*
El sol del crepúsculo
no es un juego de niños
son enormes llamaradas
y explosiones terribles.
Pero no le da la voz.
*
La noche va cayendo
en mi pecho
como jalea en un frasco
pequeño y transparente.
Quema la noche.
*
A la distancia
frondosos árboles
ocultan la avenida.
Parece que todo terminara
y convergiera en ese verde.
Pero no es así.
Incluso en la ciudad
la tierra es redonda.
De Vía expresa (Lima: Instituto Nacional de Cultura, 1986)
Lo dedico al “Hubbe”, hoy 23 años después de publicado Vía expresa, porque sus versos intentaron traducir, tal como aquel telescopio para los astrónomos, algunas aporías de la percepción –de lo cósmico y de lo humano– sólo captadas una vez sumergidos en la ávida curiosidad por el espacio y a una velocidad vertiginosa. El cuidado de la edición de Vía expresa estuvo a cargo de Jaime Urco; el diseño de la carátula, a cargo de Octavio Santa Cruz; y las fotos (de la portada y de este servidor) las desarrolló María Cecilia Piazza. Por lo demás, quizá cabe añadir que este libro parece habérselo tragado un aunténtico agujero negro; no por agotado, que lo está desde hace tiempo, sino porque no figura en los catálogos dizque actualizados del propio INC.