[Introducción a la Sección Especial “Literatura latinoamericana, española,
portuguesa en la era digital (nuevas tecnologías y lo literario),” editada
en Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies 14 (2010-2011): 147-365.]
Escape velocity is the speed at which a body –a spacecraft, for instance- overcomes the gravitational pull of another body, such as the Earth. More and more, computer culture, or cyberculture, seems as if it is on the verge of attaining escape velocity.
Así comienza Mark Dery, en la “Introduction” a su Escape Velocity: Cyberculture at the End of the Century (1996), una descripción al momento del término del siglo XX del estado de la cuestión concerniente a las transformaciones culturales que el uso –en principio restringido y hoy ya masivo- del computador y de toda su parafernalia informática y comunicativa (a la que hay que agregar otros medios nuevos o renovados de manera que parecen engañosamente recién inventados, como la cámara fotográfica y luego la fílmica, el aparato telefónico, convirtiéndose en lo que se había predicho: en una especie de non plus ultra y mágico poder en nuestras manos, etc.). La computarización y con ella la virtualización, la globalización y la posthumanización de la vida, de nuestros días y trabajos…, de la cultura: de nuestros credos, hábitos y productos…, es decir, en suma, la era de la cibercultura y de la ciberpersona –como enfatiza J. Hillis Miller en su ensayo “The Poetics of Cyberspace: Two Ways to Get a Life.”
Esto es lo que queremos ver, ya entrado en una década el siglo que se avecinaba ayer nomás y que hoy es una realidad (virtual en mucho), en nuestro número especial para el Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies: si la literatura producida en las regiones especificadas en el título (por ejemplificar, puesto que asumimos que es un fenómeno global), asociada (reformulada > remediada por, y a través de, ellas) con las nuevas tecnologías, está (o no, y hasta qué punto en cualquiera de los dos casos) al borde de alcanzar esa velocidad de escape, si la literatura hoy in tune con los nuevos medios “is on the verge of attaining escape velocity” de (la fuerza gravitacional de) la literatura tradicional –aunque esto no impide ver un continuum que lleve esta escapada hasta las vanguardias y, en un sentido amplio, a los avatares de la modernidad (incluido el enciclopedismo hipertextualizador de la ilustración), como ha planteado ergódicamente Espen J. Aarseth en Cybertext (1997),[1] y en uno más comprehensivo, a la historia de la escritura, como lo explica James J. O’Donnell en su Avatars of the World: From Papyrus to Cyberspace (1998). No nos interesa lo nuevo como “ruptura” […por la ruptura…] cosa que ya Octavio Paz parece haber resuelto sino en su futuridad presente. Tampoco asociarnos con la idea de que la computarización de la vida y la cultura es lo absolutely fabulous, y para eso suscribimos plenamente lo que Seth Lloyd aclara en su Programming the Universe (2006):
The original technology consisted of scratching marks on clay or rock. Writing was, almost literaly, language made concrete. It enabled large-scale social organization, contracts, scripture, and books like this one. Over the years, the technologies of writing have progressed from rock to paper to electrons. Each manifestation of writing, from commandment to poem to neon sign, possesses its own variation on the technology of representing words. (12-13) [2]
Hasta donde sabemos este número especial es el tercero dedicado al tema –al menos en el ámbito de la academia estadounidense. Existen a la fecha el editado por Andrew Brown para la Revista Iberoamericana, con el título de “Tecnoescritura: literatura y tecnología en América Latina” (2007), que contiene diez artículos; y el editado por Michael Solomon y Aaron Ilika para Hispanic Review, con el título de “New Media and Hispanic Studies” (también del 2007), que trae cinco estudios. Nosotros, y en acuerdo con el editor general del Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies, Malcolm Compitello, hemos querido que nuestro número especial no sólo incluyera las áreas geoculturales y literarias latinoamericanas y españolas sino que, en busca de un necesario, aunque casi siempre elidido, entanglement comparatista, hemos abarcado, por el momento, el área portuguesa peninsular que, por lo demás, en este caso, hace referencias ineludibles a la brasileña, ya que no podemos renunciar al convencimiento de que estos estudios, más aún dada su naturaleza, no pueden ser llevados a cabo fructíferamente dentro de ningún tipo de aislamiento, ni siquiera por justificaciones lingüísticas. Esto último indica el camino y es el de promover acercamientos en la materia con lo que ocurre, y ha venido ocurriendo, entre la literatura y las nuevas tecnologías en otras lenguas y realidades culturales.