Me puse mi tapabocas
y me dispuse a salir
para jugar arrancones
con los taxistas y los
microbuseros.
Así es que enfilé
directamente hacia el
zócalo.
Estuve a punto de chocar
con un microbusero
cuando me pegué de costado
a su vehículo,
el operador lanzaba espuma
por la boca.
“¡Bájate cabrón!” -me dijo,
“¡A ver si eres tan bueno,
como la gripe del puerco!”.
-insistió.
El operador detuvo la cosa
y se bajó del microbús,
pero yo aceleré.
Se quedó lanzando maldiciones
pero gané otra vez.
Me detuve junto al bar
“Iguanas ranas”,
para tomar una cerveza.