Poetas puertorriqueños del fin de siglo (antología efímera )/ Luis Felipe Díaz [Lizza Fernanda]

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He dicho que no quiero el mar
Si tiene la tinta que imagino,
La gota de sudor del obrero
O del erizo,
Sólo quiero ver televisión
Como quien toma veneno
Los domingos
(reinsidentedellupus, José Raúl González, “Gallego”)

El tránsito es un espejo. El único peligro de tener una direc-
Ción es pensar demasiado en el retorno. No tengo la velocidad
De la luz, por eso esta fascinación por los letreros, el celoso
Neón de palabras. Viajera, no quiero explicaciones. Ven a
Jugar en mi puente levadizo –lo único feudal del castillo es
Arena–. El aire se desvanece lo sólido. Uso las manos para
Tocar la evidencia. Lo ligero se sale con la suya.
(Cannibalia, Rafael Acevedo)

La vida es un segundo
Que no tiene que ser una tormenta de siglos.
Dale un espacio a la miseria
Y al banquete de la vida
(idus de marzo, Julio César Pol)

Hay un adorable aparato libre de todo trauma
Es menester levantarle un altar
Y enchufarlo
(Fracturas del devenir, John Torres)

Ayer escuché el himno nacional
Y un impulso patriótico me movió
Casi involuntariamente
A apagar la tele.
(Casquillos, J.D. Capiello Ortiz)

Entonces nos fuimos sentando uno a uno
Sin orden
Ni control
Listos y ávidos de ironías
Desesperados por sentir la bóveda del salón
Cambiar.
Acalorados de emoción
Nos sentamos ahí
Fieles y hambrientos
Listos para conjugar (escribir)
Lo que otros dijeron
Mucho antes que nosotros.
(Realid(h)ades, Amarilis Tavárez Vales)

Frente a las fuertes y comprometidas expresiones de los vanguardista, varios escritores de la nueva poesía noventista y de prncipios del nuevo milenio tienen que vérselas con el experimentalismo ligero y efímero y descartar lo ontológico y la profundidad poética tan del gusto de la literatura moderna y que los setentistas [Rosario Ferré, José Luis Vega, Iván Silén, entre otros] todavía saben apreciar. Atrás dejan la densa poiesis moderna y optan por la informada inmediatez y el fugaz lenguaje parecido al slogan publicitario. No rechazan la “estatización” ejercida por el consumo y adoptan la cínica celebración de la ciber cultura. Muestran desencanto y desilusión por las militancias setentistas y sus ahora “ingenuos” deseos de cambio, su ideología de ruptura y anhelos de heroísmo. Consideran que hemos entrado en tiempos en los cuales los conceptos de trascendencia, sublimidad, autenticidad, originalidad, monumentalidad e individualidad creadoras –tan importante en la edificación de las estéticas y poéticas modernas–, se han desgastado y no merecen mayor atención. Ante lo disciplinado en la escritura, no descartan la improvisación. Prefieren los discursos blandos frente a los discursos duros del pasado. No le temen a la ligereza que descarta el pulimento discursivo de los modernos. Frente a la revolución ideal proponen el hedonismo inmediato; prefieren el ornamento de lo kitsch y del pastiche frente a lo singular de lo memorable y el monumento; captan la dejadez del instante antes que el compromiso duradero; no desprecian el mercadeo postestético que ignora la sublimidad y lo perdurable. […] No obstante, habrá poetas más o menos modernos que aún persigan algo de la búsqueda romántica y nostálgica del objeto perdido, y habrá quienes, en el extremo, se conciban como máquinas deseantes que copian, escanean, aplican un simple cut and paste, y el mixing performatero como los DJs y los travestis. (195-196)

Luis Felipe Díaz, “El discurso poético puertorriqueño en el umbral del fin de siglo”. En:
Revista El Sótano. Edición especial. Número antológico internacional. República Dominicana y Puerto Rico. Año MMIX. 189-200.

L.F.D. Catedrático de la Universidad de Puerto Rico, donde ha enseñado cursos en las facultades de Humanidades y Ciencias Sociales y en la Escuela de Comunicación Pública.
Su primer libro, Ironía e ideología en La Regenta, de Leopoldo Alas, se publicó en 1992.

Puntuación: 2.50 / Votos: 2

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