Keiko pasó a la segunda vuelta por la conexión entre su padre preso y el Inca cautivo por los españoles en Cajamarca. Para muchos peruanos, especialmente pobres y de la zona rural, su comandante sigue siendo Alberto Fujimori y no Ollanta Humala; en paradójica y post-moderna carambola de la metáfora acuñada por Tito Flores Galindo en su célebre ensayo, Buscando un Inca. Parecieran no importar los delitos, de lesa humanidad, ni los cuantiosos robos. ¿Pesaban a la hora de reconocer el poder del Inca sus excesos? ¿Solución? Suelten ahora mismo, de mentirijillas nomás, al padre de Keiko y asunto solucionado; estos últimos pierden la elección del 5 de junio y, entonces, el “Chino” que renunció desde el Japón por fax a la presidencia del Perú vuelve a la cárcel. Pero, hoy por hoy, qué nos hacemos con el otro comandante, vestido ahorita mismo, si no de franco, sí al menos de civil. Eso piénsenlo, evalúenlo y escríbanlo ustedes mismos, queridos compatriotas peruanos, apelando a la mitología o al cálculo de intereses –trans-nacionales y locales– más racional posible.
Misiva de Juvenal Agüero–a través de un medium– en su nueva novela breve, La garganta del diablo, ya la quinta y ambientada esta vez en Foz do Iguaçu.