En el colmo de mi descaro, evoco además la Poesía para teatro, del gran conversador –de la palabra hablada y la palabra escrita- peruano, Pedro Granados; así como al trio de títulos de Edgar Artaud, quien en Soy poeta admite su contradictoria condición humana:
Soy poeta. Pero odio la Poesía.
Odio a los estudiantes.
Pero de ellos vivo.
Odio el amor. Pero amo.
Para mí la poesía no es un
asunto de belleza,
sino de vida o muerte.