Prólogo
“Deseantes” describe con propiedad la naturaleza de estos cinco ensayos críticos del excelente poeta peruano Pedro Granados. Responden, como diría León Hebreo, a un esencial y trascendente erotismo, que proscribe la desidia y que abarca un concepto analógico del mundo. Mediante el análisis riguroso de una forma (un tropo, un tema, una obsesión), el profesor Pedro Granados da con el sentido, descubre y eleva al nivel de la aprehensión consciente los tonos armónicos más expresivos –tantas veces recónditos –y semánticamente centrales de los textos aquí considerados. Incluso en el ensayo final –tan personal, por tratar de la actual comunidad poética en lengua española, en la que destacan la fuerza, la justa ternura y la inteligencia clara de la poesía escrita por el autor de este libro– es manifiesta la capacidad “organizadora” de la mirada crítica granadina, pues desde dentro del bosque, nos describe sus parcelas grandes.
El primer ensayo –breve aperitivo, en realidad, de lo que será un generoso convivio– ya manifiesta el método señalado: a partir de un minucioso estudio formal, narratológico, del libro dolorido de Diego de San Pedro, llega Granados a elucidar la condición rezagada, ideológicamente, diríamos, de Cárcel de amor, que sacrifica el amor humano en aras –crueles aras– del amor divino.
Extenso, dilatado, rítmico, deja el mar con sus algas su voluntad escrita, propiedades del mismo texto de Granados sobre el mar en el gran poema gongorino, Poema de Polifemo y Galatea. Éste, con el otro extenso estudio del libro, que le sigue, me han deleitado con especial insistencia, dentro de la fina búsqueda venturosa que es Cinco ensayos deseantes. De hecho, el ensayo empieza con estas palabras para mí absolutamente caracterizadoras de la razón de ser del discurso crítico de Pedro Granados: “Iniciamos este trabajo con el placer […].” Mediante un complejo de posturas críticas tan variadas y sugerentes como son las de Bakhtin, Barthes y Dámaso Alonso, explora Granados la presencia temática, así como la impronta formal, la liquidez modulante, del mar en esa gran obra, señalando un mundo inestable, que vive sin sosiego, pero con la sorpresa a punto de estallar a cada instante.
Hemos mencionado el capítulo galdosiano, que sigue al gongorino, y he de confesar que, como estudioso que soy del arte de Galdós, es éste mi predilecto. Es, sencillamente, un estudio portentoso. En mi opinión, se trata de uno de los mejores que sobre el maestro canario se escribieran. Aventura de la imaginación crítica es el hallazgo de núcleos líricos en la prosa de un escritor realista, cuya facundia poética ha sido –con excepciones recientes– casi totalmente ignorada. Nadie antes, que yo sepa, ha analizado estas bellezas de la más alta expresión lírica, que en Galdós son, ni más ni menos, la flor de un árbol todo él poesía: este regalo se lo debemos a Granados. Ni qué decirse tiene que, si bien el ejercicio de la poesía puede enriquecer una mirada crítica, estas páginas críticas difícilmente habrían podido ser escritas por quien no contara con el oído y la sensibilidad del poeta. Por ejemplo, leemos: “De Maxi: El desamor. ‘Ya no me quieres –le dijo un día con inmensa tristeza–, ya tu corazón voló, como el pajarito a quien le dejan abierta la jaula. Ya no me quieres’. Un intensísimo pasaje en el que en realidad Maxi ya no reprocha el desamor (la infidelidad) de Fortunata, sino que esto se vuelve para él profunda certidumbre de otra cosa, de sí mismo.” Tras manifestar la estructura versal de estas palabras, expone Granados: “A la exquisita contención y sobriedad del poema que enuncia el motivo en tiempo presente (‘Ya no me quieres’) y la contundencia de lo irrecuperable en un llano tiempo pasado (‘ya tu corazón voló’), se aúnan las aliteraciones del consonante /J/ en el encabalgamiento (‘pajarito’, ‘dejan’, ‘jaula’, de los versos 3, 4 y 5, respectivamente) para ofrecernos una estructura musical como de llanto seco.”
A este estudio esencialmente poético, le siguen los dos últimos también sobre poesía: la de la generación del 27 y la actual. Aprovechando las categorías de Gastón Bachelard, estudia Granados a Guillén como “aereo” y a Cernuda como “terrestre” y “fogoso”. Y así topamos con este delicioso –por travieso, por finalmente exacto– oxímoron: “Con estos antecedentes, creemos que podemos leer la décima ‘Beato sillón’ como la experiencia de un vuelo.” La tierra ensombrecida cernudiana lleva a Granados a estas consecuentes caracterizaciones de ambos poetas: “son estas coordenadas de la sombra en la poesía de Cernuda la verdadera piedra de escándalo y justificación de toda su obra. Estamos en las antípodas de Guillén, ante un inconforme radical. Poeta pagano. Poeta de lo ignoto, a diferencia de la actitud omnisciente de Guillén. Poeta del yo roto y del mundo roto, en contraste con el yo integrado y henchido de fe de Guillén.” Exactamente.
Granados cierra este libro de mirada inquieta y certera con una visión de su propio mundo, es decir, de la poesía hispánica de la cual forma parte con su propia voz. Este ensayo personal destaca finalmente dentro del panorama de la poesía española actual a tres poetas: Ángela Valley, Jesús Aguayo y Antonio Moreno Figueras como voces que, entre modas que Granados cuestiona, como la llamada “poesía de la experiencia”, persisten, según sus palabras, dichas en una pregunta con clara respuesta, en “ensayar una voz personal en medio de tanto espejismo de mercado.” Cierra, pues este libro con una apelación a la honestidad, a la limpieza de acción e intención, libro éste donde se manifiesta el placer del pensamiento, la alegría de la creación, nutrido de conocimiento y rara sensibilidad. Enhorabuena.
Alan E. Smith
Boston University
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