TALLER DE NARRATIVA: Hora PUCP/ Aldo Ponce Antinori

LIT 114: TALLER DE NARRATIVA (2007-I) para los EE. GG. Letras, como su nombre lo indica, es un espacio para ensayar la práctica y la reflexión sobre la propia escritura; en el caso específico de la sección del Taller que hemos asesorado, aquélla vinculada a la composición de una novela breve por parte de cada uno de los alumnos. En este sentido, y no sólo porque la novela es un género literario abierto por antonomasia y que admite o puede integrar virtualmente a todos los demás, el lector se topará generalmente con textos híbridos. Este carácter experimental e inclusivo de la novela ha sido el perfil aprendido y debatido constantemente entre el profesor y los estudiantes. Y ahora el lector lo tiene a su alcance. Sólo cabe precisar que hemos sido profesores, mas no editores; es decir, la responsabilidad de la presentación de estos trabajos –por ejemplo, la ortografía– corre por cuenta irrestricta de los talleristas.
Asalto PUCP
Hora PUCP
Estábamos en clase de Física General en un aula de estudios generales, escuchando al profesor y sus recurrentes frases, haciendo mofa de ellas sin que se diera cuenta.

– Yo diría que el problema está resuelto, la respuesta es inmediata
– La respuesta es inmediata –remendándolo casi instantáneamente-
– Jajaja
– Shhh! Cuidado Renato, que te escucha y te friegas
– No creo Jorge
– Ahora pasemos a otro tema, uno bien sencillo
– Uno sencillo –nuevamente-
– Bien sencillo, te faltó eh, jajaja
– Pero por ahí va
– A ver esos alumnos, se retiran de la clase por favor
Silencio total. Hicimos un par de gestos como preguntándole ¿quiénes?, ¿nosotros?

– Sí, ustedes señores, los tres, ya, de una vez
– ¿Nosotros? –ahora en voz alta
– Sí, quiénes más –mirándonos con esos ojos aterradores- los espero, no tengo apuro –ya nos hacíamos de la idea que no había forma de convencerlo a perdonarnos- No seguiré con la clase hasta que se hayan retirado -Esperen ahí afuera.

No nos quedó otra que hacerle caso, estábamos furiosos, jamás creímos que sus amenazas eran ciertas, creíamos que era un profe de esos que ladraban nomás, pero este era uno que mordía.

– Oe Luis, ¿por qué no lo sacó a pedro? – Ya afuera del salón-
– Se hizo el huevón y seguro que nos miraba como diciendo que no nos conoce
– Jajaja, como siempre
– Oigan, vamos a la rotonda un toque
– Pero el profe dijo que esperáramos
– ¡Que chucha!
– Pero luego nos puede…
– No han pasado ni dos semanas de clases, ni se va a acordar de nuestras caras
– ¿Quién sabe?
– No seas maricón, vamos
– ¿Para qué?
– Fácil encontramos gente por ahí
– Ya, ya vamos

– Rocío, más tarde vamos a Plaza, después de almuerzo, tengo que comprarle un regalo a Manuel y soy malísima para escoger.
– Si te refieres a la camisa a cuadritos que le diste el año pasado, tienes toda la razón, o al bolso verde brilloso con bordados en dorado de dragones chinos que me regalaste en mi cumple…
– ¿No te gustó?, oye qué mala eres
– Es la verdad, pero la mala eres tú, para elegir, pero bueno la intención es la que cuenta, aunque no para tu novio, eso puede traerte problemas, mira la otra vez estaba…
– Ya, cálmate, no vas a empezar con tus historias de nuevo, solo quiero que me ayudes esta vez, es que me gusta todo lo que me das cada año
– Oh, qué linda, gracias,… verdad, ¿Cuánto tiempo ya llevas con él?
– El veinticuatro cumpliremos dos años
– ¡Pero es pasado mañana! ¿Por qué esperas la última hora?
– Es que…
– Hay no sé cómo pueden durar tanto
– ¡Oye!
– No mentira Lucianita, es una broma, jajaja.
– Cuándo no tú y tus ocurrencias
– Voy por un triple, no he desayunado, ¿Quieres que te traiga otro café?
– No, gracias, con este es suficiente, más bien tomate otro tú.
– Ok, ya vengo.

No había mucha cola en la cafetería de arte así que Rocío regresó casi inmediatamente

– mmm… que rico
– no te ilusiones, es todo para mí, jajaja no mentira, toma un poco
– ¡oye!, mala
– Jajaja, y cómo es, ¿Qué cosa le piensas regalar?
– No tengo ni idea, por eso necesito que me ayudes
– No sé, ¿qué le gusta?
– El juega ajedrez, le podría regalar un tablero
– No seas monga, ¡¡como vas a regalarle eso!!
– Entonces ¿qué?
– Pucha, un reloj, un perfume, sería buena idea

– segundo piso señorita
– pero en la maquina dice
– no tenemos ese código aquí
– lo siento, soy nueva
– no se preocupe – (se nota), pensó-

Subió las escaleras y miró hacia arriba, wow, dijo al apreciar los tres pisos que tenía y cada uno tan lleno de libros que no se imaginaba ordenándolos por código como lo hacía en la biblioteca de su escuela. Mientras avanzaba comenzó a hacer cálculos aproximados de cuánto le tomaría realizar dicha tarea.

– Buenas tardes, para sacar este libro
– sí, un momento por favor, déme su carné

El jóven se fue y se metió entre los estantes, mientras ella observaba como se paseaba por todo esa mini ciudad, de mudos habitantes esperando a ser elegidos.

– Rodríguez, Silvia, ¿Es este el que quiere?
– No, ese no, el de Francisco Izquierdo Ríos por favor
– Tiene que respetar los puntos y espacios, sino se confunde con otro libro
– Ah ya, no sabía
– Sábado, mediodía
– ¿Tan poco tiempo?
– Así es para todo el mundo, salvo los libros de facultad que se prestan a los de generales solo por un día.
– ¡Ah!, gracias

Antes de retirarse se dirigió al baño del segundo piso donde se encontró con otra chica, de su colegio, lamentando más tarde, el inoportuno encuentro.

– ¡Jéssica!
– Hola Silvia ¿qué tal? ¿Cómo estás?
– Bien, un poco desubicada pero ya me acostumbraré y tú ¿cómo andas?
– Súper bien, un poco nerviosa pero chévere
– Ah, qué bien
– Un día de estos hay que quedar para almorzar –arreglándose el cabello-
– Ya, bravazo, ¿cuándo puedes?
– Mañana a la una
– ¿Mañana, Viernes?, no puedo, tengo clases de una a tres, ¿no puedes a las doce?
– No, yo salgo de clases a la una
– ¿Los martes?
– ¿A las doce?
– Sí
– ¡Ya!, yo salgo de clase a las doce
– Yo también
– ¿Sí?, chévere
– Ya pues entonces almorzaremos todos los martes
– Sí, qué bien, oye, sabes algo de Sandra o Mariana
– Ah sí, ahora te cuento…

– Su carné a la mano, señores muestren su carné, buenos días, buenos, días
– Buenos días
– Buenos días, adelante

– Voy a una charla en esta aula
– Por el otro lado señor
– Pero tengo invitación
– Está bien pero tiene que entrar por el lado de visitantes
– ¿Por dónde?
– Por ahí…
– gracias
– adelante

– Ves, no hay nadie en la rotonda, te dije
– ¿Y qué?, hay que vagar
– Vamos a la clase de otro profe pa no perder este tema
– ¡Fuera de acá!
– Vamos afuera a jugar Dota
– La voz
– No, no, no
– Ya pe Jorge, o arrugas
– Si yo los destruyo solito a los dos
– Que hablas oye si la otra vez te dimos duro
– Porque jugabas con Fernando, ese pata es un viciosazo
– Jajaja, vamos ahora pues, un versus
– No, ahorita no, en la tarde
– Ya, ya
– Oigan, no se pasen pues, mejor hay que…
– mira, ¿qué es eso? –veían a lo lejos como una decena de hombres vestidos insólitamente desfilaban por el tontódromo con pistolas y metralletas, al comienzo pensaron que era un número de actuación de los jueves culturales e intentaron acercarse a ver que pasaba.

Lentamente se aproximaron a ellos manteniendo la distancia, pues no tenían la certeza de lo que eran, era una mañana fría, con una neblina intensa, nada a su alrededor. Poco a poco se iban desplazando hasta que llegaron al cruce del pasillo con la arteria principal de donde podían observar mejor a estos sujetos.

No parecía espectáculo alguno y además no había público que aplaudiese, el temor los hizo ocultarse detrás de una columna, una redonda y ancha que permitía que viesen el hecho con resguardo pero no los alejaba completamente del peligro.

– mejor vámonos, esto no se ve nada bien
– tienes razón, yo no quiero que me pase nada
– no sean gallinas, hay que averiguar qué es esto
– tas fumado, yo sáfo
– yo también
– váyanse pues, maricas

Uno de los armados observó a estos chicos y volteó dirigiéndoles una intensa mirada, se podía apreciar la cólera que irradiaba en su rostro y no dudó en sacar su arma, apuntar hacia ellos y hacerlos correr como nunca lo habían hecho en su vida, salieron a toda marcha por la puerta de ciencias sin advertir a nadie y siguieron corriendo hasta plaza San Miguel.

– ¡Qué diablos fue eso!
– no sé, ni quiero saber
– ¡que feo carajo!
– puta yo me largo
– yo también
– (ya se había ido)

Nunca más se les volvió a ver por la católica.

– ¿Un perfume?
– Por supuesto, Lucianita, eso es mejor que cualquier otra cosa, además con el apuro no vamos a tener tiempo de pensar en algo sofisticado.
– Tienes razón, ¡ah!, y que no sea muy caro porque no soy muy adinerada que digamos
– Eso no es problema, yo conozco una tiendita por ahí donde venden de todo y no es nada del otro mundo
– Ah ya, qué bien, ¿que clase tienes ahora?
– Teología
– Wow, ¿y, te gusta?
– Sí, al comienzo era chévere pero luego con todo este lío de la iglesia, los profesores no han estado enseñando las teorías de la teo de la liberación
– Y dicen que no tiene poder para administrar el currículo.
– Exacto, eso mismo, es una vaina todo esto

– ¡Cierren las puertas, escóndanse, nos van a matar! – gritó una chica desesperada al ver la escuadra armada acercándose hacia ellos. Las pocas personas que estaban por el lugar corrieron inmediatamente hacia adentro del local, cerraron las puertas mientras prestaban atención a cada movimiento de los encapuchados.

Voltearon las sillas y algunas mesas del lugar y las colocaron contra las puertas, armando especies de barricadas o trincheras para defenderse, a pesar que no podían contra armas de fuego, buscaron en la cocina todo tipo de instrumentos que pudiesen servir, cuchillos, sartenes, ollas para cubrirse vanamente.

Unos muy valientemente se preparaban para el ataque, aunque sabían que iban a morir, pero querían pasar a la historia como héroes de la PUCP o algo así. Otros, la gran mayoría, se ocultaron en la cocina o en el fondo del lugar mientras llamaban por celular a sus padres.

– Aló, mami –llorando lo más silenciosamente posible-
– Dime hijita ¿qué pasó?
– Han secuestrado la universidad, parecen unos terroristas con ametralladoras y nos quieren matar, por favor, ayúdame, no quiero morir, llama a mi tío coco, que traiga a los policías y nos salven por favor mamá- llena de miedo-
– No puede ser hijita, diles que les vamos a dar toda la plata que quieran, ahorita llamo a tu papá para que vaya al banco pregúntales cuanto quieren, que no te hagan daño hija
– No sé mami, tengo mucho miedo, no sé no sé.

– Aló, pa
– Te escucho, hijo
– Han entrado unos hombres, no te alarmes, todo está bien
– Pero qué, ¿cómo así?
– Nadie sabe cómo ingresaron, simplemente están aquí, solo llamaba para decirte que estoy bien y que se están alejando de la cafeta de arte
– ¿Para dónde van? ¿A la tesorería?
– No, ya la pasaron, no lo sé realmente, parece que al CAPU, a la Biblioteca Central, Letras, no te podría decir.
– Quédate ahí, cualquier cosa me vuelves a llamar

Luciana entró en una crisis nerviosa, Rocío tuvo que hacerla pasar jalándole las prendas, sino se quedaba en las mesas de afuera exponiéndose al peligro. Ya en el interior nadie trataba de reavivar a la pobre chica que había caído desmayada segundos después del incidente, excepto Rocío. Solo después que estos sujetos pasaron de largo y la tensión disminuyó, algunos se sumaron a auxiliarla.

– Por favor, alguien ayúdenme, esta chica padece de una enfermedad
– Lo siento tía, ¿no sabes lo que acaba de pasar?
– ¡Que miércoles me importa! mi amiga está delicada
– No cuentes conmigo brother, digo sister
– ¿No te importa los demás acaso?, ¿solo piensas en ti mismo? Ten un poquito de compasión, mírala, ella no puede hacer nada, tu si quiera estas conciente
– Bueno
– Sostenla aquí, así
– Ya
– Sientes algo
– No, parece que no respira
– Hay que sacarla de aquí, rápido
– Ah, no, en eso sí no me meto- ella levantó la vista remisamente, hasta encajar sus ojos con los suyos, una mirada penetrante de odio y resentimiento, que dejó al chico amordazado quien no lo soportó y se alejó de la escena.

La situación era grave, Luciana estaba inconsciente y parecía no respirar, tenía que ser llevada inmediatamente a un centro médico y Rocío la intentó sacar de la cafeta pero los demás le impidieron el paso, le decían que iba a arriesgar su vida y la de su amiga si avanzaba un centímetro más. Pero su obstinación rebasó todos los límites y empujó como sea a la muchedumbre, saliendo desesperada sin saber que andaba a solo a unos metros de los tipos.

Al llegar al centro médico de la universidad, encontró la puerta cerrada con gente asustadísima en el interior, bien al fondo, escondidas y no le quisieron abrir la puerta por nada del mundo, ni si quiera se acercaron a hablar con ella. Irritada, dio media vuelta y rodeó la manzana para alcanzar la puerta trasera, la cuál estaba increíblemente abierta, recorrió el pasillo alzando a su compañera en brazos mientras gritaba por un doctor.
Nadie la escuchaba, o por lo menos, eso pretendía aparentar, estaban arrinconados detrás de la ventanilla de atención amontonados y en silencio incondicional. Algunos la miraban extrañamente, con una cara de no me hagas nada mientras otros ni se dignaban a saber quién era esa intrusa que acababa de llegar.

– ¿Quién de ustedes es doctor?- ni un susurro-
– Es urgente mi amiga está en trance y necesita ser atendida por un ¡maldito médico! Usted, salga de ahí y venga a curar a mi amiga, ¡en el acto!
– No, por favor, tranquila, ya voy, ya voy

La llevaron al segundo piso y la pusieron en una camilla donde la lograron estabilizar, aún estaba durmiendo pero estaba mejor. Luego de eso Rocío y el doctor compartieron la mirada, sin dirigirse una sola palabra el uno o el otro, por una parte debido a la lenta reacción de este pero buena voluntad, lo que ella trataba de agradecer, sin embargo el miedo en la mirada del hombre de salud se reflejaba claramente pues ni él ni nadie sabía quienes eran los agrupados ni que tenían en mente. Permanecieron así por lo menos una media hora hasta que Luciana despertó.

– Sandra postuló a la de Lima y la hizo
– ¿sí?, ah qué bien mira ¿y Mariana?
– Está trabajando en un stand
– ¡¿En un stand?!
– ¡Sí!
– ¿cómo es eso?, en donde
– Hay una feria por San Borja y está vendiendo sus aretes y llaveros
– Ah ya, jajaja
– ¿Y sigue con Renzo?
– No, para nada, terminaron porque ella dice que no tiene futuro
– ¡¿Cómo que no?!
– ¿Un músico?, ¡por favor!
– Oye, el talento te lleva lejos
– Pero aquí no pues mamita
– Bueno pero lo bueno es que ya no está con ese patán
– Sí, ya no está llorando a cada rato, me tenía hinchada cada vez que me llamaba
– Sí, a mí también, no la soporto
– Yo menos, que Renzo por aquí, que hizo esto, que no fue adrede
– Y al final lo perdona
– Ah, más tonta, con esta ya cuántas veces que terminan
– Como diez, pero esta sí es la última
– Como sabes
– Tengo mis fuentes
– Ya pues, cuenta
– Ya, ya, cálmate, es una historia muy larga, jaja, no mentira
– Ya pues
– Bueno, es que dicen por ahí, dicen eh, que Renzo fue el que terminó con ella
– ¡No puede ser!
– Sí, por eso es, parece que ya se aburrió de ella
– Pobre Mariana, ¿no era ella la que terminaba con él siempre?
– Sí, pero… bueno, me da pena, pero es mejor así

Escucharon un ruido inusual en la biblioteca

– ¿qué es eso?
– No sé, vamos a ver
– no, qué miedo
– vamos
– tú primero

Se acercó a la puerta, giró la manija lentamente y observó detenidamente lo que pasaba alrededor, unos hombres asediaban el lugar, portaban armas de corto y largo alcance, cubrían sus rostros con pasamontañas y no parecían grandes delincuentes, entre todos destacaba uno, que al parecer era el líder, quien además tenía su radio de comunicación en la mano.

Ordenó a todo el mundo que deje de hacer los suyo y que se queden quietos, amenazándolos en todo momento con el rifle. Se acercó donde los bibliotecarios y mandó a sus hombres que los sacaran del lugar y comenzaron a rebuscar por todos los estantes del primer piso, arrojando al piso centenas de libros y documentos y guardando otros en grandes bolsas negras que llevaban consigo.

– que sucede –metiéndose de nuevo al baño-
– no tengo la más mínima idea –ambas murmurando-
– ¿qué están haciendo?
– están saqueando la biblioteca o algo así
– llama a la policía
– no tengo saldo
– y ahora ¿qué hacemos?
– ven, tengo una idea
– que cosa
– ¡apúrate!, no preguntes

Luego se dirigieron al segundo piso, efectuaron la misma acción, otra tanda de libros fue apartada del resto y llevada al primer nivel junto con las demás. Los alumnos observaban como su biblioteca era despojada y desordenada como ningún sismo hubiese logrado por más intenso que fuese.

En el tercer piso encontraron las puertas cerradas, los trabajadores las habían trancado con todo lo que encontraron dentro y se mantenían ocultos detrás de los estantes, no les dio tiempo ni de tomar el teléfono cuando rompieron las lunas y entraron.

– salgan de ahí, ¡de una vez!

No dejaban de apuntarlos mientras salían en fila india asustadísimos, corrían y bajan las escaleras como locos, sin saber exactamente a donde ir. Una vez vacío, voltearon todos los estantes, sacaron decenas de obras, tratados, manuales que encontraban en paso, seleccionándolos y guardándolos.

Lograron recolectar un sin fin de bolsas al primer piso y el jefe ordenó llevarlas al jardín principal, los que quedaron, ingresaron a los cubículos individuales, grupales y zonas de estudio, arranchándoles los libros, no a todos, pero al que cogían le revisaban toda la mochila, fruto de esa acción sacaron un par de bolsas más.

– ahora, todos quietos, ¡nadie se mueva!
– Quédense donde los encontramos y no den ni un paso hasta que nos hallamos ido- repitió otro-
– Idiotas, jeje

Un grupo de ellos se dirigió a la biblioteca de Ciencias Sociales, regresando por el tontódromo y entrando a la facultad. Al cruzar el hall muchos se ocultaron en sus aulas y los profesores eran quienes movilizaban a toda la gente, cerraban las puertas y los preparaban para un inminente ataque, como incentivando a los alumnos a aplicar la teoría.

Pero en vano, se pasaron de largo directo a su objetivo; más textos, los desdichados estudiantes que se encontraban matando el tiempo en la biblioteca tuvieron la mala suerte de contemplar dichas escenas. Algo parecido sucedió en la biblioteca adyacente de Economía, pero las bolsas fueron llevadas al jardín del comedor central junto con estas.

– ya tenemos lo que nos pidió señor –dijo el que tenía la radio, conversando con alguien por este medio-
– están seguros, ¿con todas las características?, ¿revisaste bien?
– Absolutamente, yo mismo supervisé todo
– Perfecto, bien hecho
– ¿Buscamos en las demás bibliotecas, teología, ingeniería…?
– No es necesario, creo que con eso obtendré lo que busco… ¡diablos!
– ¿Qué pasa?
– ya fue, maldita sea, después te explico

Los atónitos estudiantes quedaban boquiabiertos ante esta serie de hechos, se traían algo entre manos, nadie se atrevía a salir de la duda. De pronto se escucharon sirenas, y en instantes decenas de automóviles policiales y ambulancias entraron a la ciudad universitaria por ambas puertas y bloquearon cualquier tipo de salida, todo el perímetro de la universidad estaba rodeado y no había manera que los malhechores huyesen.

Súbitamente los encapuchados dejaron todo lo que tenían y se dispersaron por las diferentes facultades lanzando tiros al aire y hacia los jóvenes, ahuyentándolos, no sabían a donde ir, en medio de todo el caos desaparecieron todos y las fuerzas del orden no llegaron a tiempo para atraparlos in fraganti. Cayeron varios heridos de bala, todos alumnos.

Obviamente se suspendieron las actividades académicas de ese día y se hizo salir uno por uno a todos los estudiantes que desafortunadamente se encontraban en ese momento dentro del local. Llegó la fiscal y luego de atender a los heridos se realizó una minuciosa inspección de todas sus pertenencias y si se descartaban de sospechosos los dejaban libres. Era la primera vez que te pedían el carné para salir, así podían identificar fácilmente a los delincuentes.

Además merodeaban por la zona los infaltables reporteros, quienes tomaban algunos testimonios de las personas que tuvieron un contacto casi directo con los asaltantes.

– yo estaba en la cafetería de arte y vimos como se acercaban a nosotros, creíamos que era el fin, cerraron todas las puertas y truncaron la entrada con sillas y eso, otros sacaron cuchillos, palos, pero hubiera sido en vano; todo el mundo llamaba a sus padres por celular, que desesperación. Una chica se desmayó y la llevaron al centro de salud de al lado, no sé como pudo su amiga, estaba en frente de ellos, no entiendo como se arriesgó tanto.

– Estaba leyendo una separata en el cubículo de la biblioteca central y de repente escucho que todos gritan y unos señores sacan todos los libros, me revisaron la mochila pero no se llevaron nada, no se que querían.

– Caminaba por el tontódromo y vi a estos tipos en el jardín revisando cientos de libros, dije: ¿están dementes o qué?, luego vi que tenían armas y me asusté, me alejé poco a poco para intentar salir solapa pero llegaron los tombos y nos obligaron a quedarnos.

– A mi amiga le dispararon en la pierna, no habíamos hecho nada, ni siquiera sabíamos que pasaba, solo observé que la gente corría a todos lados y no me di cuenta a donde se fueron, llevé a mi amiga hasta las ambulancias y me dijeron que me fuera a otro lado.

Los alumnos se quejaban pues era mediodía y nadie había almorzado aún, y solamente había cinco puestos de revisión, tres para damas y dos para varones, era un caos tremendo pues no había una forma de elegir quien primero o segundo, se hacía al azar, unos reclamaban que primero fuesen los cachimbos, otros querían que se inspeccionara por orden de merito, etc.

La situación se fue agilizando pues llegaron más patrulleros y se implementaron hasta veinte puestos de revisión. Ya había pasado una hora y no habían avanzado mucho que digamos, pues eran más de diez mil alumnos, a pesar que está acción tomaba solamente escasos segundos por persona.

Eran las cinco de la tarde y solamente había dos sospechosos, por no portar documentos, quienes fueron liberados por falta de pruebas y porque se logró identificarlos mediante sistemas de información, finalmente se ordenó una búsqueda exhaustiva en todos los locales internos, salones, baños, auditorios para descartar que alguien haya evadido el escrutinio.

En los baños de diferentes ambientes encontraron uniformes negros y pasamontañas que dejaron los avezados intrusos, pero por más que buscaron no los encontraban, la policía estaba consternada ya que no sabían como habían logrado huir. Volvieron a buscar en todos lados, sin resultados.

Dos chicas estaban ocultas en uno de los baños ubicado en la biblioteca central y se pensó que tenían algo que ver, estaban asustadas, una de ellas muda por completo no dijo una sola palabra sino hasta que fueron llevadas a la comisaría donde las interrogaron

– Nombre y apellidos
– Jessica Vilches Fernandez
– edad
– diecisiete
– ¿Dónde estabas cuando se produjo el incidente?
– Estaba en el baño de la biblioteca central, venía de devolver un libro y…
– En que piso
– En el segundo
– Sigua
– Bueno, me encontré con mi amiga y nada
– ¿Había alguien más aparte de ustedes?
– No, bueno sí, una chica, pero se fue antes de que pasara todo esto
– Entonces solamente estaban ustedes dos
– Sí
– ¿Que más sucedió?
– Escuché unos gritos y salí a ver, habían llegado unas personas que amenazaron a los bibliotecarios con metralletas y me metí de nuevo por instinto, no sabía que hacer y me escondí con mi amiga detrás de las puertas de los retretes, las cerramos con seguro y levantamos los pies, para que no nos vieran, lo último que le dije fue que se quedara en silencio y que no saliera hasta que haya pasado todo. Recé para que no entraran ahí.
– ¿Que más pasó?
– Bueno, después pareció que se había calmado la situación pero no nos movimos, quizás porque pensábamos que podían descubrirnos y seguimos así hasta que se escucharon disparos y más gritos pero parecían de afuera de la biblioteca y de la nada entra alguien al baño y justo se abre mi puerta, quedé totalmente paralizada, vi como un joven se quitaba la ropa y dejaba todo en el piso, se quedó con un polo y pantalón normal y se fue, nos quedamos ahí hasta que ustedes llegaron, teníamos miedo de cualquier cosa.
– Interesante, ¿lo conoce por casualidad?
– No sé, yo solo
– Díganos, ¿quién era?
– No, la verdad que no lo sé
– ¿Nunca lo ha visto en la universidad?
– Bueno, me parece que sí pero no estoy muy…
– Excelente

……

– Esta madrugada la policía logró capturar a uno de los doce sujetos que participaron del extraño suceso presentado en la Universidad Católica la semana pasada, se trataría de un ex alumno de esta prestigiosa casa de estudios, quién afirma que todo fue planeado por un ex abogado jubilado, quién también fue detenido y trasladado a la comisaría de Pueblo Libre para que rinda su manifestación, en unos instantes tendremos más información al respecto. Se desconoce el móvil del asalto pero al parecer no habría interés monetario en absoluto; la secretaría general de la universidad informó que sus cuentas están en perfecto orden al igual que la cede del banco continental ubicada dentro del Campus. Como se sabe los desadaptados no se llevaron nada y lograron huir de una manera impresionante, tampoco se sabe mucho de su ingreso, se cree que tuvieron apoyo de un par de vigilantes pero eso está por confirmarse. Pasemos a escuchar la conferencia de prensa, en la cual el jefe de las águilas negras nos ampliará el panorama.

– Buenas tardes señores periodistas, esta conferencia es para darles a conocer todas las novedades respecto al acontecimiento ocurrido en la Pontificia Universidad Católica del Perú, el jueves pasado, las preguntas, ruego las hagan al finalizar la presentación, gracias. En primer lugar, todos los involucrados son alumnos o ex alumnos de dicha universidad, testimonio dado por uno de ellos quién se encuentra en un proceso de interrogatorio, es por eso que no se les pudo capturar el día del atentado, usaron sus propios carnés universitarios. No hubo pérdidas materiales ni vidas que lamentar, pero existen seis heridos no graves quienes se encuentran recuperándose en diferentes hospitales y clínicas de la capital.

– Ya capturamos a dos implicados directos de este hecho, uno de ellos es un ex alumno de la facultad de letras de esta universidad, el otro, el líder de esta organización. Pronto tendremos a todos los cómplices a disposición de la justicia, su captura es cuestión de horas, ya tenemos los nombres de todos, los cuales mantenemos en reserva hasta recoger sus testimonios.

– Por su parte, el autor intelectual de este asalto es Arturo de la Puente Rivera, este señor, de ochenta y tres años de edad, con DNI 00208519, es también un egresado de la universidad. Planificó todo desde su vivienda, ubicada en un barrio de Barranco, es de una posición económica media y afirma que el motivo de la intrusión es para recuperar un documento que concede la suprema autoría de la Universidad Católica a él. –todos murmuraron de asombro- Afirma, además que es hijo no reconocido del señor Riva Agüero y que…

No completó la frase pues todo el público presente comenzó a carcajear sin cesar, la conferencia fue cancelada y los titulares del día siguiente ya estaban imprimiéndose, fue la noticia más graciosa de la semana y nadie dejaba de hablar de ella, el anciano apareció en todos los medios de comunicación dando su testimonio pero la opinión pública lo tomaba en broma, un loco más en la ciudad, lo parodiaron en el especial del humor y otros programas locales.

Con el tiempo se le dejó en libertad debido a su avanzada edad y por defenderse bien en el juicio, alegando que nunca ordenó alzar fuego contra los estudiantes, solamente generar pánico y de alguna manera hacer que les hagan caso para obtener el documento que nunca encontró. Se dice que quisieron internarlo en un manicomio pero los tests psicológicos no dieron muestras de ameritar dicha sanción, era una persona cuerda pero algo descabellada. Mucha gente duda de la existencia de tal manuscrito, otros creen que autoridades de la universidad lo mantienen oculto por temor evidente a perder la autoridad de administrar sus bienes, etc.

El tiempo pasó y Don Arturo volvió a la tranquilidad de su hogar, con las manos vacías, meditando todo el tiempo los errores que cometió, por qué su plan tan elaborado había fracasado, no encontraba razones para seguir viviendo y ya todos se habían olvidado de él a nadie le interesaba saber más sobre un payaso de circo que ya pasó de moda. Sonó el timbre.

– ¿quién es?
– Disculpe la molestia señor, quisiera saber si tiene un momento para conversar…
– ¡No más periodistas!, aléjese
– No, no soy periodista, por favor déjeme explicarle
– ¿quién eres entonces?- en tono más agresivo-
– Mi nombre es Manuel Ugarte, soy estudiante de historia, de la San Marcos y estoy interesado en la suya
– ¡Sandeces, nadie me cree!
– En serio, por favor, déjeme escucharlo
– Bueno, ya pasa, pasa, que más puedo perder
– Gracias
– Toma asiento, ¿Qué quieres saber?
– Todo, de principio a fin, en primer lugar, ¿quién es usted realmente?
– soy hijo del mismísimo Marqués de Monte Alegre de Aulestia, como ya le he mencionado públicamente.
– ¿Se refiere a Don José de la Riva-Agüero y Osma?, ¿verdad?, solo para confirmar.
– Exacto
– Pero no puede ser
– Claro que sí
– Pero, el no, y su herencia, como es que, ¡vaya!, a pesar de todo aún no puedo creerlo, digo, sí le creo pero me parece impresionante.
– Se lo explicaré con detalles
– Vamos hombre, déle de una vez
– Está seguro que usted si me cree, lo noto dudoso
– Para nada
– Más le vale
– Absolutamente, continúe.
– Mi nombre es Arturo de la Puente Rivera, mi madre es doña Leticia Rivera, esposa de José de la Puente, quién me crió cual si fuese su hijo, pues desconocía, al igual que yo, la verdad. Secreto el cual mi difunta madre no debió ocultar y que casi se lleva a la tumba. Por tantos años he vivido engañado… afortunadamente me contó la historia en su lecho de muerte, con mucho esfuerzo y sufrimiento.
– Me imagino, Siga por favor
– Mi madre trabajaba en el hotel Bolívar, el cual solía frecuentar Riva Agüero en su época de profesor de la Católica, para ese entonces, ella estaba en pleno preparativos de su boda y trabajaba duro para poder tener la fiesta de sus sueños, estaba muy enamorada de quien fue mi padre de crianza, decía que iba casi todos los días a recogerla a la hora de salida; los lunes, martes y miércoles, pues los jueves era su día libre y los viernes trabajaba en el horario de madrugada y que jamás conoció antes al tal Marqués, hasta la noche del viernes veinticuatro de julio de 1925, a menos de una semana de su boda.
– ¡Qué tal memoria!
– Ah, sí, bueno, esa noche hubo una meeting entre grandes intelectuales de la ciudad, de las mejores universidades, en su mayoría humanistas, de los cuales destacaban los historiadores y abogados, fue una reunión sencilla, un par de tragos cada uno, sin exceso, era más bien una tertulia entre los grandes. Mi madre, era la recepcionista del lugar y por cosas del destino fue a parar al dormitorio de uno de los huéspedes de casualidad, cuando de pronto, comenta, ingresó un hombre de impactante presencia, poco cabello en su cabeza redondeada, tez clara, bozo afirmado y un par de lentes. Vestía un traje azul y llevaba consigo un libro bajo el brazo. Mi madre disculpó la afrenta, pero él, todo un caballero dijo que no era ninguna molestia, ella se disculpó de nuevo y preguntó por aquel texto que traía el ilustre. Él con mucho entusiasmo le explicó que era una de sus obras más recientes sobre la historia del Perú y con facilidad, le leyó el libro prácticamente de memoria de una manera tan extraordinaria que dejó a mi madre impresionada por la inteligencia de aquel hombre, sin saber siquiera su nombre. Dice que la noche era frágil, al igual que ella, que la luna iluminaba ambas almas desoladas, se resquebró el silencio del lugar y sucedió lo que tenía que suceder.
– Vaya hombre, quién se imaginaría semejante cosa
– Parece increíble pero, eso es lo que me dijo mi madre
– Y cómo así no se enteró su padre, digo el marido de su señora madre.
– Bueno, como dije mi madre estaba muy enamorada de su esposo y no quería alejarse de él, ni hacerle daño. Fue sinceramente, muy cautelosa en todos los aspectos, no se le olvidó ningún detalle y supo como mantener serenidad ante la angustia que debió haber sentido, me imagino, pues las mujeres tienden a ser sinceras y se les remuerde la conciencia cuando mienten, al parecer mi madre no era de ese tipo, pero tampoco tenía una mente siniestra, fría o calculadora como para hacer el mal, es más, siempre fue buena conmigo y mi padrastro, era amorosa y jamás hubo problemas, -que yo sepa- en fin, lo que trato de decir es que jamás sospeché ni un poco de este asunto, pero ahora, que me pongo a pensar, cuando murió su esposo, yo tenía doce años, él era el único que trabajaba en la casa así que se suponía mi madre saldría a buscar un empleo más para poder sustentarnos pero no lo hizo, siguió trabajando en el hotel Bolívar y nunca nos faltó un pan o un libro. Ella decía que recibía un dinero del seguro por todo el tiempo que trabajó mi padre de crianza, luego me enteré que era una miseria ya que este era un trabajador del estado.
– ¿Y qué hizo cuando se enteró?
– Me puse a pensar, por largo tiempo, demasiado diría yo, las dudas venían a cada rato y otros pensamientos surgían con recuerdos del pasado que no eran acordes con la realidad, jamás me atreví a preguntarle a mi madre estas interrogantes pues ella era muy buena conmigo y, como te digo, nunca me faltó nada.
– ¿Y cómo así su madre pudo mantenerlo?
– Riva Agüero la ayudaba evidentemente
– Ah, yo pensaba que los había abandonado.
– Para nada, era todo un caballero, como ella lo relata, pero no podía pasar por la vergüenza pública de ser humillado junto con una adultera debido a su imagen y prestigio en el país. Le pidió a mi madre el favor de mantenerlo en secreto y que el correría con todos mis gastos. Estudié en el Colegio San Agustín, posteriormente ingresé a la Universidad Católica, principal benefactora de los bienes heredados por mi padre, en la cual, él dictaba clases. Nunca llevé un curso con él pero siempre lo veía por la facultad de Letras y Ciencias Humanas, supo mantenerse lo suficientemente alejado de mí para evitar cualquier tipo de contacto que generase sospechas.
– Pero ¿Ella se seguía viendo con el célebre señor? ¿O no?
– A pesar que mi padrastro ya había muerto, Riva Agüero no formalizó con mi madre para no manchar su impecable imagen pública, tenía que cuidarse, pero sí pensó en mí, el problema era que si me dejaba su herencia directamente, todo el mundo se enteraría de esta situación, cosa que no quería que sucediese, así que muy a su manera, con la astucia que lo caracteriza, escribió su último testamento y lo ocultó en algún lado de la universidad, así le dijo a mi madre antes de morir, pero al parecer se me han adelantado y las autoridades de la PUCP no quieren, indudablemente, aceptarme como el único y perpetuo dueño de dicha institución y hábilmente han escondido ese documento pero lo más fácil es que ya lo hayan incinerado.
– No creo, siempre se puede sacar provecho de las cosas
– ¿Por qué dice eso?
– Por nada, digo que quizás estén buscando el momento adecuado para mostrarlo a todos o venderlo por un buen precio
– Sí, pero esa no era mi intención
– No me refiero a eso, no lo tome a mal, no lo digo por usted
– Eso espero
– Por casualidad ¿su madre no le mencionó lo que decía tal testamento?, literalmente
– Desafortunadamente no
– ¿Pero lo sabía?
– Es probable
– Quiere decir que existe una la posibilidad que ella lo tenga anotado en algún lado
– No me había puesto a pensar en eso, ¿por qué tanto interés?
– Curiosidad
– No estará tramando algo
– Para nada
– Bueno creo que esta conversación ha llegado a su límite
– Pero si acabamos de…
– Lo siento, no puedo seguir hablando con usted,
– Es solo un momento, necesito saber…
– No insista o tendré que tomar medidas serias contra usted
– Una sola cosa más
– ¡Pelambre! –Fingiendo llamar a un hombre de seguridad-
– No es necesario ya entendí
– Que bueno

El muchacho se retiró amablemente, un poco molesto porque no consiguió la información que quería y disgustado caminó hacia una van, que lo esperaba en la otra esquina.

– y qué fue hijo, ¿conseguiste la información?
– Sí padrecito, pero no todo, se molestó y me echó
– Rayos, ahora como vamos a hacer, ¿No le dijiste quién te mando?
– Como se le ocurre
– Que bueno
– Ahora pues, ¿cómo es?, lo que me prometió
– Ah, Primero tienes que contarme
– Si, pero no se vaya a olvidar, eh

En el camino el joven comenzó a narrarle toda la historia de don Arturo mientras lo regresaban a la universidad, pues tenía clases en media hora, tiempo más que suficiente para terminar el relato. Al terminar, se bajó del vehículo e ingresó a su centro de estudios molesto.

– ¿Qué te pasa Manu?
– Nada, toy asao
– ¿Por qué?
– Le hice un favor a un curita y el malagradecido no se portó
– No entiendo
– Me pidió que le averiguara algo a cambio de una gran recompensa, lo hice, pero me dio esta miseria
– ¡que tacaño!, ¡ni a los jaladores de combi les dan tan poco! jeje
– Como me jaló hasta acá, bueno no le dije nada pero ¡me llegó el curita ese!
– ¿Y como así te reclutó?
– Ayer, aquí mismo, saliendo
– Que monse fuiste para atracar
– Tienes razón, nunca más vuelvo a confiar en la gente de la iglesia.
– Y exactamente qué te pidió, cuéntame todo, no entiendo muy bien esa vaina.
– Más tarde, ahora vamos a clase
– Está bien.

Puntuación: 4.61 / Votos: 67

Comentarios

  1. mauro escribió:

    muy bueno me cautivo la historia

  2. Luis Mario escribió:

    interesante, buena reflexion, me hizo recordar esos momentos de tension

    -tildes omitidas-

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *