La voz hidrata el texto más reseco
Kenneth Goldsmith
Miro la herida
Que me inflingió la correa
De la cual por un momento
Mi perro se liberó
Mi muñeca sobre el césped
La correa quemando
Mi cabeza hacia mi perro
Y un poquito más allá
Hacia el niño
Al que se dirigía mi perro
Que no muerde pero ladra
Muy feo
Y es como si mordiera
Mi muñeca sin piel
Hasta hace ahora mismo que
–y luego de varios días– cicatriza
Donde justo iría la correa del reloj
Una costra humana en vez de la esfera
De la que me ha liberado mi perro