El oxímoron vallejiano, a diferencia de la dialéctica de Hegel [“ordena lo real al pensamiento como forma del saber organizado” (Goodzich 33)], respeta la “diferencia” o alteridad de las cosas. En Trilce, Vallejo no es dialéctico; es, más bien, rizomático y místico.
De aquí la actualidad “teórica” de Vallejo, que se acerca más al estudio de las antinomias que la dialéctica: “en la dialéctica los términos en oposición se distribuyen a lo largo de un eje siempre jerárquicamente orientado, de modo que el resultado de la oposición se decide tan pronto como ésta es identificada, mientras que en una antinomia no existe semejante eje y el esfuerzo del pensamiento se dirige a la determinación de las posibles relaciones entre los términos de la antinomia” (Goodzich 33)
En ilustrarnos, pues, su particular “esfuerzo del pensamiento” sobre las antinomias estriba la poesía del peruano. Pensamiento que involucra por cierto, y acaso en primer lugar, preguntarse por la sociedad profundamente dividida y multicultural de la época y del país –luego el mundo– en el que le tocó vivir. Deteniéndose en cada fragmento de éste, aquilatándolo en su pasado y en su presente; y también en su misterio, aunque no como parte de la encandilada incógnita del modernismo hispanoamericano, sino como potencia o utopía: callejones de más vida, salidas eficaces para burlar la fatalidad y la muerte. Pero, ojo, no es posible considerar a Vallejo en la órbita del multiculturalismo contemporáneo ya que éste, en los términos que vamos enhebrando, es dialéctico y se halla monitoreado de modo unilateral. Es decir, el diálogo inclusivo o de mutua tolerancia que promueve supuestamente el poder se halla, como sostiene lúcidamente Gianni Vattimo, viciado o contaminado de sospecha. Y tampoco podríamos entender el radical rechazo de Vallejo a la homogeneización, si no concebimos allí un lugar de opción o libertad –¿sexual, de género?– también para la mística de las personas y, por qué no, también de las cosas u objetos en apariencia más insignificantes e inertes. ¿Mística de los objetos?
Al interpolar estas coordenadas vallejianas a nivel de los urgentes acuerdos sociales de orden político, entendemos claramente su pertinencia y virtualidad productiva. No homogeneizar; pero tampoco –con igual énfasis– heterogeneizar de modo unilateral, fundamentalista y autoritario. ¿Heterogeneidad cultural y homogeneidad teórica?, se planteaba ya, de manera sugestiva, Ottmar Ette. Al recorrer hace poco de sur a norte el interior del Perú, nos planteamos una pregunta acaso incluso más elemental: heterogeneidad u homogeneización: ¿desde la pobreza extrema?, ¿desde el cerro insólitamente torneado o el indiferente desierto?, ¿desde el mall ascéptico o nuestros inalienables olores? ¿desde una historia donde la mira va puesta en la inevitable tristeza o en la fugaz alegría?
Celebrando, de joroba, el cumpleños de Vallejo que fue ayer, 16 de marzo.