Madre, tú que eres el aliento mismo,
el agua de la fuente.
Se partió todo. Se partieron.
Fallamos. Pisamos el palito
innumerables veces.
Tú que eres la voz y la mirada.
Y la promesa.
Espántanos estos diablos, vamos.
Esta mediocre ficción.
Tú que eres la quilla allá,
el orgulloso velero.
Sálvanos de la muerte y de la vida.
De esta muerte y de esta vida.
Ave abierta, desplegada.
Tú que evitas nos volvamos
irremediablemente intratables.
Madre, tú que eres el sueño
y el consuelo. Y la dicha.
Y las palabras.
De Desde el más allá (Lima: Ediciones corza frágil, 2002)