Avispas y pájaros
beben de la misma fuente.
Así mi corazón
–sapo y picaflor–
se te acerca.
Mi viaje a México ha sido inevitable.
Con un alma soy un ave,
con la otra husmeo en los rincones.
Óyeme resumir este duelo de espadas.
Mírame espesarme en estos minutos frágiles.
No hagas que sea inútil, que sea ridículo
decirte esta verdad a medias. La verdad de mi amor.
Interpreta mis labios, pues, lee en mis ojos.
Sustrae del tiempo como de un árbol
–como de una rama–
el fruto rojo de mi amor.
De Pedro Granados, El fuego que no es el sol (Antología Personal 1982 – 1992) (Lima: Ediciones de los Lunes, 1993) p. 71.
Escrito en el Museo Rufino Tamayo (Oaxaca) en 1992.