“Poesía es evitar el dolor”
(Vox horrísona)
Lo que en un sentido se escribe; en el otro, se intenta borrarlo: sería la poética general que distingue y acerca ambas partes de “Spasmo-Dolviran”. Como si al humo, de la ofrenda, ya se lo estuviera llevando el viento; y con éste al propio sujeto levísimo que levanta precariamente esta escritura. Las numerosas páginas en blanco de esta libreta, no incluidas en su totalidad en esta edición, señalarían los auténticos efectos bienhechores del analgetikum; la paz, la calma No así la escritura, propiamente dicha, disputada –a semejanza de la poesía de César Vallejo– por círculos concéntricos crecientes de oximorones; desde la reiterativa boutade o la paradoja, la contraescritura del dibujo, los márgenes que asedian constantemente el centro de la página… hasta este pretender borrar lo poco que se ha escrito, aunque ello quiera ser –cómo no– siempre grato al lector. Dar es mejor que comunicarse, no se puede escribir sobre las flores, preferible es el dulce del olvido –entre otros memorables versos de Luis Hernández que con libertad glosamos– es lo que más se parecería a ese silencio, a esa plenitud efímera de la poesía. A ese “estar en flor de la hora marchita” –inminencia, antesala, primicia– que por todos lados exhala este extraordinario ¿último cuaderno?