Acaso es tarea de la academia, hoy más que nunca, intentar superar –a modo de un salto cualitativo– las clasificaciones y taxonomías y atrevernos a evaluar la «poesía nueva» (César Vallejo) en cuanto y en tanto «sensibilidades nuevas» en o para un contexto determinado. Y, asimismo, atrevernos a trabajar en el aspecto cultural con opacidades (mixturas, hibridaciones, simultaneidades) ya que, de modo casi unánime, partimos de esencialismos o privilegiamos temas o motivos: esta poesía es andina –incluso “quechua”– porque habla de determinados temas o con determinado vocabulario; esta otra es del “lenguaje” porque es más o menos metalingüística; o esta otra es “meramente” coloquial o anticuada; etc. Así no llegamos a ninguna parte; salvo a que nos editen el libro o la antología porque cumple de antemano con una agenda de intereses más o menos políticamente correctos; peor aún, más o menos concertados con la institución literaria vigente o dominante.
Por lo tanto, se trata de insistir (nunca clausular) sobre los textos –poemas, canciones, traducciones, biografías, cuentos, novelas breves, etc.– que vienen del nivel horizontal (los múltiples repertorios o series: social, histórica, retórica, psicológica, de género, etc.); pero también –y esto es poco mencionado– los que vienen del nivel vertical y suben hacia las palabras. Es decir, y en principio, permitirnos ensayar a través del ejercicio de la escritura automática y la creación colectiva –ambos, modos de intentar trascender el narcisismo y el nihilismo– nuestro reencuentro con lo colectivo y con el mito: “no es nunca de su lengua, es una perspectiva sobre otra lengua” (Lévi-Staruss). Esto último, privilegiando– antes que la metáfora– la metonimia en tanto estado transitorio de identificación del sujeto poético con una ecología, una historia o un “mito inscrito en el paisaje”; de allí lo de “multinaturalismo” (Viveiros de Castro). Para, luego de habernos ejercitado en lo colectivo, intentar encontrar nuestro propio ritmo (Rubén Darío) o ecualizarlo.
Cabe precisar que aquello de “transfronterizo” no se limita a describir un “taller de creación literaria” diseñado expresamente para la amazonía o, por ejemplo, para la frontera peruano-brasileña. Si intentáramos postular su alcance –por cuencas culturales– y sus metas puntuales tendríamos una síntesis como la siguiente:
Caribe, para sacudirse de Pablo Neruda.
Cono Sur, para que en nuestro pacto con el lector no intentemos, desde un principio, pasar por sujetos poéticos listos.
Brasil, para que nuestro performance (cuerpo y ritmo) aterrice mejor en nosotros mismos y luego, y con más potencia, en el papel u otro soporte a través de la escritura. No estamos conminados a la poesía de autoayuda (“acción poética”); ni, tampoco, limitados a trascribir en portunhol selvagem.
Área andina, para que leamos en su real dimensión y expresión, de modo gozoso, a nuestro César Vallejo.
Amazonía, para sacudirse del espejismo y culto de los formatos –exotismo, multiplicidad de lenguas u otros mimetismos– y optemos siempre, más bien, por las sensibilidades (ejemplo, la poesía de Luis Urteaga Cabrera); éstas, nuestra lengua común.
Latina (USA), para, al modo de Tino Villanueva, dialoguemos más fluidamente con las demás cuencas culturales; y encontremos que nos ligan más afinidades que nos separan diferencias.
España, para que una vez superadas la “poesía de la experiencia” y la “poesía de la conciencia” y la “poesía de la chocolatina”, etc., percibamos todo ello como desde otra margen, la de América Latina; para, luego, permitir filtrarse a borbotones toda esa oralidad y poesía –a cada paso y a cada minuto y también a cada lectura de los clásicos– del territorio de España.
México, porque no todo fue Octavio Paz ni todo debe ser ahora infrarrealismo o un Bukowski, no de sótano, sino de vitrina. Porque en nuestro contrato con el lector no empecemos por apuntarle con un revólver.
Finalmente, “Creación literaria transfronteriza: Poesía y multinaturalismo”, va dirigido a investigadores, estudiantes, profesores de enseño medio y público en general. Cada uno de estos públicos sabrá aprovechar lo que mejor esté a su alcance; la teoría, la metodología, el gozo de la práctica de la escritura.
Archivo por meses: agosto 2017
28/08/17: Luis Cortes Bargalló y César Vallejo (intervención)
selva/ mudoestruendo.
El adentrado pétalo reanuda. Fibra.
Cruzo el espesor del mirlo. Cuerpo
piedra sobre piedra –piedra negra
sobre piedra blanca–
una blusa negra se unta
desabotonada contra
el cielo resbaloso.
En la casa hay un hombre
que juega con serpientes, que se autofecunda,
se divide y multiplica, encarga, silba.
Y a su boca como fosa
van a dar todos los rastros.
Baudelaire habló de “nervios
y color” [Vallejo habló de fisiología].
Atorados y en fila:
Una vagina que se abre, muslos;
Un ano como un sol garabateados;
Un pene con su ojo [Trilce I], baba,
Testículos, dos curvas.
Cuando el agua baja turbia
hasta besar el lodo de la orilla
entre el humus, cadenas boquiabiertas,
un labio a la deriva que se seca.
Para cuando todo
quede al ras al descubierto.
De La lámpara hacia abajo (México: Ediciones sin Nombre/ Secretaría de Cultura, 2016)
24/08/17: La poética de los cuadernos de Luis Hernandez/ Carlos Quenaya
¿Cuál es ese lugar de donde proviene y adonde se dirige la poesía?, ¿qué es aquello ilegible que no puede escribirse ni leerse, pero que sustenta la palabra escrita de la poesía? Agamben lo precisa en otra parte: la oralidad. La oralidad es lo anterior, lo previo a cualquier literatura: el suelo en el que se sustenta y al que ha de regresar la escritura. El poeta es quien asume la tarea de escribir lo que nunca ha sido leído y leer lo que nunca ha sido escrito: la palabra en el aire, la palabra oral. Los cuadernos de Luis Hernández se hallan en medio de la tensión entre lo hablado y lo escrito. Urdidos con la materia de lo transitorio y de lo siempre en marcha, reproducen las huellas de la oralidad de un peruano de Lima. Son palabras sin versión definitiva y, sin ser un borrador de nada, –así como la charla cotidiana tampoco lo es– interpelan a cualquiera que pasa.
20/08/17: DOS POEMAS DE ALEXIS GÓMEZ ROSA/ Rafael García
PARQUE COLON
Vivo en un barrio de película
que ha visto desaparecer
sus héroes
al sur siempre galopan.
Son los parias del anochecer:
locos chamarileros,
luchadores,
asesinos de miradas en arcoiris;
gordos sacerdotes
y cutáfaras
para las que no hay cines
donde ventilar la cabeza.
Sparrings en retiro
y cueros de cortina para un llorado
film mexicano, ahora que Gardel murió.
El barrio sucumbió
a su esplendor.
Mi calle, la del arzobispo Meriño,
perpendicular a los barcos,
prolonga las incidencias
del parque Colón:
un cuadrilátero de frustrados políticos
que hacen patria en conteo
de tres bolas-dos strikes,
recetando en nutrida
soireé, elmagno credo
de la República de insignes
varones en celo.
Pero algo más digo
del barrio que me vió crecer,
en el parque
almirante también habrá de verme
morir.
Lentos fotogramas construyen
la película absurda
de un hombre
que salió de su mudez,
a dar cuenta
de los pormenores de la infamia.
(¿Si me atreviera a venderla?)
Compradores del mundo
vendrían solícitos y curiosos,
con los ojos hambrientos,
a dejar
su moneda de lenta
circulación.
ABEJA DE PIEDRA
Llegó al barrio con el tumbao de “Caja de Bolas”:
un boxeador culebro por ese indescifrable juego de cintura.
Carlos Caja de Bolas, el original, fuera del ring se llamaba Carlos Gil.
Este otro, de hablar meloso y embaucador, sabía (sabe)
tirar la cabeza y el codo mete a partir: “corrió la colorá”
salpicando a fotógrafos y chicos de la prensa.
No hizo muchas peleas en el ring, siempre ajeno a las reglas
y buenas maneras del ordenamiento social.
Su vida fue un desastre, podrido como está en un celda
del plan piloto de la Policía Nacional.
Su mujer lo abandonó; sus hijos no guardan memoria de su rostro.
19/08/17: ASESORÍA INTEGRAL DE TESIS SOBRE POESÍA LATINOAMERICANA (en particular, César Vallejo)
18/08/17: César Vallejo/ José María Arguedas
La inseguridad económica, ya sabes tú que es y que ha sido siempre mi fuerte. En cuanto a lo político, he ido a ello por el propio peso de las cosas y no ha estado en mis manos evitarlo. Tú me comprendes, Juan. Se vive y la vida se le entra a uno con formas que, casi siempre, nos toman por sorpresa. Sin embargo, pienso que la política no ha matado totalmente el que era yo antes. He cambiado, seguramente, pero soy quizá el mismo. Comparto mi vida entre la inquietud política y personal y mía para adentro. (Carta a Juan Larrea, 29/1/1932)
Fue leyendo a Mariátegui y después a Lenin que encontré un orden permanente en las cosas; la teoría socialista no sólo dio un cauce a todo el porvenir sino a lo que había en mí de energía, le dio un destino y lo cargó aún más de fuerza por el mismo hecho de encauzarlo. ¿Hasta dónde entendí el socialismo? No lo sé bien. Pero no mató en mí lo mágico. (“No soy un aculturado”, 1968; El zorro de arriba y el zorro de abajo, 1971)
“Vallejo era el principio y el fin” (El zorro de arriba y el zorro de abajo, 1971)
17/08/17: Poema de Aldami Jiménez
Y no pude más
Creé un nuevo documento. En blanco.
A mi lado una familia con tres generaciones. A mi otro costado, todos mis recuerdos.
Y se me fue la idea. El pasmo del blanco. El pasmo del tener que decir algo.
A veces me doy cuenta de lo acumulado, por debajo del hombro.
A veces vislumbro el sentido.
Pero sigue el blanco.
Y no sé cómo pasar mis aprendizajes
del viento y de la noche.
14/08/17: LA LITERATURA POS-INSULAR DOMINICANA (1998-2011) (Intervención)
CIUDADES REVISADAS: LA LITERATURA POS-INSULAR DOMINICANA (1998-2011)/ MIGUEL D. MENA. Revista Iberoamericana, Vol. LXXIX, Núm. 243, Abril-Junio 2013, 349-369.
La literatura que surge en 1998 [Juan Dicent (1969), Homero Pumarol (1971), Rita Indiana Hernández (1977), Rey Andújar (1977) y Frank Báez (1978), entre otros] ya no será trans, sino pos-insular: la relación pasado-presente se salva a favor de una contemporaneidad donde las relaciones son más horizontales y menos trazadas por las voluntades de ejercer una fuerza; las imágenes tradicionales de la Isla –el mar como límite, lo interno e interior del país a partir de sus contrastes con la capital‒ son sustituidos por una concepción de fluidez en el espacio urbano; se rompe la vieja centralidad y las periferias de las ciudades se transforman nuevos centros. En lo trans-insular todavía se opera con la noción de opuestos: lo que está antes y después del departamento de Migración en el Aeropuerto Internacional de Las Américas. En lo pos-insular, todo es complementario, sea alguna zona de Haina o Washington Heights. La tendencia es a recrear más un espacio virtual que físico, donde lo importante es la intensidad de las relaciones humanas. Ahora es fluida la relación con las grandes metrópolis, como si el mar en vez de un límite fuese un espacio comunicante (354)
la Isla será más una metáfora relacionada con un consumo y un espacio utópico que una realidad física, mientras que el castellano ya no será la lengua exclusiva de los dominicanos. Con más de millón y medio de dominicanos viviendo fuera de la Isla en el primer decenio del siglo XXI, convertida Santo Domingo en la mayor ciudad del Caribe, y aumentando los contactos migratorios y económicos con Europa, integrados dentro de los procesos de globalización gracias al impacto de las comunicaciones, el aumento del sector terciario, la Isla se ha removido de sus márgenes de 500 años (355)
Estamos frente a un conjunto de autores con preocupaciones similares y con oficios comunes: rechazo de los postulados de la poética dominante entre los años setenta y los ochenta –que iban desde el clásico concepto de la “literatura comprometida” hasta la “poética del pensar”–; asunción del impacto migratorio y los procesos de globalización, potenciando un concepto de ser ya no subsumido en un noción de “deber social” [cultura light dominicana (357); la cual, sin embargo, en otro lugar, hemos motejado de “neo-testimonial”]. Son autores multidisciplinarios, que se ejercitan tanto en la poesía, el video y el performance (355-356)
[Aquello de poesía “neo-testimonial” refrendado, sotto voce, por el propio Miguel D. Mena] Estos textos tienen como elemento sobresaliente su carácter testimonial. Seguramente sea éste el rasgo más acusado de los escritores pos-insulares: el escribir como acto de rehacerse, la transcripción de la memoria como otra manera de recuperar la felicidad o volcar el dolor, como constancia del proceso en que el ser se constituye, llamando la atención sobre las temperaturas emocionales por las que ha atravesado el sujeto. Para hablarse a sí mismo el autor dará cuenta de su medio. Los pos-insulares establecen un nuevo sentido de urbanidad, vivido y constituido a escala humana, aunque con la conciencia de haber heredado un espacio restringido que bien podría resumirse en el concepto de la Ciudad Trujillo que fue Santo Domingo entre 1937 y 1961. Si antes de 1998 la ciudad era Santo Domingo, y estaba centrada y dispuesta sólo en función de la ficción histórica, a partir de ahora se constituirá en su simple vida cotidiana, sin los grandes relatos que como la Guerra de 1965, Trujillo o Balaguer la timbraban (358)
La ciudad pos-insular vive del desencanto que implica la falta de proyectos, la concepción de que la felicidad siempre será individual y pasajera, y la conciencia de que el sujeto ya no se agotará encuadrándolo dentro los viejos discursos nacionales, simplemente porque ya no habrá adscripción a una tierra, a un destino. La escritura posinsular ha descubierto las venturas y desventuras del ser en tiempos donde los referentes identitarios se han globalizado. O ha luchado a partir de los principios de orfandad en Rita Indiana Hernández o Juan Dicent; o ha desmontado las consignas populistas y autoritarias del nacionalismo, como en Homero Pumarol y Frank Báez; o ha situado la doble moral y la violencia de la dominicanidad barrial, como en Rey Andújar […] Desde 1998 la República Dominicana se está escribiendo pos-insularmente. Los sueños ya no están entrampados en las palmas y los mares que nos rodean. El yo al fin se ha levantado, y anda [aunque, previo a este sugestivo telón pos-vallejiano, y en función de hacer más complejo o dialéctico el panorama, se debería incluir la literatura o la poesía o el performance de aquéllos/aquéllas no benefiacidos por la globalización –o los jóvenes autores que se quedaron en la media isla y proceden, por ejemplo, de la zona oriental de Santo Domingo] (366)
13/08/17: Ayahuasca sin ayahuasca Vallejo
Comprobamos en la UFAC (Rio Branco, Acre, Brasil), junio 5-9, y de modo fehaciente, que César Vallejo no es sólo un gran poeta; sino también –por cierto, no únicamente entre los Andes y la Amazonía– un extraordinario mediador conceptual. Sobre todo cuando propusimos poner en paralelo, en el aula, nuestras lecturas autobiográficas o auto-ficcionales de “Borges y yo” (El hacedor, 1960) y “Huaco” (Los heraldos negros, 1918). A través de este ensayo fue patente ver cómo tenemos en la poesía del peruano una alternativa al “giro lingüístico” que representa la obra de Jorge Luis Borges. Por lo tanto, percibir el modo cómo del humanismo (autobiografía en tanto “autenticidad”, susceptible de evaluarse por la historia, psicología, sociología, etc.), pasamos al concepto de autobiografía como “escritura” (personificación o prosopopeya). Y de aquí al posthumanismo o mejor cabría denominar multinaturalismo o “giro ontológico” –que no tiene ya más al hombre como centro, sino que junta cultura y naturaleza– el cual ilustra, repetimos, sobremanera la obra de César Vallejo. Tercera vía –respecto al humanismo y al “antihumanismo” del “giro lingüístico” – la advertida ya por los estudiosos brasileños Tânia Stolze Lima y, de modo acaso más sostenido, Eduardo Viveiros de Castro desde 1996. En este sentido, no dudamos que desde ahora mismo e incluso más en los próximos años –aunque para bien, porque se va en busca del sentido— se configure todo un fenómeno epistémico global; algo semejante a un “Ayahuasca sin ayahusca Vallejo”. Que esto último no constituya depredación y poesía. Que queden algunos réditos por aquí y que aquello no se patente –en exclusiva– en el primer mundo, depende únicamente de nosotros. Poesía, la del peruano, toda ella poderosa y limpia; libre de toxinas, adulteraciones o agotadores viajes.
08/08/17: LOMISMO/ISLISMO: POÉTICAS GEMELAS DE CÉSAR VALLEJO
Resumen
Islismo (Trilce I)/Lomismo (Trilce II) en tanto poéticas consecutivas y complementarias, no sólo del poemario de 1922, sino también de la poesía póstuma de César Vallejo. Aunque aquí nos concentraremos en Trilce II o, más bien, este último poema será la puerta de entrada para extendernos a las islas o pensamiento “Archipielar” y, no menos, a la “Poética de la Relación” y al “Derecho de la Opacidad”. Conceptos, estos últimos, todos de Édouard Glissant; pero que consideramos podrían ser también vallejianos. Es decir, elaboramos aquí un tamiz común de empatía o entrecruzamiento entre el “meta-archipiélago” que levanta el poeta y filósofo martiniqueño, Glissant, y la poesía “meta-andina” que, finalmente, postula el autor de Trilce. Andes y Caribe van, pues, aquí entrelazados, aunque esto último no constituya culturalmente, en sí mismo, una novedad; basta escuchar la tan difundida “chicha”, mezcla de ritmos andinos y caribeños (Canclini). Finalmente, y tal como lo ensayó este último autor en Culturas híbridas, nuestro ensayo también va en “busca de un método” (Franco) para lo que podríamos denominar el estudio de las culturas complejas u opacas.
Palabras clave: Pensamiento andino y del Caribe, poesía de César Vallejo, Culturas opacas.