Somnia
No puedo dormir
por eso
iré recogiendo el abecedario
que he visto en el camino,
antes de que los pájaros lo coman;
quiero ir borrando el retorno
para permanecer poco a poco
en este bosque.
En alguna playa británica,
leo en el periódico,
las ballenas arenaron su enorme peso
en cien suicidios.
Han salido del mar,
han deshondado
su eterno rumbo familiar.
Las autoridades temen
que sus gritos de agonía
hagan estallar el esternón de una copa.
Se nos han cansado las ballenas
y no les basta lágrimas ni océanos.
Ya no les basta todo el mar.
El regalo
Un camello blanco,
ya lo conoces,
llega a tu palmera
con su carga
y se arrodilla.
Es terrible y fiero el canto concertado de 100, 000 ballenas de Alan Smith Soto, nuestro amigo. Cien mil ballenas titilantes en el cielo de cualquier lugar y tiempo. Vox horrísona que de inmediato rechazaríamos sino viniera, como ahora, asordinada y propicia de manos de la orfebrería de un fervoroso poeta. El cual troca aquellos sonidos del horror en aparente cháchara cotidiana; en fin, soluble a los ruidos del vecindario y del bosque cercano. Poeta de las bodas de la inteligencia y de la sensibilidad y de la plasticidad del lenguaje para urdir un mejor testimonio con ello; para hacer, no únicamente versos, sino una hostia de ello. PG.