Archivo por meses: marzo 2016

En el cumpleaños de César Vallejo, Leila Yatim (Traducción al portugués)

Yatim

AMOR
Amor, já não voltas aos meus olhos mortos;

E qual meu idealista coração te chora.

Meus cálices todos aguardam abertos

Tuas hóstias de outono e vinho de aurora.

Amor, cruz divina, rega meus desertos

Com teu sangue de astros que sonha e que chora.

Amor, já não voltas aos meus olhos mortos

Que temem e anseiam teu pranto de aurora

Amor, não te quero quando estás distante

Rifado em cortes de alegre bacante,

Ou em frágil e achatada afeição de mulher.

Amor, vem sem carne, de um Icor que assombre;

E que eu, a maneira de Deus, seja o homem

Que ama e gera sem sensual prazer!

DESPEDIDA RELEMBRANDO UM ADEUS

Ao cabo ao fim, por último,
Tomo, voltei e acabo-me e os gemo, dando-os
A chave, meu chapéu, essa nota para todos.
Ao cabo da chave está o metal em que aprendêramos
A desdourar o ouro, e está, ao fim
Do meu chapéu, este pobre cérebro mal penteado,
E, último vaso de fumaça, em seu papel dramático,
Jaz este sonho prático da alma.

Adeus irmãos são pedros,
Heráclitos, erasmos, espinosas!
Adeus, tristes bispos bolcheviques!
Adeus, governadores em desordem!
Adeus, vinho que está na água como vinho!
Adeus, álcool que está na chuva!

Adeus também, me digo a mim mesmo,
Adeus, vôo formal dos miligramas!
Também adeus, de modo idêntico,
Frio do frio e frio do calor!
Ao cabo, ao fim, por último, a lógica
Os lindeiros do fogo,
A despedida relembrando aquele adeus.

AO MEU IRMÃO MIGUEL
Irmão, hoje estou no poial da casa.

Onde fazes uma falta sem fundos e

Me lembro que brincávamos esta hora, e que mamãe

Nos acariciava: “Mas, filhos…”

Agora eu me escondo,

Como antes, todas essas orações

Vespertinas, e espero que você não dê comigo.

Pela sala, no saguão, nos corredores.

Depois, você se oculta, e eu não dou com você.

Me lembro que nos fazíamos chorar,

Irmão, naquele jogo.

Miguel, você se escondeu

Uma noite de agosto, ao amanhecer;

Mas, ao invés de te ocultares rindo, estavas triste.

E teu gêmeo de coração dessas tardes

Extintas entediou-se de não te encontrar. E já cai sombra na alma.

Escute, irmão, não demores

Em sair. Está bem? Mamãe pode se inquietar.

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Las madres de Pedro Henríquez Ureña (1884-1946)

PHU
Como sabemos, Pedro Henríquez Ureña (PHU), tuvo al menos dos madres: la propiamente suya y muy amada, biológica, Salomé Ureña –de quien quedó huérfano a los 13 años–; y la de crianza o aquella “la soñadora, la constante, sacerdotisa del ensueño” (“Íntima”)*, su tía Ramona Ureña. A las dos van dedicados sendos poemas y también algún otro a Salomé: “Tristezas (A la memoria de mis muertas)”*; escrito en 1897, estando el sabio dominicano todavía muy joven, y dentro del estilo dariano-dannunziano que, en general, caracteriza toda su poesía. Sin embargo, es el PHU adulto el que va a encontrar su expresión más intensa, mejor y más honda, cuando dedique a Ramona Ureña su poema “Íntima” (New York, 1904); tanto como ya, a los 31 años de su edad, haga lo propio con el poema “El niño (Idea de Rabindranath Tagore)” dedicado a su madre biológica. “El niño”, poema dramático en la senda del Ismaelillo, de su también muy admirado José Martí; es decir, composición capsiosa, heredada del Barroco, plena de paralelismos conceptuales. Entre estos últimos, el que el poema no es nostálgico y ni siquiera se halla restringido a su “madre” (aunque éste sea el vocativo expreso: “-¿De dónde vine, madre?); sino que, asimismo, incumbe la naturaleza e identidad del propio sujeto poético. Es decir, “El niño” es ante todo una conquista, no sólo afectiva, sino además epistemológica o de lucidez; en una palabra, y ya en el contexto del diálogo entre “madre e hijo” en el poema, una ocasión de auto-descubrimiento o anagnórisis:
¡Oh misterioso encanto!
¡Prodigio del amor
tener entre mis brazos
el tesoro mejor!*
Y, no menos, de sutil asunción de la maternidad por parte del propio sujeto poético; de una compasión y ternura universales y militantes (Miguel de Unamuno, César Vallejo, el mismo Tagore).

* Versos citados de: Pedro Henríquez Ureña, Obras completas.  Miguel D. Mena (ed.).  Tomo 1.  Santo Domingo, RD: Editora Nacional, 2013.

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Bibliografía acerca de la poesía de Luis de Góngora y Argote

mar

“El mar como tema estructurante en la Fábula de Polifemo y Galatea de Luis de Góngora” (1994).  Fue mi tesina de Master of Arts para Brown University; y la dirigió el Prof. Antonio Carreño.  Aunque breve, fue acaso mi primer  trabajo riguroso, inspirado y de más logrado empaque; luego de mi tesis de Bachiller en Humanidades para la PUCP, “Síntesis de imágenes aéreas en la poesía de Javier Sologuren (1944-1960)”, no publicada todavía.  Y antes de mi tesis de PhD para Boston University, Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo (Lima: Fondo editorial PUCP, 2004), la cual –junto  con el trabajo dedicado a Góngora– no ha dejado de difundirse en la academia internacional con mi íntimo y, no menos, extraño gozo.

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(N)húmeros para (des)cifrar un pambiche/ Pedro Delgado Malagón

Humeos para bailar

Húmero (del lat. Humerus): Hueso del brazo, que se articula por uno
de sus extremos con la escápula y por el otro con el cúbito y el radio.
Diccionario de la RAE

Conocí hace poco a Pedro Granados, ensayista, poeta y novelista peruano (Lima, 1955), a quien el Ministerio de Cultura invitó para conducir en Santo Domingo un Taller sobre la gesta poética del gran César Vallejo. Granados es un penetrante exégeta del culto vallejiano, de sus modulaciones sensibles y del registro de un discurso con misteriosos influjos, casi míticos, en el que algunos piensan que “Vallejo no elige sus vocablos”.

Siempre me aproximé al poeta de Los Heraldos Negros bajo las nociones sombrías de José Carlos Mariátegui: “Nostalgia de exilio; nostalgia de ausencia”. Confieso que fue en el libro de Granados (Trilce: húmeros para bailar) donde por primera vez leí una reflexión (cierta, sorprendentemente clara) acerca de la chispa y del humor que subyacen (“…quizá sin que él lo sepa ni lo quiera”, agazapados y en ademán de saltar) en esa oscura melopoeia permutante de la palabra/cadencia que aflora en Trilce.

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Fábulas del arlequín, de Juan Yufra

Yufra

En cualquier objeto no existes Poesía
—es simple, no existes—
Por aquí nadie te ha visto
(Se despegan de los afiches algunas libélulas)
Es mejor que lo sepas
El pájaro vuela desde las matas de la ribera
Sonrío
Las aguas se estancan en sus alas
Algo de Tizne
Trapo en el fuego y viceversa

El pez —desde luego— ha girado
con desconfianza
divisa el anzuelo
la duda —esta vez— atraviesa
todas sus ansias
observa algo que se mueve fuera
no lo cree y se va – raudo
a los cielos

En el silencio
Trazo una ruta con el dedo índice
—Nunca llega a tu cuerpo—
¿Abrir los ojos?
¿Mover la corteza del agua empozada?
Es preferible dejar las cosas como están
(encima de sus sombras)
Mejor echarse en la orilla – divisar
la línea de cerros y eucaliptos
Es mejor que tantas palabras —escribo

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SOBRE POESÍA CHILENA

Llanos

Eduardo Llanos, Enrique Lihn y Nicanor Parra 

Fervoroso militante de su tradición poética, aclimatador de extremos estilísticos, equilibrista entre mito y logos -pasión y raciocinio- a devenido a ser nuestro estimado poeta. Logra colmarnos, obviamente, cuando arriesga más en la pura y díscola pasión: erótica, políticamente anárquica y lúdica ante nuestra realidad posmoderna. Nos interesa, sobre todo, cuando en sus versos el poeta supera al psicólogo (profesión de Llanos); oficios que se disputaban los textos de Contradiccionario (1976-1983), ahora se entremezclan, pero se pueden inclinar decididamente a favor del chamán que habita muy dentro del poeta sureño. Todo consiste en atreverse a tomar la pócima o el bebedizo, a envenenarse y sucumbir del todo; atreverse a ser un auténtico fracaso, objeto de hazmerreír, como no lo han sido ninguno de los poetas chilenos reconocidos, al menos, en relación y proporción, por ejemplo, con sus pares peruanos (Eguren, Vallejo, Moro, Martín Adán, Luis Hernández Camarero, sólo para citar los casos más memorables). Decimos esto porque aquella impronta se halla ya sutilmente entramada en la poesía de Eduardo Llanos, porque también allí -y afortunadamente para su trabajo- pugna aquel paradigma universal del oxímoron (tragedia motivada e inmotivada alegría) que es la poesía de César Vallejo. Al menos, ni Parra ni Lihn, poetas tan caros a Eduardo Llanos, se pueden entender sin los versos del autor de Trilce; y sí, valga la paradoja, se puedan entender como esencialmente no vallejianos tanto a Gonzalo Rojas como a Raúl Zurita por lo de resaca oportunista -rentable mimesis del primero- y libreto egolátrico -monótona mueca en el segundo-, respecto al impune saqueo que hacen de la poesía del autor peruano.

 

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[Soy un tipo de cuidado]

Demarta

Soy un tipo de cuidado

En principio

No le temo a nada

Ni a ninguno

Y hasta ahora y con un tantico de suerte

He podido escapar

Huir de la mediocridad ambiente

Del arribismo apestoso

Del compadraje obsceno

Así que cuídense conmigo

O, mejor dicho,

Con la poesía que me habita

Con mi madre que me habita

Con su decidida y como ilimitada

Delicadeza

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