No escribo a menudo.
Mi cabeza, mi pelo al rape,
lo hace por mí.
Canas y trinches minúsculos al viento.
Así escribe. Así no escribo
ni deletreo.
Una cabeza parda a través de la noche.
No basta el amor de Dios
ni de nuestra madre.
Ni el de todos los hombres
y el de todas las mujeres. Juntos.
Frente a las aristas cortantes
y los acantilados y los abismos
del mar justo sobre nuestra cabeza. No basta
que por un agujero entre sigilosa nuestra fe.
Ni que un relámpago, fulminante,
sean de pronto nuestras más íntimas convicciones.
Una cabeza viaja por el espacio sideral.
Tapón de la vía láctea.
Y en dirección contraria al universo.
De Soledad impura (2009)