Isaac Goldemberg comparte la entretrivisa que, junto s Sacha Reiter, hiciera a Pedro Granados a proposito de la traduccion al ingles de su poemario Amerindios, notese la mencion a la poetica espacial de los ceques.
A propósito de la publicación de Amerindios/Amerindians (Ney York: Arte Poética Press, 2020), donde ambos escritores tradujeron al inglés La mirada; el cual, junto con Roxosol, traducido por Leslie Bary, completa el conjunto de aquella publicación neoyorquina y bilingüe. Fredy Roncalla
¿Qué relación tienen los poemas de La mirada con Trilce de César Vallejo y con los “zorros” de José María Arguedas? ¿Qué significan en tu libro?
El punto crucial y reiterativo de los “zorros” –equivalentes, aunque uno de “arriba” y otro de “abajo”– es que cuando se juntan –hecho extraordinario, tal un mito cumplido– en aquel espacio –nominalmente Chimbote, aunque más bien abstracto, tipo La metamorfosis de Kafka– en lo fundamental miran, observan y comentan lo observado. Tanto que, en aquel tan significativo trance o circunstancia, Arguedas insinúa pueda tratarse –ya que pueden convertirse en cualquier cosa– de un solo “zorro”; y nosotros agregamos, por ende, constituir una sola “mirada”. Nuestra lectura de aquello, por lo tanto, no es meramente “literaria” (canon) ni en estricto cultural (noción de las humanidades en tanto pueblos, culturas o minorías); sino mítica o, más bien, ontológica. Trata de rescatar no el asunto ideológico o político, al menos inmediato de la novela, sino su magma filosófico o teológico (prefiero el filosófico) un tanto descuidado por la crítica a la sazón. El ojo de Yhavé, de Buda o de Guernica podría vincularse a esta lectura… de Arguedas… y a mi concepto de La mirada.
Algo semejante existe con Trilce, la simultaneidad de los “tres soles” (OOO) de mi poemario Roxosol, observen la carátula del mismo, y aunque cada uno de ellos de color diferente en mi sueño, aluden también a su posible, dada la equivalencia, intercambio entre aquellos soles. La continuidad solar, en lo básico (mañana, tarde y noche, como para el hombre antiguo), contemplada tal como una epifanía… tal como una mirada o un encuentro de miradas.
Tu poesía parece estar en un diálogo con Arguedas y con Vallejo. ¿Es así? ¿Cómo?
Fundamentalmente con Vallejo, a través de un paulatino descubrimiento poético que se toca con uno también intelectual, de modo un tanto mas consciente en los últimos veinte años. Lapso de mi tesis de doctorado que le dediqué, junto con poemarios y ponencias; las cuales, estas últimas, por lo general van a contracorriente del modo usual con que hasta ahora se recepciona al autor de Trilce. Ejemplos de esto: “Trilce, muletilla del canto y adorno del baile de jarana” (2007), Trilce: húmeros para bailar (2014) y Trilce/Teatro: guión, personajes y público (2017). Pero no me considero, en tanto poeta, un vallejólogo ni, mucho menos, un vallejómano; tengo voluntad de estilo y ambición personal que me hacen, tal como la pregunta, dialogar con él y no meramente imitarlo.
¿Hablas quechua? ¿Está influenciado el castellano del hablante de tus poemas por “una” dicción quechua? De ser así, ¿cómo?
Arguedas, desde 1938 (“Vallejo, el más grande poeta del Perú”) y con aquello de “Vallejo era el principio y el fin” (1969), testifica que el autor de Trilce le permitió resolver un problema que todavía sigue vigente para la mayoría de estudiosos; aquél de que el español es un mediador cultural válido del quechua. Es decir, que fue leyendo Los heraldos negros, Trilce y Tungsteno donde Arguedas se percató de cómo superar sus angustiantes conflictos lingüístico-culturales a la hora de escribir. Sin duda que el haber sido mis padres bilingües (español/quechuas I y II) ha sido cultural y humanamente importante para mi; pero creo que el español “solito” del Perú –¿de los peruanos y andinos incluso fuera de su país? –es quechua también e incluso amerindio. Sé del quechua algunas contadas palabras, pero lo que se ha filtrado en mi escritura sea acaso su sensibilidad, no estoy seguro. En suma, creo que no precisamos enfatizar la diferencia cultural, somos indígenas todos; y el Everest representa nuestro apu mayor. Por eso Vallejo se daba el lujo de no ser un peruano profesional o de utilería; jamás intentó ganarse la vida con su “diferencia” o devenir en un gurú de lo “otro”, ni en su vida ni en su poesía. Entendió que el mito no pertenece a ninguna lengua –o cultura–, sino que cada lengua es traducción de aquél; siempre apuntó hacia al origen de este Babel.
Como tú hablas y lees en inglés, ¿te parece que las versiones de tus poemas en este idioma dicen de alguna manera algo distinto que los originales? Y no me refiero solo a La mirada sino también a Roxosol.
Me parece que en las versiones de mis poemas al inglés se acentúa el aspecto conceptual o intelectual de los mismos; no sé qué tanto sea equivalente, entre ambos idiomas, el aspecto expresivo o más corpóreo. Acaso aludan, mas bien, a las coordenadas propias de un cuerpo o sensibilidad distintos en inglés. Pero aquello no está mal o no constituye una limitación de la traducción; por el contrario, mi poesía ventila mucho aquel aspecto intelectual, aunque entrelazado a lo cotidiano. Y que el aspecto expresivo al que se ligue en inglés no disminuye, sino, por el contrario, multiplica sus posibilidades apelativas y de configuración de realidad.
Lo cual nos lleva a preguntarte: ¿Piensas que un idioma puede captar la mentalidad cultural de otro idioma? ¿Piensas que es posible traducir una cultura a otra?
Perfectamente posible, aunque no se pueda decir que esta traducción sea mejor o peor respecto a un original. ¿Cuál original? ¿Cuál principio u origen? Bastardos somos todos no sólo a nivel genético, sino asimismo a nivel cultural. Compartimos, a modo de glosolalias insertadas en nuestra cultura y a veces también en nuestras lenguas, desde ya fragmentos de muchas culturas anteriores que sobreviven en nosotros, que sólo de modo aparente se encuentran extintas. Y que se activan y actualizan, algunas de ellas, particularmente cuando se escribe poesía. Somos permanentes homínidos migrantes con una gran y antigua alma en común. Esto sostiene la posibilidad misma de la traducción.
En los poemas de este libro, nos parece que el acto de mirar está identificado con el acto de conocer y saber y de cierto modo con el acto de “poseer” lo que se ve. Asimismo, el lector siente esta preocupación: cómo capturar con palabras lo que ve el ojo. ¿Podrías decirnos cuál es el papel de la mirada en tu poética?
Conocer, saber, “poseer” y consolar o poner en práctica la compasión; no el mero consuelo, sino la mutua identificación con el otro. Pero, finalmente, de ningún modo con un propósito de ayuda o de auto ayuda, de causa-efecto práctico, pragmático o filantrópico. Se puede mirar o contemplar juntos el horror o la dicha suma y, sin esto ser inventado sino real, su consecuencia pedagógica puede mantenerse incierta, latente u opaca. La mirada, eso si, es una invitación a mirar en red; a reavivar y multiplicar, por ejemplo desde la experiencia andina, los ceques o puntos de visión que salían y se orientaban hacia los cuatro puntos cardinales, desde el templo del Sol o Koricancha.
El sol juega un papel protagónico en varios de tus poemas. Alumbra descubriendo los espacios oscuros. Lo mismo desempeña “tu/la” mirada. ¿Hay una analogía entre el sol y el ojo?
La mirada no alude a un ojo ni a dos o mas; es mas bien una cualidad o acontecimiento. Por ejemplo, en El zorro de arriba y el zorro de abajo, son dos zorros que juntan sus rostros y, por ende, sus ojos, los cuales constituyen cuatro entonces, aunque ensayan una sola mirada milenaria dirigida a Chimbote. Instancia que implica experiencia, y no solo una idea o pensamiento. La mirada se parece a una epifanía y a una anagnórisis porque, en última instancia, aquélla es gozosa. Un mito cumplido; y no solo una utopía o algo abstractamente por venir.
En uno de los poemas de este libro, el hablante se pregunta “dónde está la poesía”. ¿Para ti es esto mejor que preguntarse “qué es la poesía”?
Exacto. Qué es introduce apropiación y corte sincrónico; de algo que no tiene propietario y es algo semejante a un fenómeno continuo y ubicuo. No existe o, por el contrario, existe; no es antes ni después; no implica una disciplina, premio o ascesis; todo va depender de la perspectiva con la que se observa. Aquí resuena el budismo zen; las propias teorías actuales del multinaturalismo, aquello de que entre nosotros y los animales mayores compartimos un alma (cultura) en común y lo que nos diferencia son sólo los cuerpos; un propio catecismo renovado –desde que la creación continúa, no ha cesado–; etc. ¿Y qué podríamos hacer? No nos queda sino echar mano de lo que tenemos más cerca para orientarnos e intentar explicar nuestra experiencia de ella, de lo que por un mero formalismo denominamos poesía.
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