Hasta ahora, en general, la institución crítica no ha sabido lidiar con esta compleja dinámica u opacidad sobre la que nos ilustra espléndidamente la filósofa peruana Kathia Hanza. Muy en particular, a modo de ejemplo, en el caso de la lectura de la obra de César Vallejo. Por ser aquélla tradicionalmente humanista o ahora, que está de moda, esperemos no sea por querer empatar–tozudamente– la obra de Vallejo con alguna de entre las varias plantillas simétricas o post-antropocéntricas que encontramos en el mercado.
Aunque, a estas alturas, y haciendo un balance, en lo personal simpaticemos más con las lecturas simétricas o perspectivistas; por, entre otros que no figuran aquí, los siguientes motivos:
“el trabajo de la crítica que procura abrevar en la corriente de pensamiento posthumanista no se identifica con aquello que se ha caracterizado como el campo de los escritos “‘posteóricos’, ‘posdisciplinares’, ‘poscoloniales’ o ‘posoccidentales’ de los 90” (Dalmaroni), formas de abordaje que partiendo de la idea de que la literatura debía estar al servicio de la consecución de ciertas transformaciones institucionales o políticas, hicieron de la lectura un medio más o menos erudito o creativo, pero siempre constreñido por el alcance de esas intenciones y condenado de antemano a realizar tareas de reconocimiento” (Julieta Yelin).
Seguimos en diálogo.