El fulgor ha trazado en mi retina
el árbol deshojado de mi huerto;
sus ramificaciones son idénticas,
fuera suben mis venas hacia el cielo.
Disposición secreta para el rayo,
compleja precisión, acomodada
para que la luz lleve su vida
a todos los rincones de las ramas.
El mes de marzo ya promete abril,
y en sus tallos las yemas se han hinchado;
pronto se perderán sus rayas negras
entre las galas de poblados ramos.
Mis ojos, una parte de esa rima,
recibirán en flor la maravilla.
© Alan Smith Soto, 2021
Conecto este poema de Alan a cierta epifanía y prosodia de uno nuestro de 1989:
A Manoli
Camino sobre las aguas congeladas del lago Cayuga
con algo de humano sobre el hielo.
A mi derecha los patos tranquilos y las inquietas gaviotas
y yo queriendo predecir
qué hay más allá del hielo de la rutina,
del hielo de lo posible.
Las ramas desnudas de un árbol cercano
me dicen de los caminos múltiples y tangibles,
también ellas quisieran predecir.
Pero vuelvo la mirada sobre esta orilla increíble,
inesperada,
y puedo dar testimonio de su certeza y realidad.
Como de las líneas imaginarias de las ramas de aquel árbol
separadas y enredadas todas
en un punto que alcanzo apenas a distinguir.
Pedro Granados, El muro de las memorias (Ithaca, NY: Latin American Books, 1989)