Ante la evidencia de la sumisión de cierto tipo de literatura a su soporte, quizás fuese deseable el desarrollo del soporte a consecuencia del de la literatura, mucho menos habitual pero presente en la aparición del cómic y también en el de cierto tipo de videojuego que, a su vez, empieza a producir efectos en la literatura. Puesto que toda nueva tecnología revierte en la tecnología que la precedía desnaturalizando su relación con el mundo (como sucedió con la aparición de la fotografía, que desligó a la pintura de su obligación de representar y dio paso a la experimentación pictórica, y el cine, que abrió la puerta a las vanguardias literarias), también es posible que la producción de textos en la Red y su lectura en pantalla acaben otorgando a la literatura la libertad inusitada de ya no tener que ser la memoria de nada, pero tampoco el desaguadero de las aspiraciones y los proyectos fracasados en el presente, que algunos atribuyen erróneamente a un futuro del que nada sabemos aún. Aunque a menudo dirimimos nuestros argumentos literarios apelando a una cierta posteridad que pondrá las cosas en su sitio, no hay ninguna certeza de que la posteridad no vaya a estar tan perpleja como lo estamos nosotros; tampoco, de que llegue algún día.