La mirada suele ser una gran esperanza para nuestras palabras; también, lo es la palabra misma y lo son a la vez, ambas, como contenedores de la realidad que queremos dominar o huchear, abuchear…, al fin y al cabo toda lucha es humana y toda poesía siempre el cuerpo del delito.
Poemas en hucha, de Pedro Granados (Lima, 1955), no solo contiene la voz iconoclasta que recorre las páginas de la mejor poesía y el quebrantamiento de las fórmulas para rehacerla sino la libertad de la naturaleza creadora del texto (en un espejo). Hay que entenderlo como un guiño dentro de los espacios y discursos posmodernos. ¿Qué es el papel, un poema, un libro sin la entraña o las contemplaciones de una ideología, de una postura frente a las cosas nombradas por el Otro (Sociedad, conocimiento)? El libro como pieza de orfebrería sostiene otros elementos, y aquí el lenguaje es materia prima, instancia y horizonte del demiurgo, contrariedad y salvación. Esa conciencia sinuosa para muchos es peligrosa, pero ¿quién no aborda los riesgos en poesía? y pretensiosa en otros casos pues convierte al poeta en un cuadriculado más de la hoja inventada. Prefiero destacar la máscara, el objeto nuevo y consciente que nos regala la cadencia y la brevedad de las imágenes. Una denuncia de las sensaciones y un recuerdo cotidiano de la modernidad en su elucubración como texto. En otros casos la poesía es.
Sobre el cemento fresco (pág.13), Yo también he recibido (pág. 45) Tocar todas las cuerdas (pág. 89) arriesgan en contener la beligerancia de una emoción confrontada con la realidad y los estereotipos de la convención occidental (amor, muerte, soledad, fraternidad), pues alteran el discurso y el destino de la vida como un recipiente en qué reflejarnos todos. Esa voz infidente de la poesía que proyecta el lado oscuro de su existencia están intactas y desoladoras en muchas páginas; Granados sabe y defiende, apuesta y escribe desde la forma más lograda de la poesía.
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