Ante señores radicalmente aburridos, arribistas de variada laya, pitucos incorregibles, desorientados a lo Mr. Magoo, enamorados de su inexistente belleza, féminas ardidas y pésimas poetas y, sobre todo, quien más o quien menos, sobrinos de El Comercio. Renuncio a ser considerado, si alguno sospechara que lo fuera, un escritor como estos.