“Tu pecho blanco / blanco y erizado / una y otra vez”. Pedro Granados.
Tal como César Vallejo o Rubén Darío, sin mencionar a otros grandes líricos del habla castellana, Pedro Granados convierte el erotismo en uno de los temas centrales de su última obra, Poemas en hucha, publicado hace pocas semanas en la capital peruana.
Si Darío clama en su poema, “El coloquio de los centauros”: ¡Oh aroma de su sexo! ¡Oh rosas y alabastros! / ¡Oh envidia de las flores y de los astros!, Granados abandera a Eros en su palpitante poesía que encarna algo muy consustancial en nosotros los mortales: el amor apasionado unido con el deseo sensual.
En el poema “[Definir]” encontramos versos galopantes de una sensualidad a flor de piel, siendo el cuerpo de la amada, en teoría, una amalgama, un abanico de colores y de belleza que deslumbra, pero al mismo tiempo, en la práctica, produce sensaciones de una vitalidad indescriptible: “La espesura de tu cuerpo / teórico practico… ¿Qué te trae así la vida / de entre las sombras?”. Empero, descubriendo, acaso, las energías cósmicas de un amor pasional, Granados es más directo ─o más arriesgado, a decir de Paul Guillen─ con las licencias que se reserva el poeta, porque nada le es ajeno: ni lo existente, ni lo inexistente: “Mi cuerpo se mide / hasta tu útero / y otras palpitaciones, aunque sin especifico espacio… Y tu marco teórico / me lleva el pie, la pinga, el tamaño costado… Y a ratos te follo / Y a ratos te cojo las tetas, / las sopeso así, / goloso y deslumbrado….No definir. No hacer caso de los heterónimos. / Transporte de orgasmo y de alegría. / C’est tout”, culmina el vate en lengua francesa: “Eso es todo”, ¡y punto!
Si Vallejo escribió: “Debajo de ti y yo / tú y yo, sinceramente, / tu candado ahogándose de llaves, / yo ascendiendo y sudando / y haciendo lo infinito entre tus muslos…”, Granados en el poema, “Salvarse por la salsa”, nos ofrece con mayor radicalidad, como decíamos líneas arriba, una evidencia de algo que para muchos o, mejor dicho, para muchas, es una utopía o un tabú: el lado trascendente de la mujer en el encuentro pasional:
Encabúyalo y vuelve y tira.
Como tu paso que al calor
de los muslos de la hembra
va y viene. Sin amordazarla.
Permitiendo que se defienda.
Midiéndola sin medirla.
Un tirabuzón común descorchando
al pasito
las vastas ofrendas de la noche.
Una comunidad donde el error
se supera a punta de ritmo.
Y donde dos son uno:
hollándose y atravesándose
a pesar de las sombras.
“Midiéndola sin medirla. / Un tirabuzón común descorchando / al pasito / las vastas ofrendas de la noche”, representa, sin lugar a dudas, los versos que abrillantan de manera singular, Poemas en hucha.
Erotismo y sensualidad mantienen una unidad vital, hot y explosiva, un deseo universal que el poeta traduce de manera extraordinaria: “Y una mujer muy hermosa / Me ha esperado / Con sus caderas de péndulo / Contra mi vientre / Con su cadera y su leve / Compás / Allí donde uno / Es un hombre muy feliz”.
Sin embargo, Poemas en hucha es una obra donde la subversión poética de Granados también tiene que ver con la misma poesía y por supuesto, con los poetas. No cree en la superficialidad, en el “maquillaje” de la poesía del cubano José Kozer o del chileno Raúl Zurita, quienes “no son poetas. Jamás lo han sido. Su obra es un desperdicio de tiempo”. Considera que no son más que simples creadores, es decir, “Voceadores `profesionales / Demiurgos al centavo” y que, al fin y al cabo, es mil veces preferible creer en la anti – poesía.
Pedro Granados, uno de los poetas más representativos del Perú y de Latinoamérica, enarbola en su canto de manera nítida e invariable, una protesta convertida en lucha por la dignidad de los hombres que cultivan la lira: “Denle su dinero al poeta, su lugar / en este no lugar. Él sabrá convertirlo, / de manera puntual, en incienso muy fino”.
He allí la voz granadina que surca los cuatro vientos universales. He allí el poeta rebelde que nos entrega a través de su obra, la magia de sus versos anidadas con ese algo que brota como manantial en nosotros y que paso a paso entregamos a la amada, como un susurro.
"Mi cuerpo se mide hasta tu útero"
Simplemente genial!