La gripe del puerco/ Edgar Artaud

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Me puse mi tapabocas
y me dispuse a salir
para jugar arrancones
con los taxistas y los
microbuseros.

Así es que enfilé
directamente hacia el
zócalo.

Estuve a punto de chocar
con un microbusero
cuando me pegué de costado
a su vehículo,
el operador lanzaba espuma
por la boca.

“¡Bájate cabrón!” -me dijo,
“¡A ver si eres tan bueno,
como la gripe del puerco!”.
-insistió.

El operador detuvo la cosa
y se bajó del microbús,
pero yo aceleré.

Se quedó lanzando maldiciones
pero gané otra vez.

Me detuve junto al bar
“Iguanas ranas”,
para tomar una cerveza.

De Reinventar la poesía

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