Busco alma extraña, no una sabionda: a propósito de los nuevos poemas de Carlos Quenaya

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Cuando Carlos [Eduardo] Quenaya, publicó su primer poemario: Elogio de otra vana invención (2008), escribimos lo siguiente:

Macizos renglones cual ramas llenas de un invierno benevolente. Invierno iluminado de otra latitud: nieve silente, ardillas alertas y hondas huellas del que se anima a aproximársele. Carlos Eduardo Quenaya (veinticuatro años) no escribe de antemano como peruano y ese es su primer y gran acierto, un peruano de utilería –progresista o reaccionaria– nos referimos; y más bien lo hace como un ser de otro planeta que, sólo por principio de analogía, está próximo a nosotros. Hace tiempo que no percibo entre los jóvenes poetas tal independencia de carácter y, por lo tanto, tal promesa de estilo. Y tan hondo e íntimo fervor por la poesía. Y tanto apetito por aprender. Que son quizá las marcas típicas del corredor de fondo en la literatura. Corredores, y no tramitadores ni saltimbanquis, de los que estamos ávidos por aquí. A cada última generación le corresponde, en hora buena, descreer absolutamente de todo; pero sólo a algunos se les concede andar solos hasta el final y encontrar sentido incluso al absurdo, incluso a la muerte. Incluso a la reiterada sensación de que ya se acabó la poesía y nos debemos resignar a lo políticamente correcto o al mercado. Este primer poemario de Quenaya actúa como un inesperado conjuro frente a todo aquello.

Hoy, a la salida de su segundo poemario: Los discutibles cuadernos (Lima: Praracaídas/ Tribal, 2012), nos reafirmamos en nuestras palabras de aliento al joven poeta y filósofo peruano; “Canción”, lleva por título uno de los textos del presente poemario:

 

Procuro grabar aquí una canción parecida a la calma

que hay dentro del pozo. Una quietud de aguas y flores

negras, una sombra rota en miles de jirones, una voz de

mujer rebotando en las paredes, una forma que el tiem-

­po ha detenido y queda abierta. Una permanencia que

es como el corazón. Una estridencia, un resquicio, una

visión. Una alegría. Una espuma lenta cayendo sobre las

cosas que atestiguan que además de mí, el mundo eres

tú el bólido apagando y encendiendo cada día y cada

noche. Lo más negro y lo más hondo que es apenas una

velita delante de tu cara.

Los discutibles cuadernos, a modo de una crítica a la poesía pura, a la poesía acabada o sin fracturas o, incluso, sin desniveles.  O crítica a la poesía, a secas. Boutade, palimpsestos, homenajes en sotto voce a poetas de pocas aunque hondas palabras (Rafael Cadenas, Eielson, Luis Hernández).  El poeta mira su pozo, su propia garganta, y entre los líquenes que ilumina encuentra un tú (un otro) e intuye una epifanía.  Todo es debatible y, de por sí,  endeble –las palabras, las lecturas, el tiempo que vamos viviendo– menos aquello; pareciera mostrarnos y no querer argumentar Carlos Quenaya: aquello es la epifanía.  Este es el tema y la apuesta del poeta esta vez.  Valgan verdades, la apuesta fundamental de la poesía y la literatura toda y de siempre.  Epifanía en tanto anagnórisis o encandilamiento; no da lo mismo, pero al final es exactamente igual.  Un salirse, al menos por un no determinado lapso, de la razón, los sentimientos, los roles sociales; y encontrar la poesía.  O dejar que ella nos encuentre, más bien.  Se deje encontrar y no nos pida nada a cambio, salvo la alegría.

De modo complementario, toda crítica a la razón, en América Latina, es también una crítica cultural.  Y, así sucesivamente, una crítica a la educación y, no por último, una crítica política.  ¿Qué hemos hecho de nuestras vidas y de nuestras sociedades usurpándonos el tiempo, el respiro, el descanso, el ocio, para escuchar; entre estas cosas nuestra propia epifanía?  Es parte de los derechos fundamentales del hombre, aunque no conste por escrito.  Salvo, en estos poemas de Quenaya; lugar de llegada y partida hacia otro lugar; estuario; tránsito de la persona poética y el poema acaso hacia una mayor desposición y menor literatura.  Y una misma poesía.

 

Puntuación: 5 / Votos: 14

Comentarios

  1. Antonio De Saavedra escribió:

    Recomiendo mucho la lectura de este poemario, uno de los mejores que he leído proveniente de las nuevas generaciones de poetas peruanos. Saludos, mi estimado Pedro. ANTONIO DE SAAVEDRA.

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