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Tú me haces volar. Y comprobar, como hace la lengua de cualquier animal, lo mucho que te amo. Apretados contra un muro. Contra la historia que lentamente nos come, que nos comerá sin apenas despeinarse. A ver, en orden. Todo el cromatismo del amor que he conocido. Y entre todos ellos uno. El que menos amo. El que todos los días me hace aprender a amar. El que voluntariamente me encuentro amando. Como la tierra o el pavimento sobre el cual duerme cualquier animal.
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Soy de Foz por ahora. Del granizo que nos hace percibir muy cerca al invisible sur. Que nos obliga a leer al granizo de modo distinto y, a la vez, igual al que tampoco nos cae en los andes porque siempre lo evitamos. Cojudos no somos. Más bien hartamente cuerdos y despiertos y políticos y risibles como todo el mundo. Con políticas a mí. Con el amor a mí. Con todo lo conocido a mí. Aparto mi brazo de mi cuerpo y encuentro tu brazo. Un girasol de mi tamaño y sonrío. Hablo a ese girasol como un animal. Porque está allí. Si no estuviera allí no le miraría ni le hablaría. Y porque ese girasol da buena sombra me acuesto a su regazo.
Apartado que acaso formará parte de ACTIVADO, mi próximo libro de poesía…