“acaso es tarea de la academia, hoy más que nunca, intentar superar —a modo de un salto cualitativo— las clasificaciones y taxonomías y atrevernos a evaluar la «poesía nueva» en cuanto y en tanto «sensibilidades nuevas» en o para un contexto determinado. Y, asimismo, atrevernos a trabajar en el aspecto cultural con opacidades (mixturas, hibridaciones, simultaneidades) ya que, de modo casi unánime, partimos de esencialismos o privilegiamos temas o motivos: esta poesía es andina — incluso ‘quechua’— porque habla de determinados temas o con determinado vocabulario; esta otra es del «lenguaje» porque es más o menos metalingüística; o esta otra es «meramente» coloquial o anticuada; etc. Así no llegamos a ninguna parte; salvo a que nos editen el libro porque cumple de antemano con una agenda de intereses más o menos políticamente correctos; peor aún, más o menos concertados con la institución literaria vigente o dominante”