Archivo por meses: febrero 2023

Creo en la dominicana culta

Creo en la poesía  dominicana culta

Aunque muchísimo más creo en la inculta

Del s.XX, si no por un pelito, será casi atemporal

La poesía de Carlos Rodríguez

Ya que ha sabido decantar su voz

La cual ha mutado en entretenerse

Sobre las piedras o la arena

De cualquier playa de su Santo Domingo

Sencilla humilde íntima

Radicalmente antitética a Trujillo

Dictador del que aún no nos sacudimos

Del que no puede prescindir la literatura

Ni la poesía culta dominicana

Muy aparte de géneros o de sexos

Todos muy enfáticos de cuanto ignoramos

Ahora, el piano de Enriquillo Sánchez resulta muy entretenido

Cualquiera que desee conocer el habla de la calle

Puesta en papel

Tendría que echar mano de Enriquillo

Alexis se dejó engatusar por Neruda, y jamás salió de allí

Salvo cuando la muerte ya asomaba a su puerta (siempre abierta)

Las mujeres que me perdonen, pero aún sigo esperándolas

Aunque, por si todavía no se han dado cuenta,

La inteligencia de Armandito Almánzar Botello prevalece

Prevalecerá entre los muchachos

Muchachas seres andróginos máquinas

Corro apretado dentro de una nave espacial

Denominada Antillas

Entre los más nuevos, mientras plagien con tanto fervor

Como la crítica literaria del medio o de la media isla

Todo les irá sobre ruedas

Aunque sólo para ustedes entre ustedes para nadie más

Y acaso esto sea suficiente

 

(Adenda de Breve teatro para leer: Poesía dominicana reciente)

©Pedro Granados, 2022

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Monólogo de Juvenal Agüero*

Tengo una cantidad innumerable de enemigos literarios; de izquierda y de derecha; del submundo  y del cielo.  Los cuales no cambiarán de opinión  sobre mi obra porque de hacerlo, a estas alturas, significaría admitir que estuvieron despistados en el juicio o, peor aún, actuaron con hartísima mala fe.  Es más, ya que para el que escribe poesía por lo menos la mitad del asunto estriba en ser un crítico con olfato; aquello sería admitir que fueron poetas mediocres y, por lo tanto, en este aspecto  también existieron  en vano.

Es un milagro que haya persistido en la poesía sin grupete de amigos; sin ser líder de nadie; y sin que me hayan fagocitado como requisito previo  para algún  halago.  Mi invisibilidad, asimismo, constituye prueba irrefutable de que la poesía (la crítica) de los últimos cuarenta-cincuenta años en el Perú propiamente ha desaparecido; aunque no por esto sea menos activa, influyente  o decisoria.  Invisibilidad al cuadrado, para ser más exactos, porque los extranjeros que leen la literatura de este país andino se apoyan a su vez en lo que les informan o seleccionan los ineptos o, más bien,  monitoreados especialistas locales o incluso peruanistas.   Bola de nieve, entonces, intrascendente y, desde ya, extinta.  La cual, y de modo semejante,  no se ha percatado, por ejemplo, que  Prepucio carmesí (New Jersey, USA: Ediciones Nuevo Espacio, 2000) constituye la primera novela del siglo XXI escrita por un peruano overseas.  Trasandina, archipiélica, simétrica.  Aventura, nomadismo, mediación multinatural.  Carente de melancolías identitarias ni con el espíritu –típico o, peor todavía, profesional, oportunista– de  un sujeto andino invariablemente damnificado.  Páginas que escapan de la canónica literatura de viajes.  Subalternos entendiéndose entre ellos; pobres (de amor) atendiendo a otros semejantes.  Post-exótica y post-indigenista.  Y que apuesta más bien por la complejidad u opacidad desde el origen; por la red de vasos comunicantes que, entre todos los seres humanos (incluidos los animales), yacen sumergidos.

Cómo podría justificarse, pues, toda aquella legión a la que aludo.  Que todo lo hicieron por alimentar lo mejor posible a sus vástagos, vale; que sus progenitores fueron militares y que a ellos, tampoco, nadie va a pisarles el poncho, salve; que cierta iglesia católica y cierta oligarquía  les aseguraron su puesto en un periódico o en alguna universidad, allá ellos; que mientras más ignoraban incluso mucho mejor les iba, es lo usual; que en el intento de manipular a todos lograron finalmente manipularse a sí mismos, también es lo usual; que ignoraban mayormente, que no sabían, pase.  Pero que de ninguna manera pudieron con Juvenal Agüero el cual, al final,  les ganó la partida, de esto justamente  trata la presente y nunca concluida  novela.

De esto y de lo que diría acaso un joven crítico profesional; o una joven crítica que entenderá todo primero en inglés.  Un crítico de estos precoces y sabiondos, a veces de sonoro apellido, e incluso algo simpáticos, a los que martirizó su papá.  Y que por esta razón se afirman, a como dé lugar, en aquello que ignoran.  Y se empecinan, a la par de la institución que los ampara o los financia, en hacer escuchar su preciosa voz,  dicho sea de paso, absolutamente inofensiva. Que cómo no reparamos en Juvenal Agüero  mucho más temprano; de lo ciegos que andaban los grupos de poder y sus instituciones, etc., etc., etc.  Mejor nos anticipamos a todos ellos y desde ya rechazamos sus discursos, en conjunto y el de cada uno por separado, y lo decimos  directa y expresamente nosotros.  Antes que el largo brazo del remolino nos alcance o que la piedra sea muy gorda y alta sobre el río.  Ahora que estamos todos reunidos todavía aquí. Habrase visto.

*Juvenal Agüero, protagonista de la mayoría de las novelas de Pedro Granados; desde Prepucio carmesí (New Jersey: ENE, 2000) hasta Poeta sin enchufe (2018).

Juvenal Agüero o Pedro Granados o Juvenal Agüero

Estoy convencido que el mejor poeta dominicano, todavía vivo, es Juvenal Agüero; que dejó ver por primera vez su Prepucio carmesí el 2000.  Y llegó –junto con aquél– a la República Dominicana, entiéndase efervescente Zona Colonial, el año 1997.  Todo lo cual, oscura y sabrosamente ligao,  figuró en Un chin de amor (2005) y en otros mensajes los cuales, como dentro de una botella arrojada al mar, va publicando Pedro Granados hasta hoy mismo.

Pero se trata de Juvenal Agüero, que no es de allí, que no vive allí, que no lucra en ningún sentido de allí y que la institución literaria local no tiene para nada en cuenta; salvo que, por un acto fallido, lo inviten a un Festival del Libro o a leer en video algún poema en el Día Mundial de la Poesía.  Por qué digo que aquel cruce de inga y de mandinga es el mejor poeta local; porque lo es, ahora mismo, también del mundo entero.  Simple parte por el todo.  Aunque esto no lo sepan ninguna de las jebas de las apretadas Antillas que conoció hasta el aruñazo; ni los comensales con los cuales disputaba, cuando estaba bueno, aquel sancocho lleno de vaina; ni menos, porque lo tienen encarpetado y con llave, sus colegas poetas del patio local: erótico-comprometidos; sabiondos de la letra, aunque no de la música; oscilantes como el mar de las tardes de pecho abierto hacia malecón.  De lejos nada se mira y, menos, nada se siente.  Pero Juvenal sí la mira y su corazón sí la siente: una órbita de culo redondo y desnudo llegando hasta su más apartada habitación.

Saludos,

Juvenal

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Las madres de Pedro Henríquez Ureña

Salomé Ureña (1850-1897)

Nota sobre la sutil asunción de la “maternidad” por parte del propio sujeto poético, percibida a través de poemas dedicados a sus “madres”, Salomé y Ramona Ureña. “Maternidad” del poeta dominicano en tanto una compasión y ternura, universales y militantes, al modo de Miguel de Unamuno, César Vallejo o Rabindranath Tagore.

Como sabemos, Pedro Henríquez Ureña (PHU), tuvo al menos dos madres: la propiamente suya y muy amada, biológica, Salomé Ureña –de quien quedó huérfano a los 13 años–; y la de crianza o aquella “la soñadora, la constante, sacerdotisa del ensueño” (“Íntima”) *, su tía Ramona Ureña. A las dos van dedicados sendos poemas y también algún otro a Salomé: “Tristezas (A la memoria de mis muertas)” *; escrito en 1897, estando el sabio dominicano todavía muy joven, y dentro del estilo dariano-dannunziano que, en general, caracteriza toda su poesía. Sin embargo, es el PHU adulto el que va a encontrar su expresión más intensa, mejor y más honda, cuando dedique a Ramona Ureña su poema “Íntima” (New York, 1904); tanto como ya, a los 31 años de su edad, haga lo propio con el poema “El niño (Idea de Rabindranath Tagore)” dedicado a su madre biológica. “El niño”, poema dramático en la senda del Ismaelillo, de su también muy admirado José Martí; es decir, composición capciosa, heredada del Barroco, plena de paralelismos conceptuales. Entre estos últimos, el que el poema no es nostálgico y ni siquiera se halla restringido a su “madre” (aunque éste sea el vocativo expreso: “-¿De dónde vine, madre?); sino que, asimismo, incumbe la naturaleza e identidad del propio sujeto poético. Es decir, “El niño” es ante todo una conquista, no sólo afectiva, sino además epistemológica o de lucidez; en una palabra, y ya en el contexto del diálogo entre “madre e hijo” en el poema, una ocasión de autodescubrimiento o anagnórisis:

¡Oh misterioso encanto!

¡Prodigio del amor

tener entre mis brazos

el tesoro mejor! *

Y, no menos, de sutil asunción de la maternidad por parte del propio sujeto poético; de una compasión y ternura universales y militantes (Miguel de Unamuno, César Vallejo, el mismo Tagore).

* Versos citados de: Pedro Henríquez Ureña, Obras completas.  Miguel D. Mena (ed.).  Tomo 1.  Santo Domingo, RD: Editora Nacional, 2013.

© Pedro Granados, 2016 »Leer más

¿Música ósea? O sea

León Félix Batista es, hoy por hoy, más que nunca Armando Almánzar Botello, pero sin, en términos de Roberto Bolaño (Los detectives salvajes), el enorme “maricón” que es este último; es decir, sus textos han devenido en una voz sin curiosidad, zozobra ni alegría alguna.  Una voz sin bumerang.  Puro soliloquio colgado al cuello, sobre una fuente de fría bakelita, y ofrecido a los turistas de la poesía.  Un lenguaje sin aura ninguna; y, más bien, tan sólo mareante acumulación de desechos tecnológicos.  Chatarra.  León Félix Batista o se perdió en Vallejo o este último, reparando en su snobismo u oporrtunismo, lo mandó al desvío de los epígonos más cargosos y pesados: una puerta y un camino que no reparan en el hervor ni la dicha que es leer la poesía del Cholo.

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Madrid 1988: Crónica de poesía

Crónica de la “marcha” poética española en el año 1988.  Año del cincuentenario del fallecimiento de César Vallejo; cuya efeméride se llevó a cabo en el Ateneo de Madrid.  Asimismo, de la consolidación o patente, en España, de la denominada “poesía de la experiencia”.  Sobre ambos acontecimientos gira la presente crónica-ensayo.

Foto en el Ateneo de Madrid, en ocasión de un recital de poesía en homenaje a los 50 años de la muerte de César Vallejo (1938). Participamos, además de este servidor (flaco y con pelo), el poeta Antonio Cillóniz (de blanco) y, al lado de éste, Marcos Ricardo Barnatán (buen lector de Borges) y Tomás Mallo ante el micrófono. El Ateneo estaba literalmente abarrotado. Al final de la lectura, recuerdo, entusiasmado se nos acercó el bueno de Alfonso Barrantes Lingán (“Frejolito”) a felicitarnos. Yo no tenía sino unos pocos meses en Madrid (andaba becado por el ICI) y, por tal motivo, conservaba la mirada en claroscuro desde mi popular barrio de Breña. Mirada en blanco y negro en tanto pobre y pendeja y, por otro lado, deslumbrada por las maravillas que me ocurrían todo el tiempo. Mirada esponja y, al mismo tiempo, garrafa para beber; fuente.

Casi en llegando a la capital de España, fragüé el siguiente poema:

Amanecer en Madrid.

Amanecer en invierno.

Hay sopas:

De ajos.

Castellana.

Consomé de la casa.

Origen de las nuestras.

Los ojos de la señora

que atiende en la barra.

Origen de los ojos de todas

nuestras madres y de todas

nuestras mujeres.

Necesitar estos ojos.

Necesitar acariciarlos,

besarlos, copularlos.

Todo a un tiempo.

Queremos decir que estamos

en un amanecer en Madrid.

Pero la banalidad

no es lo nuestro. Sí,

las canciones.

Las canciones y esta luz

que se arroja lenta

desde el trampolín del cielo.

Ya me duele el alma

de tanto quererte.

Pero lo nuestro no es la banalidad.

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Paraguayas (entrevistas)

Foto por Israel Tolentino

PRIMERA

En el marco del la Feria del Libro del Bicentenario, presentó en Asunción su libro “Vallejo sin fronteras”

“El casi autismo de mi infancia -de algún modo aún vivo- me preparó para, a los 15 años, empezara a escribir y no parar hasta este momento”, dice el escritor peruano Pedro Granados, tratando de explicar en que momento nació en él esa necesidad incontenible de hilvanar palabras.

“Mis padres fueron mis abuelos y mis hermanos mayores mis padres… en la infancia hice de mis amigos a las hormigas y las arañas de mi patio… hasta que a los 7, más o menos, años llegó la lectura que me metió aun más en mí mismo… el fútbol me salvó de ser un misántropo, el fútbol y el amor, absolutamente precoz, que sentí nacer en mi cuerpo. Adoro estar acompañado, pero necesito estar solo… Soledad impura, como el título de mi último libro de poesía”, dice Granados, quien visitó Asunción para presentar su libro de ensayo “Vallejo sin fronteras”, en el marco de la Feria del Libro del Bicentenario, y para leer su poesía.

Prolífico autor de ensayos, poesía y novelas como “Juego de manos”, “Vía expresa”, “El muro de las memorias”, “El fuego que no es el sol”, “El corazón y la escritura”, “Lo penúltimo”, “Prepucio carmesí”, “Un chin de amor” y “En tiempo real, cuenta: “Sin motivo aparente “(1978) fue mi primer libro. Algunos de sus poemas fueron leídos por Martín Adán, el cual les dio su espaldarazo. Comencé a mi aire, sobre lo canónico que se escribía en ese momento (poesía coloquial comprometida versus no comprometida), y creo que todavía continúo así. Aunque el lenguaje, al principio barroco, se ha amalgamado con otros; el barroco no ha sido desechado; sí, su estrofa o carpintería demasiado previsible… diría que mi dicción es minimalista, opaca, lúdica, casual; pero mantiene el homenaje al sonido del lenguaje y, acaso, también el apretado paralelismo semántico que el barroco instituye”

¿Cómo sobrevive un escritor en Perú? “La profesionalización del escritor en el Perú es literalmente inexistente; éste tiene que migrar para dedicarse a la docencia y, si se queda en el Perú, dedicarse a múltiple oficios… entre estos también la docencia muy mal remunerada allá”. Esto lo ha llevado a vivir varios años en Estados Unidos, y trabajar actualmente en una importante universidad del Brasil.

EN LA TRIPLE FRONTERA

“Soy profesor de la UNILA, un proyecto que tiene como misión crear una universidad en Foz do Iguaçu… en plena triple frontera entre Brasil, Paraguay y Argentina, y con el propósito de avanzar en la integración latinoamericana… para empezar, pretende y desde ya en lo oficial, es bilingüe. Enseño cursos experimentales en la enseñanza de la lengua y la literatura. Y los docentes provenimos no sólo del Mercosur. En particular, ahora mismo, vengo haciendo contactos con escritores paraguayos para ver proyectos, talleres y visitas que podrían implementarse en breve.

Leer a Vallejo

Admirador y difusor de su compatriota César Vallejo, Granados sostiene que el desaparecido poeta “anda inserto en la poesía hispana desde ya, no hace falta insertarlo, como Neruda, Huidobro, Parra, Lezama Lima, Pizarnik… lo que hay que hacer es leerlo para nutrirnos, otros, ser conscientes de la retórica que le pertenece a él y no a nosotros y, otros, tratar de escapar creativamente de este enorme autor para ser nosotros mismos. Se habla mucho o poco de Vallejo, pero no se lo ha leído; porque es enormemente difícil; las lecturas que hemos heredado de modo automático son simplificaciones políticamente interesadas, dizque comprometidas. Vallejo fue un comunista, pero donde la política en él no mató lo mágico que tenía… como es lo corriente”

https://miliagayosomanzur.blogspot.com/2011/06/entrevista.html

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