Dolce Stil Mostro: The State That i am in (Sobre Poesía peruana joven)/ Roberto Valdivia
Por supuesto Enrique Verástegui no es el único referente que los poetas jóvenes leyeron. La influencia de la poesía del chileno Héctor Hernández Montesinos y especialmente autores en torno al colectivo mexicano Red de Los Poetas Salvajes, David Meza y Yaxkin Melchy; está presente. La presencia de estos autores es por momentos abrumadora en una parte de la poesía peruana joven. En el año 2012 cuando la escena local de poetas daba sus primeros pasos, esta parecía un anexo a esa movida mexicana
Por momentos los poetas de este grupo, especialmente aquellos que perseveran en su infancia, suenan melosos, aburridos, solipsistas. Por momentos todos estos poetas son un guetto dentro del guetto de la literatura. Los reseñistas no están preparados para abordarlos y se limitan a calificarlos como “neobarrocos”, “neosurrealistas” o simplemente como posmodernos. El punto es que tal vez es la primera vez en mucho tiempo que el poema es lugar de asimilamiento de tantos recursos “extraliterarios” que acaban dejando al poema en un lugar indefinido, a medio camino de “no ser poema” o no ser un algo literario. ¿Dónde queda una propuesta como la de Rodrigo Vera en Acajo Mundo, rara avis, libro que en vez de volcarse a imágenes o narratividades se vuelca a la destrucción y recreación de un lenguaje que no existe?
Debe mencionarse que a pesar de las múltiples referencias extranjeras hay ciertas poéticas locales en su mayoría calificadas como “insulares” que parecen tomar la posta Cisneros– Hinostroza que reinó entre los poetas jóvenes de los 80s, 90s y 2000s. Ya hemos mencionado entre estos poetas insulares a Mirko Lauer y Mario Montalbetti, a ellos deben sumárseles las influencias de los trabajos de Rafael Espinoza, Willy Gomez, María Miranda, Frido Martin y Magdalena Chocano.
A diferencia de la poesía eminentemente ensimismada de los años 90s, las propuestas de los poetas jóvenes empiezan a voltearse como pétalos en cámara lenta para elaborar sus éticas, cargados de sinceridad, el móvil que articula gran parte de este dulce estilo monstruoso (y nuevo) en poetas como Román Marroquín o Josué R. Hipolo. El cruce del horror y la miseria hacia la búsqueda de respuestas es algo que celebro en varios poetas que aparece aquí.
Si el poeta ahora es un DJ, este no es a la manera de Kennet Goldsmith, como un mero copipasteador de fragmentos. Estaría en cambio más cercano a la figura de la “reescritura” de la que habla y practica Héctor Hernandez Montesinos en su poesía, la de tomar pedazos o fragmentos de un referente anterior y reposicionarlo, quebrando su sentido a la manera que prefiera el poeta.
No es una novedad y es saludablemente de conocimiento público el declive de la poesía peruana posterior a los años 70s. Todos los poetas jóvenes desde los 90s han sido llamados a ser los “elegidos” que devuelvan la poesía peruana al lugar que “se merece”. El punto es que si bien los poetas jóvenes de este texto vienen realizando experimentaciones que efectivamente desestabilizan el programa de la poesía peruana, como en su momento lo hicieron Cisneros e Hinostroza, las medidas que utilizan los reseñistas son aún las de detectores de Cisneros e Hinostrozas. Y ese escenario no se dará, lo cual no resta grandeza a los poetas que se consoliden de esta camada.
Cronología y representantes: