Manuel García Cartagena, Los cantos de la ceniza (Santo Domingo, R.D.: Manuel Editor, 2024)
“vida de las islas, donde errar es lo correcto […]
si has nacido allí, no has nacido todavía” ¡Antillas!, M.G.C.
Manuel García Cartagena (Santo Domingo, 1961) es un poeta dominicano que, en estricto, pertenecería a la generación del 80: Mar abierto, 1981; Poemas malos, 1985; Palabra (Premio Siboney de Poesía de 1984); Los habitantes, 1985, etc. Asimismo, es narrador, traductor y académico (Doctor en Letras Francesas Modernas por la Universidad François Rabelais, Francia), su tesis de doctorado se tituló «Enjeux du “Je” dans les romans des surréalistes» (“Las apuestas del “yo” en las novelas de los surrealistas”).
Lo descubrí solo, acaso ya en mi primer y mítico viaje de Boston (cuando yo mismo cursaba un doctorado) a la Media Isla (1997 o 1998); es decir, los expertos locales no me pusieron sus textos ante las narices. Desde entonces, su incandescente poema “Antillas” (Azul quirófano, 1988-1996), una variante más reflexiva del surrealismo o de lo real maravilloso, me acompaña cada vez que me toca pulular de nuevo por la Zona Colonial de Santo Domingo, donde usualmente recalo. Aunque, asimismo, entre las calles de una Lima cada vez más antillana por haberse quedado prendida en sus acordes y, en el fondo, no dar para atrás ni para adelante. Aquel poema de García Cartagena me advirtió (tarde), luego me consoló y, por último, cauterizó las heridas de mis propios errores de ser un andino capitán Ahab hechizado por una mujer acaso imposible, pero que se parecía mucho a cada pedazo de “farda mardita” por ahí meneándose. Aunque de la política, local o internacional, no te cauteriza nadie, es más poderosa que el hechizo de cualquier mujer.
Los cantos de la ceniza (2024), siguen la tónica del estoico posmoderno que, en lo fundamental, alimenta la poesía de MGC; poesía del “pensar”. Aunque no para evadirse o sacar aprovecho –sin remordimientos– de nuestro arribismo o el bien remunerado snobismo de moda, sino del “pensar” conectado de nuevo al disenso y en rescate del sentido común de nuestros sentidos; este último, como perseguido y censurado en su propia casa, la poesía:
“Puertos de donde nadie parte
Y a donde sólo regresa el viento”
“Como alguien que se apresta a ir y venir
De aquel crepúsculo a este cenicero”
“Aquel mar que ya no es:
Agua a la que el agua quema”
“Quienes se quedan conocen las mañas de cada mañana”
“Antes de lanzar al aire las cenizas de la paciencia”
Ahora, esta “ceniza” (aquello que queda después de una íntima combustión) no comulga únicamente aquí con aquella escena tan cara al barroco: sentimiento de humildad delante de Dios; de ningún modo. Los cantos de la ceniza, este nuevo poemario de Manuel García Cartagena, asimismo aluden a fertilidad y futuridad, no en vano se utiliza aquello también como nutriente o abono. Unos poemas, un cuerpo, una inteligencia, hechos una y levísima materia, de cara al futuro. P.G.
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