¿Se trata, hoy en día, de invocar un Trilce “paisano”? Citamos a Vallejo:
“Maiakovsky es un bufón. Kluef es un burgués indigenista, que ama a la revolución de
octubre únicamente por haber emancipado al mujick. Trotsky — a quien hemos de citar
siempre, por ser la mejor inteligencia bolchevique en la materia— exclama ante la obra
de Kluef: “¿Qué quedará de ella si se le quita su paisanería?… Nada. “
[Vallejo] Dirá a Pablo Abril: “Cuídese usted, Pablo. Defiéndase a todo precio.
Estrangule usted, una vez siquiera, esta peruanidad, tan venenosa como nauseante” (28-
29) [César Vallejo, Epistolario General]
“Me friegan los cóndores”, declarará en otro lugar el “Cholo” Vallejo.
Chankillo, tanto como Trilce, nos conminan a explorar un tipo de peruanidad no “venenosa”. Contra las argollas en entidades privadas tanto como públicas (en lo personal, las hemos experimentado ambas). Contra la manipulación del conocimiento, por parte de los más empoderados allí, aunque, por lo común, los más mediocres e inquisidores de toda aventura intelectual. A favor, primero, de la experiencia (en este caso de la poesía), luego del pensamiento y, al final, de la razón; y no de la usual, infértil y burocrática secuencia inversa. Contra todo folklorismo, contra todo color local que nos haga perder de vista que el monte Everest es nuestro apu mayor. Que, entre nosotros, lo más atinado e importante constituye: “ser peruanos hasta dejar de serlo”.