Mi hermano Germán o el arte de la poesía
Hermano, si tú supieras con tanto amor. Con tanta luz apagada en los muros de nuestro pequeño barrio. Con tanto cariño por ti, hermano. Porque tú has sido de otra manera mi padre, mi amigo, siendo mayor has sido mi pequeño. Si supieras cómo ilumina tu espíritu hecho de tantísimas muertes con sentido, de tantísimo amor desbordado, hecho de la misma gratuidad que merecen las flores, los actos en los cuales se puede morir por un amigo, la belleza que sutilmente nos aniquila. Si tú supieras hermano querido, ahora que las palabras te buscan para ofrecerte su mejor ungüento, el más caro, el más fino. Ahora que lo gasto todo, que lo invierto todo siquiera para espantar aquello que te pueda injuriar, aquello que te pueda hacer daño, aquello que ni tu sombra merece. Por eso, hermano, por esos retazos de humanidad con los que aún nos cubrimos, por ese paisaje de la ciudad que tú purificas, por tu ternura de ratón, y el vuelo sosegado con que atas los cabos de nuestra cada vez más extensa familia. Por eso, hermano, por eso te celebro. Mudo ante estas entrecortadas letras. En espíritu de peregrino y adorador. Jugándome la camisa y el corazón tal como tú me has enseñado. Justo eso, la camisa y el corazón.