Desocupado lector:
Te presento mi novela más reciente. La escribí lentamente, acumulando rabia durante los últimos trece o catorce años, pero solo pude terminarla el año pasado, en la playa de Cabarete, mientras huía junto a mi mujer y nuestra niña más pequeña de los humos del vertedero de Duquesa que ahogaban toda la capital. Está dedicada a mis padres, ambos fallecidos, lo cual es otro factor que me ayudó a desencadenar a Prometeo: se trata de una novela radical, apocalíptica y pospandémica, macerada a lo largo de 16 años de ostracismo y exclusión, viendo como se cualquierizaban todos los órdenes de lo real-dominicano. La novela se para y se defiende sola: me representa, pero sobre todo por su escritura. Como sé que eres sensible a la ironía, al cinismo, a la sátira y al humor sardónico, te la presento. Ningún otro escritor dominicano contemporáneo pondrá sus pies por mucho tiempo allí donde piso en esta novela, lo cual no es para nada motivo de orgullo. Antes al contrario, le agrega varias toneladas al peso de esa cruz llamada el “ser dominicano”. Recibe un abrazo fraterno ahora que en el Caribe nos preparamos para recibir la primera tormenta de agua y viento del 2021 [el pleonasmo es de rigor en casos como este].