EUNUCOS (O el amor según César Vallejo)
Qui potest capere capiat
Fozi lady!
La asesina
Terremoto
Eunucos
Trina entre los dos el Inca
Como entrar na obra de César Vallejo? Questionamento comum que tem sua importância em virtude das muitas formas de entrada, embora nenhuma delas seja, em um primeiro momento, passaporte seguro para compreendê-la. Mais ainda quando pouco se encontra em língua portuguesa que atenda ao propósito de “entrar na obra”, relegando ao candidato, aventureiro desta história, descobrir fontes abundantes que permitam a insurgência de boas primeiras impressões.
Seria este o caso de um leitor iniciante de Trilce, como este? Por óbvio. Nesse sentido, se existe um importante processo de conhecimento que busca ultrapassar o conhecimento enciclopédico do autor, Fozi Lady, de Pedro Granados, o ultrapassa e mais que enumerá-lo em abundância, o traz em toda sua complexidade por meio de uma autoficção de inegável estilo.
A entrada e saída da leitura geram um sentimento de incompletude, mas de uma maneira muito singular. Longe de deixar o leitor em falta, revolver todos os capítulos da obra cria uma sensação de transbordamento, que nos ultrapassa e nos suprime, num afogamento e numa falta, na via paradoxal de contentar-se com o muito, não obstante, esperar mais de sua potência.
O autor ficcional elabora um inventário biográfico apócrifo dos muitos autores que escrevem o texto (e são tantos, Vallejo, Juvenal, quem mais?). E nesse jogo estrutural da ficção, vai tecendo uma novela, creio ser essa a ideia, onde é fácil perder-se na identificação de quem é quem, mas é fácil também tomar um pelo outro, como se o plano original já previsse uma fundição de todos.
Além de um “evangelho apócrifo” de um Vallejo no centro do palco, como numa encenação, que tem sobre si todos os olhos do mundo, uma plateia de pessoas distintas, como escritores, críticos, acadêmicos e pessoas comuns, Pedro Granados parece querer revolver a fundo os véus que encobrem o verdadeiro Vallejo, à sua maneira, para nos mostrar aquele “niño que em ciertos momentos sufría las agonias de un hombre” (p. 9).
Certa feita, quando da escrita de Cultura e imperialismo, Edward Said refere-se a um certo “exame geográfico da experiência histórica[1]”, ideia que apesar de ter sido utilizada noutro contexto, seria uma boa maneira de entender a ideia de Pedro Granados e de recepcionar Vallejo (eis que somos leitores néscios, neste evangelho), já que temos na obra muito mais do que dela pedimos.
Da leitura, temos mais que uma ficção, ou autoficção, outros elementos são igualmente importantes: o autor (ou autores), o momento histórico de produção, o momento histórico a qual se reporta, a recepção, as pessoas e instituições ligadas ao autor (aos autores), entre outros. Uma relação entre passado e presente se manifesta, pautada pelo rigor de observações autorreferenciadas, num tempo suspenso onde todos os tempos existem no rigor linear de um momento.
Fozi Lady trouxe ideias sólidas sobre César Vallejo, é um passaporte delicado, mas que traz grande retorno aos que nele se apoiam. Neste volume conheço o Vallejo apaixonante, marxista, privado de condições materiais, por vezes desamparado, mas sempre absorto em sua arte, na técnica de uma escrita social que o fez ser aludido por Eduardo Galeano como “o poeta dos vencidos”.
Muito mais pode se tirar do livro, assim como muito mais se pode entender e conhecer de Vallejo em sua leitura e estudo. Mas, como disse Juvenal (ou Miguel, ainda me custa saber), “nunca (se) está preparado para um bolero” (p. 7). E certas coisas apenas o tempo pode entregar a verdadeira noção de sua importância. Reminiscências subjetivas podem ter sido utilizadas na nossa construção, tanto das de Pedro Granados, como as minhas, mas não importa.
Encerro a observação, neste 26 de setembro de 2021. É manhã na cidade de Rio Branco, Acre, Brasil. A mim ocorre e custa pensar que “la carpintería biográfica, política y sentimental que conocemos del poeta sólo em algo nos puede ayudar a vislumbrar aquello. Es decir, que dicha carpintería no constituye, por sí misma, la cerradura por donde atraviesa y se entretiene manso el sol em cada uma de nustras lecturas” (p. 30-31).
Fumo um charuto, hábito dos domingos, penso em um gole de uísque, mas desisto pelo horário, contemplo a realidade por alguns minutos, como inebriado pelo final da leitura de Fozi Lady e como na carta que escrevem a Juvenal, referenciada no parágrafo anterior, já não sei quem a firma, como a este texto, será Márcio, Juvenal, quem mais?
[1] SAID, Edward W. Cultura e imperialismo. Tradução de Denise Bottmam. São Paulo: Companhia das Letras, 1995, p. 33.
Se sube para abajo o se baja para arriba, constantemente, sobre las calles de Santiago de Chuco. Trazado de casas a desnivel que ya de por sí explica la factura alegórica de algunos versos del autor de Trilce; mas no así, por cierto, el resto de sus posibilidades metafóricas. Amontonamiento ordenado en cúspide de más de 3,000 metros de altura, el pueblo de Santiago de Chuco, y tranquilo que pareciera maqueta de su propio cementerio puesto a orearse entre andrajosos apus y humildes iglesias. Trompo puesto a rotar en la ingravidez –incluidas sus desamparadas gentes– apoyado tan sólo en el monolito de su pequeña plaza de armas. Gordos brochazos de sol sobre tejas, burros y oferta de afamadas papas negras complementan la escenografía humana del paisaje –únicamente nuestra– porque aquel pueblo probablemente no sabe que es el mítico Santiago de Chuco. Tampoco, pareciera, que allí nació César Vallejo Mendoza –aunque ahora el blanco de su casa natal destaque entre el blanco de todas las otras– y que hoy por hoy lo habitan en su mayoría personas venidas de caseríos vecinos. Oleadas migratorias que llevaron también a uno de sus hijos a escaparse un buen día a París; a decir adiós para siempre al burro sensible y a la mujer estoica que mora entre aquellas escarpadas pendientes: la andina y dulce Rita de ahora que chatea encandilada con un ubicuo amor de neón.
Nilo Gutiérrez Vargas, Cuentos de Trujillo. Trujillo, La Libertad, Perú: Reino de Almagro, [1941, 1989] 2024.
Según Ernesto Sábato en “Una opinión sobre el autor”: “En Cuentos de Trujillo hay que reconocer una saludable influencia de los cuentistas rusos, como Antón Chéjov y la técnica magistral de Guy de Maupassant”; y, respecto a la narrativa de nuestra región, acaso sea orientadora la siguiente sumarísima taxonomía:
Novelas de la tierra: La vorágine (1924), Don Segundo Sombra (1926), Doña Bárbara (1929).
El trompo: “Chupitos”, José Diez Canseco (1941)
Cuentos de Trujillo, Nilo Gutiérrez (1944)
Llano en llamas (1953)
Rayuela (1963)
El Boom Latinoamericano (1960-70)
Es decir, no todo constituiría positivismo en los textos de Gutiérrez Vargas (casi un perfecto desconocido, según prólogo de Luis Paliza Sánchez); es decir, no todo se explica en estos relatos por la conjunción, al modo de Taine, de raza, ambiente y momento histórico; sino, además, existe un plus poético –a través de una meditada y meditante descripción– que emparenta Los cuentos de Trujillo no precisamente con lo Real Maravilloso, aunque sí con un Juan Rulfo o incluso un Juan Carlos Onetti.
La preocupación fundamental de nuestro autor no es la estampa ni el cuadro más o menos truculento de la migración aposentada en el barrio de “Chicago”; pero sí el destino de este pueblo, de aquí el lema de nuestra breve reseña: “candela errante en la oscuridad”. Uno en simetría multinaturalista con el Sol y, en general, con toda la naturaleza. Uno en búsqueda de justicia. Pregunta por el destino –de Trujillo, del Perú, de nuestra región, del mundo entero– que para nada intenta trascender, sino ante todo incluir, lecturas y respuestas sociológicas, históricas o literarias. No por nada, la frase liminar de esta colección de cuentos va como sigue:
“El rojizo disco solar sobre la risueña campiña de Moche”
Contemporáneamente, algo análogo ya se preguntaron sobre Trujillo o Chan Chan, en nuestra porción de esfera terráquea y genealogía local, en primer término César Vallejo desde un lugar tan opaco como la penitencería de Trujillo, donde el Sol era su más íntima compañía: “Cuneiformes” (Escalas). Luego, José Eulogio Garrido (Visiones de Chan Chan), cuyas estampas, más bien feéricas o hechizadas, están atentas a la batuta de Rubén Darío y, simultáneamente, a aquel semi enterrado –aunque amplísimo como una ciudad– oráculo de barro. Hasta estos Cuentos de Trujillo, ¿tan sólo unos textos neorrealistas? P.G.
“fi bá gallo/ dímele a tu mami que me mande un chin de tenteallá”
Enriquillo Sánchez
“vida de las islas, donde errar es lo correcto”
Manuel García Cartagena
“Si pudiera, bailaría este merengue hasta la madrugada.
Descalza
[…] al convite de la tribu que grita y se emborracha
ahíta de ron y de desdichas;
ellos son el otro que no soy pero a ellos me arrimo
como el cachorro a la madre en busca de alimento”
Soledad Álvarez
CARNAVAL
trajimos el pasado con el alba
nos intercambiamos los rostros en el vacío
comimos pan de otro tiempo
aterradora melancolía
al iniciar la fiesta
desnuda la memoria hace alarde
de la lozanía de sus piernas
todo es real si la fantasía existe
ese hombre que soporta el peso de sus días
se mira hacia adentro
y se le queda pegada la mirada en el olvido
esa es la presencia del ser en la
razón
de parecernos a los colores
cuando nos disfrazamos de nosotros mismos
Pastor de Moya
“Afuera, una niña lame su paleta balanceando el panorama”
Natacha Baltle
Pablo Salazar Calderón ha logrado a sus cuarentaiséis años, la edad en que murió Vallejo, un gran poemario; el primero de ellos nació en París, el segundo falleció allí. En medio y más allá de toda la parafernalia del vuelo espacial que aquí cunde, entre las luces fugaces y las tercas sombras, hallamos –como en el cuento de Juan Rulfo, “No oyes ladrar los perros”– a un padre cargando sobre sus espaldas a un hijo. En el caso de Rulfo, aquel padre está vivo y el hijo que carga hace rato que ya murió; mientras en Salazar Calderón, por el contrario, el hijo es el sujeto poético encaramado sobre un muerto, aunque este último se halle vivísimo: émbolo de amor y lucidez: auténtico Bus de la energía pura (Lima: Apogeo, 2024). El presente entronque entre mejicano y peruano (aunque Salazar Calderón halla nacido en París) rebasa lo temático (la elegía al padre) y compromete, asimismo, la tesitura y calidad del monólogo transversal a todo el libro. Otro autor que ha permitido a nuestro poeta liberarse de Antonio Cisneros (debemos huir de su trampa conformista: chamba no es chamba) son las estampas holográficas y minimalistas de 5 metros de poemas (Carlos Oquendo de Amat); es más, podríamos decir que Salazar Calderón interviene y continúa aquel poemario de 1927: “Porque sus ojos eran niños de Puno”, vale perfectamente para ambos poetas. Julio Cortázar, Luis Hernández Camarero, ¿Pedro Granados? constituirían otros de los robots acaserados en aquella intrépida nave. En síntesis, Pablo Salazar Calderón ha logrado invertir el concepto del poshumanismo cosmopolita; no se trataría de huir de este mundo, hostil o ultra contaminado (y ante todo injusto), sino de reapropiárnoslo vía la ternura y el cuidado (sobre todo si viene de Puno). Son muchas otras las cosas a destacar de este estupendo libro; el diseño del poemario (el control para ir revelando poco a poco, aunque cada vez más, al padre), los limpios aciertos metafóricos, la idea misma del monólogo de un robot o Ikarus 10 absolutamente humano. P.G.
Me propongo un juego, se los propongo, aunque con inevitables consecuencias como todo juego. Consiste en extraer, entre las varias y distintas entrevistas que ya me han hecho sobre el tema Vallejo, aquello relacionado, más específicamente, con el poemario Trilce. Aprendo, me demudo, me sonrojo; pero allí está lo que en algún momento respondí sobre el asunto. Lo bueno es que, como toda entrevista, todo viene en empaque ligero; con el hilo de la hebra fácil de tomar y seguir. Aunque siempre queda la duda de hacia dónde nos conducirá. Vaya, pues, nuestro “Trilce en conversa”; cuyas respuestas, sin modificación alguna, hemos extraído de entrevistas a diferentes medios y, asimismo, de distintas épocas. Aunque, salvo en alguna excepción, no van a figurar las preguntas propiamente dichas, tampoco las fuentes; es decir, constan sólo las respuestas, a aquellos cuestionarios, enhebradas como si fueran una entrevista inédita. Sin embargo, la fuente principal es una colección titulada, Caja de resonancia: entrevistas a pedro granados (http://blog.pucp.edu.pe/blog/wpcontent/uploads/sites/97/2011/01/ENTREVISTAS.pdf;más una muy reciente, “Interviú con el poeta Pedro Granados” (https://eltrueno.com.py/2022/11/07/interviu-con-el-poeta-pedro-granados/). P.G.
A veces dedicarse a la poesía, a su cultivo y comentario, tiene asimismo estos retos; en lo básico, toparnos con gente que aduce confirmarla o celebrarla sin tener la más puta idea de lo que hace; o, peor todavía, si lo hace adrede. En general, España se ha tornado –bueno, desde hace por lo menos medio siglo– auto complaciente y ridícula con lo que ignora; inmune a la poesía, se atiene a los periódicos, y lo que mande la prensa (rosa o amarilla) eso se hace. Los tiempos son duros no únicamente para los que nos jugamos la vida con el solo hecho de salir a la calle (Lima, por ejemplo), o para los que con muy poco dinero deben arreglarse —diariamente– con el alivio básico de comer, sino también para aquellos iniciados en la necesidad cotidiana de la poesía. No nos ponemos el bonete. P.G.
A mi huaca me voy
Construyo sobre ella una casa
Ladrillos rojos cemento en venas
Y puños cerrados
Y un techo aligerado de cañas del lugar
Mi huaca de arena en la superficie
Aunque compacta y variopinta
Un tantito más abajo
Como tu piel cuando la abren
Carne huesos tendones
Sangre ya lenta por tan antigua postración
A mi huaca me voy ya me he ido
A mi tumba o a mi cuna
A corta distancia de la mar
De espaldas a cuatro o cinco iglesias
Desde hace poco acaseradas allí
Aunque inevitablemente lejos
De aquella tan distante estrella enana