«Poco a poco vamos entendiendo, entonces, que [en Cazador de agua] nos hallamos en plenas Antillas del futuro, donde el sujeto poético es ya también una máquina él mismo; observador privilegiado de un aleph, aunque esta vez caótico y no menos preñado de horror. Imagen elíptica de nuestro kafkiano presente; leída así, esta obra pone en evidencia su auténtico relieve: la pertinencia de su crítica, su gesto de libertad imaginativa y su, no es lo de menos, bienvenida sangre ligera y oportuno sentido del humor». Pedro Granados Agüero