ciencias humanas no es constituir al hombre, sino disolverlo”. La seguimos.