No es necesaria tu historia
cuando el silencio basta.
Solo, permaneces ahí parado
cuando el viento
que te sabe desnudo y vivo
cimbra el salto de la ardilla.
Cuenta poco la sangre que te vació
la nieve
y poco el rocío de la noche
que remojó tus penas,
por tus manos de palo se filtran
los hielos de los lugares fríos,
por tu boca andrajos de la
luna llena.
Américo Yábar reedita, este año con Cascahuesos/Auqui, su poemario Sesofagia Humbría [Esplugas de Llobregat, Barcelona: Círculo Editor Universo, 1977]. La poesía de Yabar conjuga aquí una intensa, aunque no menos sutil, intervención sobre la tradición oral de las culturas ancestrales del área del Cusco; tanto como la narrativa, o los sujetos que la encarnaban, típica de los años sesenta y setenta: hippismo, fervor por el oriente, Carlos Castaneda o posteriormente, y entre nosotros, el Ino Moxo de César Calvo o El ángel de Ocongate de Edgardo Rivera Martínez. Es decir, búsqueda del sentido o del “aura” por parte de individuos cosmopolitas, multiculturales y, asimismo, inconstantes de alma. Etnopoesía, o acaso mereciera otra mejor denominación, que por aquellos años mereció se acuñara una famosa frase en inglés que glosamos en español: “cuando alguien te hable del espíritu, cuida bien tus bolsillos”. Frase que resume, junto al fervor de muchos por aquella poesía, también el rechazo real o contante de otros. Sin embargo, leída Sesofagia Humbría con todos estos reparos –tratándose Yábar de un poeta-“profesor de chamanismo”– la mayoría de nuestros prejuicios cayeron por tierra. Menos uno, que cualquier buen poeta ya es, en sí mismo, y profesor o no, un chamán venerable.