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Lo más chic es no tener nada.
Y lo más honorable
no escribir ningún poema.
Esto ya lo sabíamos.
Pero como somos ganapanes,
y potencialmente innobles,
a todo lo opuesto
nos aficionamos.
A cultivar estas letras
–paulatinamente–
con el oscuro deseo
de transmitirlas a otros.
De acumularlas, eventualmente,
sobre algún impávido estante.
De hacer inviable la distinción
e invivible
nuestra historia moral sobre la tierra.
De Soledad impura (inédito)