“Por otro lado, en medio del monocorde panorama general, también hemos podido toparnos con muy agradables sorpresas. Comprobar, por ejemplo, que excelentes poetas como Angela Valley, Jesús Aguayo o Antonio Moreno Figueras comparten los mismos sobresaltos de sus pares latinoamericanos: ¿cómo persistir en ensayar una voz personal en medio de tanto espejismo de mercado? u otra también pertinente y, quizá, más agobiante en Latinoamérica: ¿cómo sobrevivir sin perder el sentido del humor, sin que la política mate en nosotros lo mágico? Obviamente, en nuestra época hipercrítica nadie, mucho menos los poetas, quisieran que los tomen por ingenuos en política; mas, tampoco, creemos sea obligatorio tener que pensar y expresarnos siempre como si fuésemos ministros del interior. Sin embargo, a aquellas didácticas y, por lo tanto, simplificadoras preguntas nos responde de forma mucho mejor el poema “Esperanza”, del último de los poetas nombrados:
intento salvarme de la tragedia.
Hago como si no estuviera muerto”.
ZONAS COMUNES
Estación de Santa Justa.
Mi primer viaje
después del coma.
Y en esas estábamos los dos.
Charlando de nuestros asuntos.
Todo normal
si no fuera porque
no le recordaba de nada.
Así son las cosas,
porque alguien así lo dice,
como que tú eras muy puta
y de Murcia.
No iba yo a llevarle
la contraria
al psiquiatra.
El AVE demostró
que soy capaz de hablar
con cualquiera.
UN VIRUS HOMÉRICO
Siempre me consideré un troyano.
Antes que sudista.
Pero no creo en la belleza de la derrota
ni en que una mujer pueda incendiar
el mundo.
El destino ya no cuenta
entre mis tropos.
Intuyo, no obstante,
que en esa ciudad,
entre esas gentes
ardiendo,
una vez descansó
mi corazón.