Así se denominó, una mesa de ponencias, dentro del Congreso Internacional “México Trasatlántico” (20 al 23 de marzo). Participaron:
Beatriz Pastor: “¿Quiénes son, somos hoy? Cambios de paradigma”
Pedro Irazoqui: “Nanotecnología, robótica e inteligencia artificial, hoy”
Agustín Fernández Mallo: “Realismo complejo”
Heike Scharm: “Ecocrítica e hispanismo: nuevas humanidades para el Antropoceno”
En general, y no sólo en esta mesa, se mencionó o aludió aquí –y de modo recurrente– al concepto de simetría de Bruno Latour. En cuanto a que debemos reconceptualizar las humanidades; ésta ya no más catastrófica (distópica) ni idílica (utópica), sino post-antropocéntrica. Los animales y los humanos comparten los mismos sustratos neurológicos. ¿Nos hallamos en marcha a un Tecno-humanismo? Puede ser, pero lo cierto es que debemos hacer converger las fronteras entre la psicología y la biología. Tal como hoy mismo se implantan, y cada vez más sofisticados, dispositivos electrónicos dentro del cuerpo (¿Electrocéntrica?).
O algo, en esta misma mesa, incluso más significativo, debemos liberar a la narrativa de la cárcel del “giro lingüístico”, y procurar una “convergencia compleja”. Ya que, tal como lo elabora Gadamer: el giro lingüístico no puede ser evaluado prescindiendo de su alcance ontológico, de su descripción del lenguaje como saber del mundo [Hans-Georg Gadamer, ¿Hasta qué punto el lenguaje preforma el pensamiento?”, en Verdad y método l/. Salamanca, Sígueme, 1992, p. 199.]. Es decir, y por ejemplo, de manera semejante a como en el acto de la traducción coexisten una transformación (el paso a otra lengua) con una fuente; o la “maqueta” que guarda las proporciones de lo que va a construirse; o la de la “topología”, en las matemáticas, donde el objeto es el mismo y de modo simultáneo otro. En otras palabras, que existen constantes entre los procesos. Lo que nos llevaría a hablar de redes más que de fragmentos; que todo objeto pertenece a una red y constituye en sí mismo también una red. Tal como, con respecto a la naturaleza, lo constató ya Alexander von Humboldt (1769-1859). Y a nivel, por ejemplo, del estudio de la vanguardia latinoamericana, y en particular de Trilce (1922), nos conmina a dejar de manejarnos con el concepto de “fragmento” para pasar al más apropiado y culturalmente más pertinente de “red”; o redes o archipiélagos. Tal como, por nuestra parte, lo hemos estado ventilando en nuestros recientes estudios vallejianos: “Trilce, muletilla del canto y adorno del baile de jarana” (2007); Trilce: húmeros para bailar (2014); Trilce/ Teatro: guión, personajes y público (2017); César Vallejo: tiempo de opacidad (2017); y la colección de ensayos todavía inédita, “César Vallejo: Sol donde no hay sol”.
Moderó la mesa, Inés Sáenz.