COMO EL VINO
Me romperé
En la copa destrozada
La vocal sedienta
saciaré
El rompimiento me dará un lugar para amarlos
¿Y estos vidrios?
Oportos fragmentos.
Videamos en Fitzcarraldo
a M, que vuela
Klaus se descuelga
Y resbala
De la arenilla al río
Los pájaros se esconden
La flauta encandila
En tu sala oímos la carrera
El pie descalzo junto al otro pie descalzo
Corriendo por las paredes
Las aguas líricas
(Arrodillado frío
Que no puede sino perderse
Entre esos cabellos plateados)
Toda nuestra oscuridad peruana
Frente a sus ojos
Inundan la sala
Suben las gradas
Anegan la noche en la azotea
Con luciérnagas.
De piedralaventaelcielo (Lima: Paracaídas Editores, 2011) Poemario excelentemente estructurado; es su mérito primero, mas no el único. Y por lo menos dos poemas absolutamente logrados y para las antologías de poesía peruana de antes y de este siglo que ya se embala: “COMO EL VINO” y “Videamos en Fitzcarraldo”. Aparte de, por momentos de modo sutil y muy sugestivo, lograr la atmósfera gótica, el chorro de aguatinta… a Drácula mismo en compás de súbita toma de conciencia… Sin duda, creemos que, por fin –conocemos los versos de Pablo desde hace algún buen tiempo– ha perfilado en piedralaventaelcielo su propia entraña como poeta. Ha dado con su propio hilo de Ariadna para llegar hasta el Minotauro que, obvio, son ambos dos hologramas de él mismo. La cuestión que sigue, tácito también, no es la más fácil… “temo el hacer que impone la lenta poesía”, nos dice Martín Adán, y muy lamentablemente –para los que han creído que el asunto va de otro modo– acierta.
Mérito o socorro, muy particular, el encontrar nuestro hilo de Ariadna en el lugar de enunciación de la poesía de Pablo: América Latina, el Perú, Lima, la PUCP (¿todavía?), por lo general son lugares donde no se sabe leer poesía. O no se puede. O no se debe leer y sí dar paso y audiencia a los confundidos –discípulos y maestros– de este, para colmo de males, tan mal remunerado mundo literario: “Toda nuestra oscuridad peruana/ Frente a sus ojos/ Inundan la sala/ Suben las gradas/ Anegan la noche en la azotea/ Con luciérnagas” (“Videamos en Fitzcarraldo”).
Pablo no es un auto-confundido, manipulado o patéticamente arrogante más; es un tipo que busca… y encuentra. Prueba de ello la da este estupendo poemario, garra negra a punto de atacarnos.
Visceralmente; Tierno…..
No he leído todo el trabajo de Pablo Salazar pero estoy seguro que no te equivocas en nada. El buen gusto nunca se te acaba.