Llanto por Óscar Arnulfo Romero/ Alan Smith Soto

(cantata para asesino y coros)

(coro femenino)

Me han matado, dijo

en el segundo que siguió a la bala

un hombre que no temió a la muerte,

la que mata y no vence

la que arrastra su enorme pata material

hasta perder su propio rastro.

Te tendieron de espaldas

en tu sangre,

pero te fuiste de pie, de ala, de viento.

***

(coro mixto)

Fatal abono, su sangre derramada

sobre las losas, las perdidas calles,

los campos de maíz salvadoreño

y el patio donde un niño sueña lejos

el mismo sueño que soñó el santo.

Ofreciste la mano al que caía

al odio mismo, a la tarde, lejos,

su golondrina lenta.

Santo Romero, pero no el milagro

con que cumplía su trámite

la causa fue de su alma de hombre bueno

del gran valor que recibió del cielo

amor y fe unidos, hermanado

ejemplo muy sencillo, santo, santo.

***

(tenor)

Padre, llegué hacia ti

por una herida que causé al matar,

no la del pobre que caía a mis pies,

sino la otra, sin salvación posible,

que ya no pude cerrar dentro de mí.

Llegué a tu puerta, abierta, como siempre,

y pregunté que dónde estaba el santo.

Fue la necesidad de las estrellas

que en tu mirada podrían vencer mi noche

de hombre que sangra por las manos

la sangre del cordero.

¡Padre! hablaste con mi muerte,

y con las alas de tu abrazo humano

venciste mi soledad sin tregua.

Con tu perdón de hombre me salvaste.

Hijo, me llamaste, ¡Hijo! ¡Sí!

Entonces volví al campo, hombre otra vez,

tomé una mazorca

que pronto deshojé,

mordí los granos

con la primera hambre

que tú me habías de nuevo restituido.

Esto lo cuento

padre, porque quiero,

que se diga,

que si a ti te mataron, como yo mataba,

nada pudieron contra tu palabra,

aquella, la de ¡hijo! con que salvaste

a un hombre, a un pueblo,

a su mazorca entera.

(coro mixto)

Fatal abono…

 

©Alan Smith Soto, 2021

Puntuación: 3.2 / Votos: 5

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