Archivo de la categoría: Poesía

Poesía

Lagunas, Mocupe, Lambayeque

A mi huaca me voy

Construyo sobre ella una casa

Ladrillos rojos cemento en venas

Y puños cerrados

Y un techo aligerado de cañas del lugar

Mi huaca de arena en la superficie

Aunque compacta y variopinta

Un  tantito más abajo

Como tu piel cuando la abren

Carne huesos tendones

Sangre ya lenta por tan antigua postración

A mi huaca me voy ya me he ido

A mi tumba o a mi cuna

A corta distancia de la mar

De espaldas a cuatro o cinco iglesias

Desde hace poco acaseradas allí

Aunque inevitablemente lejos

De aquella tan distante estrella enana

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Salsa peruana

Fotografía de Marina Herrera

Salvarse por la salsa

Encabúyalo y vuelve y tira.

Como tu paso que al calor

de los muslos de la hembra

va y viene. Sin amordazarla.

Permitiendo que se defienda.

Midiéndola sin medirla.

Un tirabuzón común descorchando

al pasito

las vastas ofrendas de la noche.

Una comunidad donde el error

se supera a punta de ritmo.

Y donde dos son uno:

hollándose y atravesándose

a pesar de las sombras.

©Pedro Granados, 2007

Primero es el ritmo

Primero es el ritmo. Enseguida, como montada sobre él o fundida con él, viene la palabra, el “verbo” (Génesis). Estamos en un momento cultural donde nos hemos extraviado y nos hemos desconectado del ritmo y, por lo tanto, es muy escasa la experiencia de bumerang. El ritmo atraviesa, oscila, envuelve, retorna y crea comunidad. No son las palabras, a las cuales se las lleva el viento. Y no arropan a nadie, empezando por quienes las pronuncian. Ni a cuadrúpedos ni a humanos. Sin embargo, sonámbula, la poesía hoy por hoy empieza por las palabras. Y acaso incluso con la mejor de las intenciones; se trataría de hacer filosofía con ellas. Aunque, con la peor de aquellas mismas, se trataría de establecer con las palabras un decálogo; unas nuevas tablas de auto-ayuda obligatorias para todo el mundo. La auto-ayuda como una nueva ley, sobre todo, post-coronavirus. Algo nada nuevo; sino que ya ha estado ensayándose y gestándose en toda nuestra región como mecanismo de control del imaginario y del deseo: Acción Poética. Poesía sin “patos” (en tanto catarsis y, asimismo, emblemático post-antropocentrismo) y sin “sombra” (Jung). Comer, oler, tocar, deslizarse, sumergirse, ni qué decir hablar, diseñados dentro del más lobotomizado protocolo. El verbo se ha trocado en puro significante o en algo más o menos así. Y la voz nos va resultando extraña en sí misma e incluso indeseable; hoy intentamos, mucho mejor, ser un palimpsesto, la más pulcra imitación de alguien. Toda la distribución de lo sensible (Rancière) contenida en un chip; aquel decálogo en tan acelerada construcción. Lo mismo en los States como en Bolivia. Un grifo que reposa al fondo del patio y que ya, teniendo cada uno agua en casa, ha pasado de cada vez más obscuro a prácticamente invisible.

©Pedro Granados, 2022

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MGC: Cenizas de la paciencia

Manuel García Cartagena, Los cantos de la ceniza (Santo Domingo, R.D.: Manuel Editor, 2024)

“vida de las islas, donde errar es lo correcto […]

si has nacido allí, no has nacido todavía” ¡Antillas!, M.G.C.

Manuel García Cartagena (Santo Domingo, 1961) es un poeta dominicano que, en estricto, pertenecería a la generación del 80: Mar abierto, 1981; Poemas malos, 1985; Palabra (Premio Siboney de Poesía de 1984); Los habitantes, 1985, etc.  Asimismo, es narrador, traductor y académico (Doctor en Letras Francesas Modernas por la Universidad François Rabelais, Francia), su tesis de doctorado se tituló «Enjeux du “Je” dans les romans des surréalistes» (“Las apuestas del “yo” en las novelas de los surrealistas”).

Lo descubrí solo, acaso ya en mi primer y mítico viaje de Boston (cuando yo mismo cursaba un doctorado) a la Media Isla (1997 o 1998); es decir, los expertos locales no me pusieron sus textos ante las narices.  Desde entonces, su incandescente poema “Antillas” (Azul quirófano, 1988-1996), una variante más reflexiva del surrealismo o de lo real maravilloso, me acompaña cada vez que me toca pulular de nuevo por la Zona Colonial de Santo Domingo, donde usualmente recalo.  Aunque, asimismo, entre las calles de una Lima cada vez más antillana por haberse quedado prendida en sus acordes y, en el fondo, no dar para atrás ni para adelante.  Aquel poema de García Cartagena me advirtió (tarde), luego me consoló y, por último, cauterizó las heridas de mis propios errores de ser un andino capitán Ahab hechizado por una mujer acaso imposible, pero que se parecía mucho a cada pedazo de “farda mardita” por ahí meneándose.  Aunque de la política, local o internacional, no te cauteriza nadie, es más poderosa que el hechizo de cualquier mujer.

Los cantos de la ceniza (2024), siguen la tónica del estoico posmoderno que, en lo fundamental, alimenta la poesía de MGC; poesía del “pensar”.  Aunque no para evadirse o sacar aprovecho –sin remordimientos– de nuestro arribismo o el bien remunerado snobismo de moda, sino del “pensar” conectado de nuevo al disenso y en rescate del sentido común de nuestros sentidos; este último, como perseguido y censurado en su propia casa, la poesía:

“Puertos de donde nadie parte

Y a donde sólo regresa el viento”

“Como alguien que se apresta a ir y venir

De aquel crepúsculo a este cenicero”

“Aquel mar que ya no es:

Agua a la que el agua quema”

“Quienes se quedan conocen las mañas de cada mañana”

“Antes de lanzar al aire las cenizas de la paciencia”

Ahora, esta “ceniza” (aquello que queda después de una íntima combustión) no comulga únicamente aquí con aquella escena tan cara al barroco: sentimiento de humildad delante de Dios; de ningún modo.   Los cantos de la ceniza, este nuevo poemario de Manuel García Cartagena, asimismo aluden a fertilidad y futuridad, no en vano se utiliza aquello  también como nutriente o abono.  Unos poemas, un cuerpo, una inteligencia, hechos una  y levísima materia, de cara al futuro.  P.G.

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¡Rompe Saraguey!

No creo en gelman

No creo en kozer

No creo en zurita

Menos en milán

Tampoco en otro garcía

Aunque sea montero.

El maquillaje

Los traiciona. La mirada

Los delata.

No son poetas. Jamás

Lo han sido. Su obra

Es un desperdicio del tiempo.

No sus mañas.

Políticos, funcionarios,

Árbitros y racioneros

De la imaginación

Por estos feudos.

Te descuidas y te endilgan

Alguno de sus halagos.

Y entonces,

Escapas de la caverna

De la opinión para figurar

En el entremés como telonero.

Voceadores profesionales

Demiurgos al centavo.

Preferible creer en la antipoesía

Pero no de don de Nicanor Parra.

Creo en Rafael Cadenas

Creo en Alejandra Pizarnik

En varios versos de Javier

Sologuren

Que hasta el día de hoy me acompañan.

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“Si yo lo escribí”, la poesía de Raúl Gómez Jattin (Testimonio)

Durante el III Festival de Poesía en Medellín (Junio de 1993), escuchamos por primera vez a Raúl Gómez Jattin. Este fue de chanclas coloradas y sin libro alguno a su propio recital, lo acompañaban Javier Sologuren, Juan Manuel Roca, y otro poeta del que ahora no nos acordamos. El público que adoraba a Raúl abarrotaba el céntrico auditorio. Llegado su turno, y después de dar muchas puyas a Roca, advirtió que no podía leer sin espejuelos; de aquella sala tipo anfiteatro fueron descendiendo, entonces, anteojos de diferentes formas y colores. Con el abracadabra de sus pesadas manos Raúl fue probándose cada uno; desdeñó inmediatamente el primero, unos cristales de marco grueso y de aspecto muy intelectual; lo mismo hizo con el segundo y con el tercero, discretos lentes de empleado, de disciplinado y tímido ganapán; finalmente, eligió unos de formato más bien estrecho, pero que quedaban flameándole de modo muy vivo en cada cien. Con estos leyó, mejor dicho, este poeta de casi dos metros de alto y de supersticiosos lentes de gatúbela, quiso empezar a cantar, preguntó sobre las preferencias del público que en ese preciso momento ya lo observaba atónito. P.G.

https://www.academia.edu/93031578/_Si_yo_lo_escrib%C3%AD_la_poes%C3%ADa_de_Ra%C3%BAl_G%C3%B3mez_Jattin_Testimonio

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“Taller de poesía César Vallejo” de la Universidad Autónoma de Santo Domingo

Años 70 del siglo XX, al centro, Ylonka Nacidit Perdomo.

 

Años 20 del siglo XXI, figuran varios entre los fundadores del Taller

Poesía dominicana del s.XXI: “leer poesía era (es) leer a Vallejo”

Fue a partir de una antología sobre poesía dominicana, estando de vacaciones en la media isla, la que motivó y activó escribiera un ensayo, “República Dominicana: La poesía que vendrá” (Granados 2001); el cual, pocos años después, se transformó en un libro, Breve teatro para leer: Poesía dominicana reciente (2014), editado por el recientemente desaparecido René Rodríguez Soriano. Y hoy, luego de dos décadas, es otra antología sobre la materia la que desencadena me avoque al presente artículo. En lo fundamental, se trata de reseñar Indómita & brava. Poesía dominicana 1960-2010, cuyo autor es el poeta e investigador, también dominicano, Manuel García Cartagena. P.G.

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poesía en su tinta. asesoría poética personalizada online

“La Central” de Barcelona 

Todos leemos y escribimos desde un lugar (cultural, social, retórico, etc.) y ser cada vez más conscientes de ello ayuda a volvernos no sólo más lúcidos de nosotros mismos, sino a desarrollar de un modo más personal nuestra propia escritura. Si deseas ensayar o desde ya cultivas este género, mediante una conexión virtual leeremos juntos tus poemas, potenciaremos tu producción literaria y publicaremos tu trabajo en este portal o en otros semejantes.  Contacto: pedro_granados@hotmail.com

https://poesiaensutinta.blogspot.com/

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[Un niño en calzas de lana por la calle]

 

Un niño en calzas de lana por la calle

Piernas cortas abrigadas por tal fibra

Hace tiempo que no se baña que no lo bañan

No guarda memoria

Textura y temperatura que decidirán

Lo que el mundo de arriba sea 

Su camisa su chaqueta su cubretodo

Lo cual constituye todo lo que se ve

Sus genitales allí se han desarrollado

Así como su poesía

Escrita siempre desde abajo de su ser

Constante e invencible ante la intemperie

Un niño solo y curioso y perdido en el Perú

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El Blog de Pedro Granados

A closeup shot of ancient carvings in mud city Chan Chan and Huanchaco in Trujillo, Peru

Aunque constituye ahora mismo 

Fuente de consulta

En el futuro  derivará también

Objeto de estudio

Auténtica cachina para hallazgos

LLegó gratis

Aunque con alto costo personal

No es necesario entrar en detalles

Encontrarán desde los tirantes malolientes

De Martín Adán

Hasta a Vallejo en Meta

Nada menos ni nada más

Ningún poeta de los ochenta

Menos alguno de los noventa

Tampoco siquiera medio del dos mil

Aunque un milagro siempre pueda ocurrir 

No revelado por prensa alguna

Atenta al dinero y al cálculo político

El cual emergerá a través de este mismo blog

Como que las piedras hablan bajito

Y los árboles nos imitan

Para no llamar demasiado la atención

Y como que te abrazo y me pliego a ti, lector

Porque la poesía no tiene remedio

Porque ella felizmente no lo tiene

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“La carne es un minúsculo tren”/ Eduardo Moga

“El cóndor y la harina”, “omóplatos”, “huesos”, ciertamente César Vallejo  se halla también aquí acaserado.  No teníamos idea de que Moga era tan conocido e incluso múltiples veces premiado; pero, contra la costumbre, a pesar de ello es un buen poeta.  Tiene de Huidobro el vértigo, de Lorca (y Cernuda) la auscultación del deseo, de la poesía norteamericana la complicidad de la naturaleza; y el aura que se avecina al lector le viene de Vallejo.  Poeta de post guerra, aunque sin el luto severo de Dámaso Alonso o, posteriormente, la salida a través de la vida y los oficios cotidianos, no decimos exclusivamente femeninos, de una María Beneyto.  Lo suyo es una apuesta por la simetría (ni utopías ni distopías, sí post antropocentrismo), en tanto postura filosófica u ontológica, de la mano con el legado de lo más selecto de los sonidos de la poesía en español.  Lo pillo en la labor, adicional, de renovar con el empuje de su obra la crítica peninsular; ésta, a final de cuentas, tan desconfiada del lenguaje de la vanguardia frente, exageramos un poquitín, los versos más bien conservadores (política y prosódicamente hablando), por ejemplo, de un enamoradizo  (que otra cosa no es la noria andaluza de la “nueva sentimentalidad”)  como Luis García Montero (y aquellas consecuentes y machacantes “audiciones a ciegas” en la Internet).  Venga, a buena hora, esta poesía trasatlántica; y que la intuición de Eduardo Moga sin duda es la correcta: que ha Vallejo se le leído desde Dámaso o desde Neruda, pero aquél se halla esperando –particularmente desde Trilce— mejores lectores todavía y mayores poetas. Ahora, ¿y ese tonillo de docencia y de verdad –asimismo del Vallejo de 1939– e irremediablemente dulzón podría ser extirpado de la poesía española algún día?  P.G.

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